Ocelot, de 67 años, mundialmente conocido por su película "Kirikú y la bruja", se autodefine a su vez como "un hechicero capaz de producir belleza creando personajes y acciones que no existen, llevándonos en un viaje a través de diferentes mundos, como en una alfombra mágica".
Este cineasta, que es él mismo una leyenda en el cine de animación, vivió algunos años en Africa y ha viajado mucho por el mundo; eso se nota en esta película que hay que ver con anteojos especiales para disfrutar de los relieves y los decorados, de los colores y las metamorfosis de los personajes.
"Me he encontrado este nuevo juguete del cine digital en tres dimensiones que me permite contar mis historias como por encanto. Ensayo todas las herramientas que me caen en la mano. Pero la técnica es secundaria, lo importante es tener algo que decir que sea útil a la gente", declaró este realizador que estudió Bellas Artes antes de dedicarse al cine.
Estos cuentos de la noche arcaicos, realizados con técnicas ultramodernas, están repletos de monstruos de pesadilla, de princesas amenazadas, de hombres transformados en lobos, de abejas, iguanas y caballos alados, de danzas y tambores.
A Ocelot le interesan "toda clase de conexiones, todos los paisajes, todas las formas de arte, y por supuesto todos los periodos de la Historia".
Por eso escogió un cuento tradicional de las Antillas --el descenso al mundo de los muertos-- "porque era una oportunidad de crear algunos decorados hermosos, con esa vegetación tropical que adoro".
"Me encantan los cuentos de hadas. Tengo en mí todas las edades. Me divierto haciendo mis películas y quiero que el público se divierta. Me encanta el mundo del teatro, las convenciones, lo artificial, cuando se abre el telón, cuando hay un cofre de mago que es necesario abrir con cuidado. Lo único verdadero deben ser los sentimientos", dijo.
Su filme también cuenta la historia de una muchacha que va a ser sacrificada inspirada en un cuento africano, pero que él situó en el mundo de los Aztecas "por su formidable arquitectura y por la crueldad de sus sacrificios humanos", añadió.
El supervisor de los efectos especiales en tres dimensiones de la película de Ocelot, Rodolphe Chabrier, dijo por su lado que la técnica digital para filmar en relieve es al mismo tiempo ultramoderna "y ya arcaica, porque es molesto tener que ponerse esos anteojos, que seguro van a desaparecer. Y la pantalla es limitada".
"Filmar en relieve es justo una nueva escritura. Hay la noción de una mayor inmersión, la posibilidad de entrar más en la realidad virtual, pero como dice Michel Ocelot lo importante es el encuentro con la emoción", declaró Chabrier.
Ocelot habló también del placer que tuvo al fabricar esta película. "Con el ordenador tienes la felicidad de manipular. Y la paleta que te ofrece es muy amplia. Cada decorado puede ser una orgía de colores. Las siluetas negras en primer plano valorizan los decorados".
Pero lo "que le da calidad a una obra es el artista", dijo este infatigable cuentista, uno de cuyos ídolos es el danés Hans Christian Andersen.