Erdogan en el cénit del poder un año después de la intentona golpista

Desde aquel golpe de Estado fallido ha pasado un año, un año que ha marcado a Turquía como pocos en su historia reciente y en el que Erdogan se ha fortalecido más que nunca. Y el mandatario y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) aprovechan precisamente el primer aniversario del suceso para hacer una demostración de poder.
Ya el martes comenzaron las conmemoraciones, que se prolongarán durante seis días con actos repartidos por todo el país. Uno de los eventos principales será el discurso del presidente a las 02:32 de la madrugada del domingo (23:32 GMT del sábado) en el Parlamento, a la hora exacta en la que los golpistas bombardearon el edificio legislativo hace justo un año.
Desde los minaretes de 90.000 mezquitas se hará una llamada especial a la oración, como en la noche del golpe, cuando los almuédanos se pronunciaron contra los golpistas. El AKP organizará "vigilias democráticas" como hizo entonces, cuando aquellos que se oponían al golpe ocuparon espacios públicos para evitar el avance de los conspiradores.
Para Erdogan está claro quién es el responsable del intento de golpe: el clérigo residente en Estados Unidos Fethullah Gülen, una figura cercana al presidente hasta 2013. Sin embargo, Gülen niega las acusaciones y también en Occidente hay dudas sobre su responsabilidad.
Mientras tanto, hay muchas preguntas que todavía hoy siguen sin respuesta. Por ejemplo, en qué momento las autoridades turcas supieron que se estaba planeando un golpe de Estado. La oposición cree que se trató de una especie de "golpe controlado", es decir, que el Gobierno dejó que avanzara para sacar provecho de la situación.
En la mañana del 16 de julio el mismo Erdogan llegó a decir que el fallido golpe era "un regalo de Dios", y enseguida declaró el estado de emergencia que le permitió gobernar por decreto.
También comenzaron las purgas, que continúan hasta ahora, dirigidas no solo contra aquellos que participaron en la intentona o que están vinculados a Gülen, sino también contra otros críticos del Gobierno, a quienes se acusa de terrorismo, muchas veces en circunstancias dudosas.
Además, más de 100.000 miembros de la administración pública han sido suspendidos o despedidos tras el golpe y más de 50.000 personas han sido encarceladas.
Mientras el Gobierno celebra este aniversario como una "victoria de la democracia", el líder opositor Kemal Kilicdaroglu califica de "dictador" a Erdogan. El dirigente del Partido Republicano del Pueblo (CHP) lo acusa de haber abusado del estado de emergencia para llevar a cabo un "golpe civil".
"Injusticia, arbitrariedad y discriminación se han convertido en los rasgos distintivos del régimen del AKP", escribió Kilicdaroglu en el diario británico "The Guardian", denunciando que criminales han sido liberados de las cárceles "para hacer espacio a los disidentes políticos y periodistas".
Entre los detenidos hay varios miembros del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), el segundo más importante de la oposición después de CHP, que también se ha visto afectado. Uno de sus miembros, el diputado Enis Berberoglu, fue condenado recientemente a 25 años de prisión por divulgar secretos de Estado.
La condena de Berberoglu llevó a Kilicdaroglu a convocar una "Marcha por la Justicia" que recorrió desde Ankara a Estambul. El Gobierno no contó con que miles de personas participarían en la movilización, incluso cuando las autoridades la tildaron de terrorista. En el cierre de la marcha el domingo, cientos de miles de personas se concentraron en Estambul para escuchar a Kilicdaroglu exigir el fin del estado de emergencia y la liberación de políticos y periodistas.
En Turquía han sido detenidos más de 150 periodistas, una cifra que no tiene parangón en ningún otro país del mundo. La organización Reporteros Sin Fronteras denuncia una "caza de brujas".
En el plano político, desde el fallido golpe el país ha pasado de tener un sistema parlamentario a uno presidencialista, tras la aprobación en un referéndum de una reforma constitucional que da más poder a Erdogan. Sus críticos consideran que este cambio no es más que otro paso hacia la concentración del poder en su persona.
Al parecer, los golpistas que quisieron derrocar a Erdogan consiguieron todo lo contrario: el presidente está ahora más fortalecido que nunca.
Sin embargo, Turquía está en estos momentos profundamente dividida, mientras sus relaciones con la Unión Europea (UE), en particular con Alemania, donde vive una importante comunidad turca, se han deteriorado en los últimos tiempos.
El Gobierno alemán le prohibió a Erdogan celebrar un acto frente a sus seguidores al margen de la cumbre del G20 el fin de semana pasado en Hamburgo, una decisión sin precedentes entre países supuestamente aliados. Holanda y Austria han actuado de forma similar al bloquear actos por el aniversario del golpe de Estado turco. Y el Parlamento Europeo pidió la semana pasada que se suspendieran las conversaciones para permitir la adhesión de Turquía a la UE.
Pero todo esto no parece ensombrecer el esplendor que Erdogan pretende darle a las celebraciones por el aniversario del fracaso del golpe. El Gobierno ha enviado invitaciones a la prensa extranjera destacando la importancia de participar de los eventos "que tanto significado tienen para la democracia" de Turquía y del mundo.