Las emociones van y vienen


BEIRUT. - Israel sabe perfectamente que las emociones de la opinión internacional, que desencadenan a menudo sus acciones bélicas, pronto se olvidan. Nuestra memoria es corta. ¿Cómo vamos en medio de dramas y mediocridades de nuestra vida a estar siempre pendientes de la ocupación de Palestina, de las muertes, devastaciones, que padecen los habitantes de estos pueblos condenados a la geopolítica del Oriente Medio?



Evocamos ahora una historia de interminables sufrimientos e injusticias, desde la matanza de Sabra y Shatila, en Beirut en el verano de 1982, hasta la cruel y devastadora operación israelí contra Gaza, también en otro verano del 2009. Hace falta una nueva guerra, una nueva operación militar israelí, para que se desempolven de la desgastada memoria los recuerdos siempre latentes de este tiempo en permanente excitación.

Como es habitual ningún gobierno árabe, fuera de los edulcorados comunicados, de las deslucidas palabras, tomó decisión alguna respecto a la acción del gobierno de Benjamin Netanyahu. El nuevo jefe de Estado egipcio, el mariscal As Sissi ha tratado, reavivando la acostumbrada mediación diplomática del Rais Mubarak entre los dirigentes de Israel y de Gaza, ofrecer sus buenos oficios inútilmente. Ante la acostumbrada pasividad y embarazo de los árabes, el único destacado gobernante del Oriente Medio que ha acusado a Israel, condenándolo por ¨terrorismo de estado¨, ha sido el primer ministro turco Erdogan que ya en verano del 2010 lo hiciese por su ataque a la flotilla internacional de la paz que aspiraba a romper el impuesto bloqueo de Gaza.

Las emociones se olvidan -solo perduran gracias a los creadores del arte que las trascienden- y las especulaciones no hacen cambiar la política practicada desde 1948 por Israel del ¨hecho consumado¨.

El Estado judío, de indudable ímpetu interior social y tecnológico pero también de poderosa fuerza religiosa, se consolida a expensas de la guerra, de la destrucción, de la violencia, del empobrecimientos de los pueblos vecinos, sea palestino, sirio, iraquí, libanés, desgarrados por sus conflictos confesionales. Las agostadas primaveras árabes que al principio sirvieron a Israel como ejemplo de que el primer problema de estos pueblos no era la existencia del Estado judío sino la de sus regímenes opresores, han vuelto a avivar la lucha siempre latente del poder sionista y de la resistencia palestina. La división entre Hamas y Al Fatah es su culpable fracaso. Hamas es una tragedia heroica, pero también penosa porque expone con su táctica a sus súbditos a la venganza implacable de sus ocupantes. En el sur del Líbano el Hezbollah evita un nuevo frente que sería catastrófico. Los libaneses hacen malabarismos para no precipitarse en el fuego que por todas partes les rodea.
Tomás Alcoverro

Domingo, 20 de Julio 2014
La Vanguardia, Barcelona, España
           


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