Arranque difícil para la Unión Europea remodelada
AFP, Agence France-Presse
Humillación respecto al clima en Copenhague, polémica acerca de la ayuda a Haití, difícil coordinación entre las múltiples instancias de dirección: la Unión Europea remodelada, surgida del Tratado de Lisboa, tiene dificultades para organizarse.
Desde la entrada en vigencia, el 1 de diciembre, de ese tratado, en principio destinado a permitir que la UE funcione más eficazmente y hable con una sola voz, "las malas noticias se acumulan para Europa", estima Jean-Dominique Giuliani, presidente de la Fundación Schuman, centro de reflexión sobre las cuestiones europeas.
Para empezar, el fracaso de la conferencia sobre el clima de Copenhague afectó sumamente a una Unión Europea que llegó a la reunión poniéndose como ejemplo y salió de ella marginalizada, dado que Estados Unidos y los grandes países emergentes terminaron negociando entre ellos sin consultarle.
"El fiasco de Copenhague fue una experiencia digna de ser meditada por la UE", cuyos miembros no avanzaron unidos, considera Antonio Missiroli, analista del European Policy Center de Bruselas.
¿Será capaz la Europa del Tratado de Lisboa de responder a ese reto de la mundialización? La puesta en marcha de las nuevas instituciones deja por ahora la respuesta en suspenso.
La británica Catherine Ashton pudo evaluar esta semana la amplitud del problema. Designada a fines de noviembre -entre el escepticismo general por su falta de experiencia- como Alta Representante para las Relaciones Exteriores de la UE, fue ásperamente criticada por su gestión de la ayuda a Haití.
Muchos diputados del Parlamento europeo le reprocharon que no hubiera viajado al país siniestrado y la responsabilizan de la poca visibilidad de Europa en los esfuerzos humanitarios, que contrasta con la omnipresencia de Estados Unidos, pese a que la UE fue la primera en sacar la chequera.
"El drama de Haití ha servido de primer test para la nueva arquitectura europea. Hubiera podido esperarse un plazo de reacción más corto y una mayor visibilidad desde el principio", estimó el secretario de Estado francés para Asuntos Europeos, Pierre Lellouche, en una entrevista publicada el viernes en el diario francés Le Figaro.
La jefa de la diplomacia de la UE aparece ahora debilitada, justo cuando trataba de que se reconociera su autoridad frente a los ministros de Relaciones Exteriores de los grandes países europeos.
A raíz de las ambigüedades del tratado, nadie sabe hasta ahora a ciencia cierta quién representa a la UE: ¿Ashton? ¿El nuevo presidente permanente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy? ¿La presidencia rotativa de la UE que asume ahora España? ¿El presidente de la Comisión, José Manuel Barroso?
La impresión general hasta el presente es una competencia sorda entre las diferentes instituciones, reforzada aún más por la difícil puesta en marcha de la nueva Comisión europea, de la que la candidata búlgara a la cartera de Ayuda humanitaria fue desautorizada por el Parlamento europeo y retiró su candidatura.
"Estamos asistiendo a luchas de influencia" entre los diferentes "polos" de la UE, lo que demuestra que el nuevo sistema todavía está en "rodaje", estimó Pierre Lellouche.
Ante la discreción del belga Herman Van Rompuy, que espera su hora y una cumbre de la UE sobre la crisis económica prevista el 11 de febrero, la voz que se oye es sobre todo la del gobierno español.
José Luis Rodriguez Zapatero multiplica las declaraciones, a veces contestadas. El presidente del gobierno español irritó a sus pares al evocar la idea controvertida de un sistema vinculante para obligar a los países de la UE a aplicar la misma política económica.
"Madrid prefirió seis meses de iniciativas mediáticas un tanto desordenadas en vez de confortar enseguida las nuevas instituciones", sostuvo Jean-Dominique Giuliani.