As Sissi a la sombra de Nasser


BEIRUT. - No solo Abdel Fatah As Sissi ha explotado, ya antes de su campaña electoral, la nostalgia de Nasser, el zaim, el caudillo militar por antonomasia de egipcios y árabes, en las décadas de los cincuenta y los sesenta sino también su rival en este escrutinio.



Abdul Fatah As Sisi
Abdul Fatah As Sisi
Hamdahin Sabbaahi, que se ha presentado a las urnas como un político nasserista de izquierdas, antioccidental y como una víctima de Sadat y de Mubarak. Desde su edulcorado golpe de estado contra el presidente islamista Mohamd Mursi del pasado verano, El Sissi buscó la sombra de Nasser, reivindicó su herencia para realzar y dar blasón a su figura. Hasta hace poco tiempo apenas era conocido por los egipcios. Fue el miembro más joven del ¨Consejo superior militar¨ al que siempre llamé ¨Junta de los espadones del Nilo¨, que gobernó provisionalmente la desnortada república tras la caída de Mubarak, hasta el restablecimiento del poder civil que ha estado en manos de los Hermanos Musulmanes. Contaba con el apoyo del mariscal Tantaui, jefe de la junta, y antes ministro de Defensa de Mubarak. Al poco tiempo de desempeñar la jefatura del estado, Morsi le destituyó de un plumazo, designando a Abdel Fatah el Sissi como su sucesor en el mando de las fuerzas armadas. Confió en su talante conservador, piadoso -está casado con una mujer cubierta con el velo, como sus hijas, y uno de los primos de su padre fue incluso dirigente de la Cofradía-, esperando que se sometería a sus órdenes. Los egipcios en las imágenes difundidas por televisión admiraron al militar robusto, elegante en el uniforme de comandante en jefe del ejército, atravesando los salones del palacio presidencial cuando juró su cargo. Abdel Fatah El Sissi tuvo una carrera fulgurante. Después de estudiar en la Academia militar de El Cairo, y en la Escuela de guerra de los EE.UU., fue agregado en la embajada en Riad, y Jefe de los Servicios de inteligencia militar. Como Nasser y Sadat pertenece al arma de infantería. Nació en 1954 en Gamaley en una modesta familia -su padre era un artesano muy piadoso- del antiguo barrio islámico de Gamayad, descrito por el novelista Naguib Mahfouz. Al principio de desempeñar su cargo de ministro de la Defensa del primer gobierno islamista de Egipto actuó con cautela. Cuando fue elaborado el texto de la Constitución, muy marcada por las ambiciones de la Cofradía de los hermanos musulmanes, supo garantizar los privilegios del ejército cuyo presupuesto, por ejemplo, no tenía que someterse al control del parlamento. Cuando el Rais Mursi promulgó en 2012 su Declaración Constitucional por la que se atribuía amplios poderes de Estado, y empezaron los violentos enfrentamientos de partidarios del presidente y de la oposición, El Sissi, arrogándose el papel de intermediario, trató de promover una negociación que fracasó al rehusar el presidente su iniciativa. El ambicioso y astuto ministro lo consideró una afrenta personal. ¨Si no hay negociaciones -declaró- Egipto se precipitará en un oscuro camino que desembocará en el desastre. ¨Las violencias del 2013 en El Cairo, Alejandría, Suez, Port Said, fomentaron la llamada revolución del 30 de junio del 2013 con sus millones de manifestantes que exigían la dimisión de Mursi, y la celebración de elecciones anticipadas. El 1 de julio del año pasado El Sissi apareció ante las camaras de televisión leyendo su programa con la destitución del presidente, la anulación de la Constitución, el nombramiento como Jefe del estado de un presidente interino. La encarnizada represión policíaca y militar, contra los partidarios de la Cofradía en la plaza de Raba Al Aduiya y en los aledaños de la universidad de El Cairo, provocó, según Amnesty International, mil cuatrocientos muertos y decenas de miles de heridos, incluyendo soldados y policías. En aquel mes de agosto se cometieron atentados de jihadistas contra objetivos del ejército y un grupo de turistas en el Sinaí y en Alejandría. ¨No nos quedaremos con los brazos cruzados –proclamó El Sissi- ante la destrucción del país¨. Millones de egipcios, horrorizados por los desastres de la ¨Revolución del 25 de enero¨ del 2011 sobre su país, atemorizados por una dictadura religiosa emergente, han querido convertir a El Sissi en un nuevo Nasser. Ya antes de su lucha frontal con Mursi se le rendía un culto a la personalidad muy arraigado en estos pueblos del Oriente, que admiran al hombre fuerte, al caudillo militar, al saim. Su imagen aparecía entre las de Nasser y Sadat, en calles y casas egipcias, en tabletas de chocolate, imitaciones perfectas de su carnet de identidad, con su foto de mariscal, su lugar y fecha de nacimiento, y su profesión en donde escribieron ¨Salvador del Estado¨. Es un presidente para una tarea faraónica que quiere iniciar consolidando la seguridad del estado, eliminando el terrorismo, erradicando la influencia islamista, abogando por los tradicionales valores de la familia. El principal tema de su campaña electoral fue ¨combatir el terrorismo¨;que argumentaba con citas del Corán. ¨Los egipcios -rezaba uno de sus lemas- confían en Dios, en el ejército, en la policía civil, para conducir la nación a la libertad, la estabilidad y el progreso¨. Cuenta con la ayuda financiera de las monarquías petrolíferas del Golfo, excepto Qatar, con la actitud pragmática de los EE.UU. y gobiernos de Occidente que al principio denunciaron su edulcorado golpe de estado pero que se han ido acomodando al hecho consumado de su victoria aplastante. La época de Nsser, el que pronunció aquella frase simple e inolvidable ¨Egipcio, yergue tu cabeza¨, no solo fue tiempo de reformas sociales, de dignidad nacional, sino de un régimen policíaco omnipresente. El Sissi no puede ser un nuevo Nasser porque han cambiado las circunstancias de Egipto y del Oriente Medio.¿Qué es mejor una dictadura religiosa o una dictadura militar?. El nuevo Rais quiere restablecer con fuerza el imperio de la ley castrense, nunca desaparecida completamente de Egipto. Durante las jornadas de la"revolución del Tahrir del invierno del 2011, nadie descolgó el gran retrato al óleo del Rais Mubarak suspendido sobre la escalinata del gran museo militar en la ciudadela de El Cairo. Tomás Alcoverro
Sábado, 31 de Mayo 2014
La Vanguardia, Barcelona, España
           


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