AFP (Agencia France-Presse)
Ramalá, Palestina. - Yaser Arafat, luchador incansable por la independencia de los palestinos durante décadas, sigue siendo todo un símbolo para un pueblo que continúa a la espera de un Estado diez años después de la muerte de su héroe nacional.
Cuando falleció, el 11 de noviembre de 2004, era el presidente de una Autoridad Palestina moribunda. Diez años más tarde, su sucesor, Mahmud Abas, logró en la ONU el estatus de Estado observador.
Pero en la práctica, 66 años después de la creación de Israel, los palestinos todavía no han conseguido tener un Estado.
A falta de reconocimiento internacional y a la luz de la historia, Arafat sigue siendo para ellos "un símbolo nacional, alguien que nunca abdicó y dedicó su vida a la causa", explica Nathan Brown, del centro Carnegie.
Fue quien plantó cara a Israel hasta sus últimos días, en el asediado cuartel general de Ramala. Por eso "la causa palestina se identifica con su persona", afirma Karim Bitar del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS).
"Su victoria es haber conseguido que Palestina pasara de ser una causa humanitaria a una verdadera cuestión nacional", estima Xavier Abu Eid, un portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fundada y dirigida por Arafat hasta su muerte.
- Una rama de olivo y un fusil-
En 1974 Arafat dijo en la ONU: "Vine con una rama de olivo y un fusil de revolucionario, no dejen que la rama caiga de mi mano". Pero luego acabó optando por una solución diplomática, con el comienzo de un arduo proceso de paz, en punto muerto desde el año 2000.
Considerado un "terrorista" por los israelíes, expulsado de Jordania en 1970 y de Líbano en 1982, Arafat encarnó un líder que lucha por un Estado, sin nunca quitarse la ropa militar ni su tocado tradicional, el keffiyeh.
"Arafat es el primero que tomó la dolorosa decisión de reconocer en 1988 las fronteras de 1967, que abandonó el 78% de la Palestina histórica y abrió el camino para la coexistencia", recuerda Abu Eid.
En 1993 decidió firmar los acuerdos de Oslo que durante un tiempo esbozaron la posibilidad de un Estado palestino. Con su apretón de manos histórico en la Casa Blanca con el primer ministro israelí Isaac Rabin puso fin a 27 años de exilio y tomó el mando de la Autoridad Palestina.
Pero, según Bitar, para volver a Palestina "hizo muchas concesiones, sin garantías sobre el final de la colonización ni de la ocupación".
Diez años después de su muerte, los palestinos siguen intentando conseguir un Estado. En noviembre intentarán que la ONU vote el final de la ocupación en un plazo de dos años, un proyecto que podría verse truncado por un enésimo veto de Estados Unidos.
- "Mártir" de la causa -
El pueblo se queda con que "pese a todos sus errores —dice Abu Eid— llevó un mensaje a campamentos de refugiados desde el Líbano hasta los palestinos de Chile, pasando por Gaza y Cisjordania".
Este "personaje novelesco", que creó su propia leyenda, sabía jugar con las palabras. Durante la segunda intifada, alabó la "resistencia", atrayendo hacia él un movimiento que no había planificado ni lanzado.
La movilización de las masas fue su punto fuerte hasta su fallecimiento. Cuando su cuerpo fue repatriado, miles de palestinos acudieron a Ramala para rendirle homenaje.
Y es que en 2004, Arafat se convirtió en un "mártir" de la causa al morir en circunstancias que aún están siendo investigadas: las muestras revelan que pudo deberse a un envenenamiento.
En opinión de Bitar, Abu Ammar, su nombre de guerra, era un "revolucionario y no un hombre de Estado, ejercía un poder personal y no supo construir instituciones y planificar el futuro".
Tras su muerte, Abas intenta a duras penas imponerse, tanto ante los israelíes como ante los palestinos, que además de la ocupación, han sufrido las divisiones entre el Fatah, del que es jefe, y Hamas, el movimiento islamista que se resiste a entregar las llaves del poder en la franja de Gaza.
Hamas expulsó a Fatah de este territorio palestino en 2007 y no se reconciliaron hasta hace unos meses.