"No acepto el encarcelamiento. Exijo ser liberado de inmediato", declaró el extremista de derecha de 32 años en una comparecencia ante el tribunal de Oslo que se espera ordene su mantenimiento en prisión preventiva.
Cuando Behring Breivik pidió su puesta en libertad, cosa que hizo dos veces, se escucharon risotadas en los bancos en los que estaban sentados supervivientes y familiares de víctimas.
La masacre fue "un ataque preventivo contra los traidores de la patria", y el objetivo era "defender a la población de etnia noruega", dijo el acusado ante el tribunal.
En julio, Behring Breivik, que decía librar una cruzada contra el multiculturalismo y la "invasión musulmana" de Europa, hizo detonar un coche bomba ante unos edificios gubernamentales en Oslo, matando a ocho personas.
Luego fue, disfrazado de policía, a la isla de Utoya, a 40 kilómetros de la capital, donde, durante más de una hora, mató a disparos a 69 personas, en su mayoría adolescentes, que asistían a un campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista, en el poder.
De traje negro y corbata azul claro, Breivik entró a la sala haciendo un saludo con sus manos esposadas, juntando los puños cerrados sobre el corazón y luego tendiendo los brazos hacia la asistencia, "un saludo de extrema derecha", según su abogado Geir Lippestad.
"Nosotros, el movimiento de resistencia noruego, no vamos a quedarnos con los brazos colgando cuando nos convierten en una minoría en nuestro propio país", dijo, afirmando que actúa "para defender a su pueblo, su cultura, su religión".
Su proceso judicial comenzará el 16 de abril.
Declarado penalmente irresponsable por un primer dictamen psiquiátrico el año pasado, lo que podría evitarle la prisión, el extremista será objeto de un segundo examen cuyos resultados se conocerán el 10 de abril.