AFP (Agencia France-Presse)
EL CAIRO. - Egipto celebrará elecciones presidenciales de aquí a mediados de abril, y antes de las legislativas, un calendario electoral que favorece al general Al Sisi, jefe del ejército y nuevo hombre fuerte del país, que podría ser candidato a la presidencia.
El anuncio del calendario de transición anunciado por el presidente interino Adly Mansur se produce al día siguiente de la conmemoración del tercer aniversario de la sublevación que derrocó a Hosni Mubarak, en la que murieron al menos 49 personas.
El domingo, la calma reinaba en El Cairo, a pesar de que los opositores del régimen habían convocado una nueva jornada de manifestaciones.
La organización de las presidenciales antes de las legislativas favorece en principio al general Al Sisi, estimaron los expertos.
Al Sisi, que en julio pasado encabezó el golpe de estado que derrocó a Mubarak, único presidente elegido democráticamente en la historia de Egipto, no oculta sus aspiraciones presidenciales.
Varias figuras políticas han anunciado desde ya que no se presentarían frente al general de 59 años, cuyo retrato está en todas partes del país, tiendas, calles e incluso en algunas administraciones.
Celebrar las presidenciales primero podría tener un impacto en los resultados de las legislativas, estiman los analistas, porque los candidatos al parlamento harán hincapié en sus vínculos con el presidente electo para ganar votos.
El sábado, las conmemoraciones se transformaron en manifestaciones a la gloria del general Abdel Fatah al Sisi, jefe del ejército pero también ministro de Defensa y viceprimer ministro del gobierno interino, quien anunció la destitución del presidente islamista Mohamed Mursi a principios de julio.
Los detractores de las nuevas autoridades, liderados por los Hermanos Musulmanes -la influyente cofradía del expresidente Mursi- y movimientos estudiantiles -en primera fila durante la revolución de 2011- fueron dispersados violentamente por la policía, recurriendo a gases lacrimógenos y cañones de agua.
Tras 24 horas de violencia, al menos 49 personas perdieron la vida, sobre todo en El Cairo y Alejandría, la segunda ciudad del país. Unos 1.079 manifestantes fueron arrestados, según fuentes oficiales.
Las nuevas autoridades egipcias llevan a cabo una implacable represión de cualquier manifestación de la oposición desde que el ejército destituyó y detuvo al presidente islamista Mohamed Mursi hace siete meses.
Seis atentados fueron perpetrados contra la policía el viernes y el sábado en la capital egipcia. El domingo, las fuerzas del orden cerraron los principales ejes que llevan a comisarías o puestos militares.
Sin embargo, en un nuevo golpe contra el ejército, cuatro soldados fueron asesinados por hombres armados en el norte de la península del Sinaí, según fuentes de seguridad.
Asimismo, cinco soldados murieron el sábado cuando el helicóptero en el que iban se estrelló en esta misma península fronteriza con la Franja de Gaza, que se ha trasformado en la base de varios grupos yihadistas. Por el momento, no se ha divulgado ninguna explicación sobre el accidente.
La mayoría de los atentados fueron reivindicados por un grupo yihadista basado en el Sinaí y que dice inspirarse de Al Qaida, Ansar Beit al Maqdis, pero las autoridades responsabilizan a los Hermanos Musulmanes, declarados hace poco "grupo terrorista".
Paralelamente, los medios de comunicación del país, que emiten regularmente propaganda a la gloria del ejército y la policía, denigran sistemáticamente a la cofradía que había ganado todas las elecciones desde el derrocamiento de Mubarak.
Los diarios egipcios se hacían ampliamente eco este domingo de las manifestaciones de la víspera, en la emblemática plaza Tahrir, de los partidarios de las nuevas autoridades en su "guerra contra el terrorismo".
El sábado, los canales de televisión oficiales y privados mostraron durante todo el día imágenes aéreas de la plaza, grabadas desde un helicóptero del ejército.
Esta plaza, epicentro de la revolución de 2011, era esta vez escenario de una demostración de fuerza de las nuevas autoridades dirigidas de facto por el ejército, con el objetivo de promover la popularidad del general Sisi.
Desde agosto, más de 1.000 personas murieron en la represión del ejército y miles de miembros de los Hermanos Musulmanes, incluyendo la mayoría de sus dirigentes, fueron encarcelados. Muchos de ellos, incluido Mursi, están siendo juzgados y podrían ser condenados a muerte.