Adam Michnik: «Se creyó en el comunismo con la lógica de la fe»
ABC, Madrid, España
Adam Michnik paseaba por una calle. El editor jefe de la «Gazeta Wybocza», el periódico polaco, se detuvo sorprendido ante un escaparate. No daba crédito. Ante sus ojos, una edición en español de «Mi siglo», el libro basado en las entrevistas que el Nobel Czeslaw Milosz realizó a otro de sus compatriotas, Aleksander Wat, uno de esos hombres que fueron testigos directos de los grandes dramas de la historia europea: la lucha contra el fascismo, la Guerra, un final en cualquier recodo del Gulag.
Sorprendido y agradecido a Acantilado, los editores del libro (que ya va por su segunda edición), Michnik se comprometió a venir a España a presentarlo en persona, lo que hizo ayer mismo en el Círculo de Bellas Artes.
Wat (1900-1967) fue poeta, místico, filósofo. Tras pasar por las prisiones estalinistas consiguió volver a Polonia, de la que emigró harto de una sociedad asfixiante. Ya en París, su enfermedad, fruto de un tempranísimo derrame cerebral, apenas si le dejaba escribir y fue entonces cuando Milosz le propuso realizar una serie de entrevistas. El fruto llegó en 1977, diez años después de la muerte de Wat. Desde entonces, «Mi siglo» fue una lectura imprescindible de la oposición anticomunista en la clandestinidad (leer podía costar acabar en Siberia, sus páginas circulaban fotocopiadas) y hoy por hoy son un referente ineludible de lo que fueron los totalitarismos del siglo XX.
Dos sierpes
Dos sierpes malignas y asesinas, el fascismo y el comunismo, se enroscaron durante décadas al cuello de Europa, devorándola. Muchos hombres se vieron obligados a elegir entre ambas tiranías en lo que Michnik llama «una trampa diabólica».
Wat fue hombre para quien además de las ideologías, la teología era imprescindible. Quizá por ello «Mi siglo» sea, según Michnik, «como las «Confesiones» de San Agustín, aunque con una pequeña diferencia: San Agustín hablaba con Dios y Wat habla con Czeslaw Milosz».
Kafka, Rasputín, Maquiavelo y Lenin agitados en la misma coctelera. Un trago muy amargo, que Wat comprendió muy bien: «El comunismo es un cruce entre una secta religiosa y una banda de malhechores. Muchas personas creyeron en el comunismo con la lógica de la fe».
Periodista de larga experiencia, curtido en la edición clandestina («realmente eso no eran periódicos, sólo se parecían», reconoce), Michnik levanta la voz ahora contra nuevos «enemigos»: «Internet no acabará con la Prensa escrita, pero bueno, qué quiere que le diga, soy director de un periódico. Aunque también puedo decirle que mi propio hijo lee mi periódico en la Red. Sin duda, internet es una conmoción, como la invención de la imprenta o de la radio, y no sé qué pasará, pero yo hasta el final de mis días voy a leer un periódico en papel».