Alepo resucita entre las ruinas
AFP (Agencia France-Presse)
Alepo, Siria. - Abdel-Hayy regresó a su casa de Alepo, de la que sólo quedan en pie una habitación y unos cuantos muebles. El resto se desmoronó por los combates en los antiguos barrios bajo control de los rebeldes.
"Ahora hay seguridad. Es motivo suficiente para regresar con mi familia", afirma a la AFP este hombre de 38 años.
Como decenas de miles de habitantes del este de Alepo, él y su familia huyeron del barrio al comienzo de diciembre, en plena ofensiva militar del régimen de Bashar al Asad contra los insurgentes.
"Hemos vivido sin agua o sin electricidad y sigue siendo el caso. Se puede vivir sin servicios básicos pero no se puede vivir con la muerte", explicó.
El régimen reconquistó la ciudad el 22 de diciembre y desde entonces se va restableciendo, poco a poco, la normalidad.
"Estoy arreglando la única habitación que queda y luego renovaré las otras", explica Abdel-Hayy, que prefiere no dar su apellido.
El apartamento sufrió destrozos por los bombardeos tras la división de Alepo en 2012. Las tablas de madera hacen las veces de cristales en las ventanas. La metralla desfiguró la fachada del edificio y los muros están agrietados.
Las autoridades locales prometieron compensaciones para los propietarios. Pero "tenemos que proporcionar documentos que demuestren que somos los dueños, y esperar nuestro turno para que una comisión evalúe los daños", precisa Abdel-Hayy, que antes se ganaba la vida vendiendo relojes.
Para Ahmad Jasem y su mujer Um Imad, la situación todavía es más complicada porque su vivienda quedó reducida a escombros. Viven en el apartamento de un amigo, con una vista penosa sobre su antigua casa.
"Cuando salgo al balcón y veo esto me echo a llorar", lamenta Um Imad, con la cabeza tapada por un velo negro. "Pienso: no tengo agua, electricidad, mi casa está destruida... ¿Cuándo volverá a ser como antes?".
Ella, su marido y su hijo de cinco años se quedaron en el este de Alepo durante la batalla. La mitad de su apartamento se derrumbó. Entre los escombros se ven algunas de sus prendas todavía sujetas al cable para colgar la ropa.
Su hogar temporal tampoco tiene electricidad. Es frío y sombrío. Usan linternas y se calientan con una estufa.
"Pasamos tanto frío como antes y carecemos de servicios básicos pero por lo menos mi hijo está en seguridad", dice Jasem, que perdió a varios familiares durante la guerra. "Me tranquiliza saber que mi hijo puede ir y venir del colegio en total seguridad y tener una vida normal", añade su esposa.
En una calle cercana, Fuad al Saqa, de 65 años, fuma un cigarrillo delante de los escombros que bloquean la entrada a su casa. "De mi casa no queda nada: ni ventanas ni puertas. No me queda más que contemplar estas ruinas", se resigna.
Lleva esperando desde la mañana la llegada de vehículos municipales para ayudar a desescombrar. Más vale que no tenga prisas; hay muchos en su situación.
En un edificio aledaño, en la tercera planta, un hombre y sus hijos quitan los escombros, en medio de una nube de polvo.
Cerca de allí, el tendero Imadedin al Suda vuelve a vender rábanos y manzanas. Hace dos meses se alejaba "por miedo a resultar herido en los bombardeos", recuerda. "Hoy las vitrinas están llenas y los precios cayeron un 75%", afirma este hombre de 37 años.
"Lo más importante es la seguridad. Todo se puede reconstruir", asegura.
Como decenas de miles de habitantes del este de Alepo, él y su familia huyeron del barrio al comienzo de diciembre, en plena ofensiva militar del régimen de Bashar al Asad contra los insurgentes.
"Hemos vivido sin agua o sin electricidad y sigue siendo el caso. Se puede vivir sin servicios básicos pero no se puede vivir con la muerte", explicó.
El régimen reconquistó la ciudad el 22 de diciembre y desde entonces se va restableciendo, poco a poco, la normalidad.
"Estoy arreglando la única habitación que queda y luego renovaré las otras", explica Abdel-Hayy, que prefiere no dar su apellido.
El apartamento sufrió destrozos por los bombardeos tras la división de Alepo en 2012. Las tablas de madera hacen las veces de cristales en las ventanas. La metralla desfiguró la fachada del edificio y los muros están agrietados.
Las autoridades locales prometieron compensaciones para los propietarios. Pero "tenemos que proporcionar documentos que demuestren que somos los dueños, y esperar nuestro turno para que una comisión evalúe los daños", precisa Abdel-Hayy, que antes se ganaba la vida vendiendo relojes.
Para Ahmad Jasem y su mujer Um Imad, la situación todavía es más complicada porque su vivienda quedó reducida a escombros. Viven en el apartamento de un amigo, con una vista penosa sobre su antigua casa.
"Cuando salgo al balcón y veo esto me echo a llorar", lamenta Um Imad, con la cabeza tapada por un velo negro. "Pienso: no tengo agua, electricidad, mi casa está destruida... ¿Cuándo volverá a ser como antes?".
- 'Se puede reconstruir' -
Ella, su marido y su hijo de cinco años se quedaron en el este de Alepo durante la batalla. La mitad de su apartamento se derrumbó. Entre los escombros se ven algunas de sus prendas todavía sujetas al cable para colgar la ropa.
Su hogar temporal tampoco tiene electricidad. Es frío y sombrío. Usan linternas y se calientan con una estufa.
"Pasamos tanto frío como antes y carecemos de servicios básicos pero por lo menos mi hijo está en seguridad", dice Jasem, que perdió a varios familiares durante la guerra. "Me tranquiliza saber que mi hijo puede ir y venir del colegio en total seguridad y tener una vida normal", añade su esposa.
En una calle cercana, Fuad al Saqa, de 65 años, fuma un cigarrillo delante de los escombros que bloquean la entrada a su casa. "De mi casa no queda nada: ni ventanas ni puertas. No me queda más que contemplar estas ruinas", se resigna.
Lleva esperando desde la mañana la llegada de vehículos municipales para ayudar a desescombrar. Más vale que no tenga prisas; hay muchos en su situación.
En un edificio aledaño, en la tercera planta, un hombre y sus hijos quitan los escombros, en medio de una nube de polvo.
Cerca de allí, el tendero Imadedin al Suda vuelve a vender rábanos y manzanas. Hace dos meses se alejaba "por miedo a resultar herido en los bombardeos", recuerda. "Hoy las vitrinas están llenas y los precios cayeron un 75%", afirma este hombre de 37 años.
"Lo más importante es la seguridad. Todo se puede reconstruir", asegura.