Qatar sin ‘primaveras’


DOHA. - De pie, los participantes de la conferencia sobre Palestina reunidos en los lujosos salones del Hotel Ritz Carlton esperaron la llegada del jeque Tamin Ben Hamad El Thani, joven emir de Qatar. Cuando apareció el nuevo jefe de estado, que heredó el trono el pasado mes de junio tras la abdicación de su padre, enseguida abrazó al jefe del Hamás, Jaled Mishal, antes de inaugurar la sesión.



Doha
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Centenares de invitados políticos como el primer ministro de Marruecos o el jefe del parlamento tunecino, diplomáticos, historiadores, activistas, periodistas, prestigiosos universitarios como el polémico autor israelí Illan Pape, el profesor palestino Bishara Khader, directores de centros internacionales, como el embajador Senen Florensa, director del Institut Europeu de la Mediterrània, debatieron durante varios días las condiciones del incierto futuro del movimiento nacional palestino. Una vez más, Qatar, con su voluntad de destacado actor de la política del Oriente Medio y del norte de Africa, ha sido el generoso huésped de esta reunión.

En Doha hay una plétora de instituciones, fundaciones, foros, dedicados al estudio e investigación de las principales cuestiones relacionadas con la región. Dotados de cuantiosos medios económicos son una suerte de superestructura ideológica del principado que tiende a fomentar el ¨pensamiento único¨ sobre todo en torno a las denominadas ¨primaveras árabes¨ a las que Qatar ayudó con dinero, armas, telepredicadores como el oscurantista jeque suni Qardawi, y su arrolladora televisión Al Jezira. Fue el anterior emir Hamad Ben Jalifa El Thani quien lanzó este diminuto país, rebosante de gas y de petróleo, con un reducido núcleo de población local, beduina, de rigurosa creencia islámica wahabita, al proscenio del teatro del mundo.

Con su frenético desarrollo interior, su política informativa global a través de Al Jazera, con su iniciativa de impulsar el deporte, la cultura, la educación, el arte, ha buscado asegurar su defensa nacional. La familia reinante confió su protección a los norteamericanos que cuentan con dos bases militares en la península, desde una de ellas dirigieron las operaciones de la guerra del 2003 contra Irak.

Fue el quien tejió este tapiz polícromo de relaciones internacionales cruzando los hilos con los EE.UU. y a la vez con Irán, con Israel y con Hamás, con Occidente y con los Talibanes afganos. El anterior soberano no descuidó tampoco a las grandes naciones del Asia. Antes de sus aventuradas empresas bélicas contra Libia, contra Siria, ya había intervenido diplomáticamente con éxito en la crisis política del Líbano, consiguiendo la elección de un presidente de la república, y había intentado en vano un acuerdo entre los rebeldes del Darfur y el gobierno de Jartum, o entre los jefes de Hamás y de Al Fatah. Ha sido tanta su actividad diplomática que han tenido que abrirse veinte nuevas embajadas en el mundo.

Con el nuevo emir se pasa de la exuberancia de inversiones en el extranjero, y de comprometidas injerencias internacionales a poner orden en la casa. De todas formas no se esperan bruscos cambios, y el primer decreto del soberano ha sido para reconocer la figura oficial de ¨padre del emir¨ a su progenitor, que sigue ejerciendo influencia en el gobierno. La exclusión del poderoso Hamad Bin Jassem Bin Jabar, primer ministro y ministro de asuntos exteriores, llamado el Talleyrand de Qatar, gran promotor financiero y descollante artífice de las rebeliones árabes, permitirá tomar una prudente distancia a fin de evitar peligrosas consecuencias. El emirato se esforzó, sobre todo a través de Al Jazira, en edulcorar la ideología de los Hermanos Musulmanes para hacerla presentable en Occidente. Es patente la duplicidad del emirato, autocrático y conservador, que ha conseguido introducir en el mercado de sus aliados occidentales, esta estereotipada imagen de la democracia.

¨La epidemia del silencio -han escrito en su libro sobre Qatar Nicolás Beau y Jacques Marie Bourget- alcanza a hombres y mujeres políticas, deportistas, hombres de negocios, muchos universitarios e investigadores, sabios politólogos como Tarek Ramadan¨. Pero el mundo necesita a Qatar –la geoestrategia se impone- y nadie será suficientemente osado a condenarle por sus violaciones de derechos humanos. Cuando un poeta, Mohamd Al Ajimi, que escribió un poema sobre el jazmín alabando la ¨primavera árabe¨, anhelando que llegue a las monarquías del Golfo, y critica al emir, es condenado a quince años de prisión.

En medio de la artificiosa suntuosidad, ostentación y extravagancia, de Doha, ejemplo de este tiempo de la exigida globalización, evoco con tristeza e impotencia, la guerra del horror que cada día destruye un poco más Alepo, Damasco, poblaciones de la antigua historia del esfuerzo y de la civilización del hombre. El progreso de Qatar, en un extremo de la ¨Arabia desierta¨, está asegurado. Con sus generosas ayudas y subvenciones han comprado la vida de sus súbditos. Ninguna ¨primavera árabe¨ alterará su sangre.
Tomás Alcoverro

Lunes, 30 de Diciembre 2013
La Vanguardia, Barcelona, España
           


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