Cafés y restaurantes devuelven una aparente normalidad a Trípoli
AFP (Agencia France-Presse)
Trípoli, Libia. - El "Toucan", que fusiona cocinas mediterráneas, es uno más de los cafés y restaurantes que han aparecido en los últimos meses en Trípoli, donde los habitantes intentan disfrutar en los bares de una aparente normalidad pese a la caótica situación del país.
"Si espero que un gobierno (...) me traiga lo que necesito, me arriesgo a esperar mucho tiempo", explica a la AFP su propietario, Abdelmutaleb Twigiri, en un momento en que el gobierno de unidad nacional intenta arraigarse en la capital libia.
"Es gracias a las personas que la vida puede continuar", asegura este tripolitano de 46 años, con los brazos cargados de platos y bandejas de pan recién hecho, durante la inauguración de su restaurante con vistas al mar.
Su negocio forma parte de los 15 cafés, restaurantes y establecimientos de comida rápida que han aparecido a lo largo de los 15 kilómetros de una carretera muy transitada que atraviesa Hay al Andalus, Gargaresh, Abu Nawas y Siyahiya, los barrios residenciales del oeste de Trípoli.
Al igual que el país, sumido en el caos desde la caída del régimen de Muamar Gadafi en 2011, la capital libia se ha visto golpeada por las divisiones políticas y los combates, especialmente después de que la coalición de milicias Fajr Libya tomara la ciudad en agosto de 2014.
Y a la crisis política se le suma otra económica, marcada por la caída dramática de las exportaciones petroleras, principal recurso del país, el encarecimiento de la vida, los retrasos en el pago de los salarios y, desde hace algunos meses, una crisis de liquidez.
En los dos últimos dos años, los tripolitanos habían incluso perdido sus puntos de referencia en la ciudad, limitando sus desplazamientos y su tiempo de ocio.
Pero el acuerdo impulsado por Naciones Unidas alcanzado en diciembre en Marruecos que permitió crear un gobierno de unidad nacional, instalado en Trípoli desde marzo, ha traído consigo un cambio de ambiente en la capital libia.
Cuando "la gente se siente segura, invierte", explica Abdelkader al Kanuni, presidente de una asociación caritativa.
"Hay tanta gente en dificultades", lamenta Abdelmutaleb Twigiri con la voz entrecortada, pero orgulloso de que su "Toucan" dé trabajo a "cincuenta familias".
A pesar de las dificultados, la pasión de los tripolitanos por el café y los restaurantes no decae y estos establecimientos padecen menos que otros la crisis. Además sus trabajadores suelen ser extranjeros, mucho más baratos.
El café se importa a menudo de Italia, la antigua potencia colonial, al igual que las ultramodernas máquinas de diseño para prepararlo.
Los libios beben café "mañana, tarde y noche", explica Mohamad Aguili, que abrió hace dos meses el "Harley Davidson Café", en el oeste de Trípoli, y asegura que los hay para todos los bolsillos.
A pesar de los riesgos económicos y de seguridad, Aguili tiró adelante su proyecto. En los negocios, "hace falta valentía", dice.
En la sección "Familias" del Café Veranda, una célebre pastelería de Trípoli que ha sabido preservar su calidad incluso tras la marcha de su chef italiano en 2011, las primas Hind, Mira y Lamaan —maquillaje y manicura perfectas, pañuelos de seda a modo de hiyab— intentan hacerse oír por encima del barullo.
En Trípoli, "el ocio es limitado", asegura Mira, de 23 años y estudiante de farmacia. "Existen los cafés, pasar horas en Facebook o los dos a la vez".
Las cafeterías y los restaurantes permiten "tener una especie" de vida social, dice Hind, de 25 años. "Si están abiertos, es que todo va bien". "Haya bombas o crisis económica, la gente seguirá bebiendo café".
Abdelmutaleb Twigiri, el propietario del Toucan, lo resume de otra manera: "Queremos vivir". "Los tripolitanos se doblan pero no se rompen", dice orgulloso, al igual que las palmeras datileras plantadas frente a su restaurante para remplazar el muro que los hijos de Gadafi habían construido para bloquear el acceso a la playa.
"Es gracias a las personas que la vida puede continuar", asegura este tripolitano de 46 años, con los brazos cargados de platos y bandejas de pan recién hecho, durante la inauguración de su restaurante con vistas al mar.
Su negocio forma parte de los 15 cafés, restaurantes y establecimientos de comida rápida que han aparecido a lo largo de los 15 kilómetros de una carretera muy transitada que atraviesa Hay al Andalus, Gargaresh, Abu Nawas y Siyahiya, los barrios residenciales del oeste de Trípoli.
Al igual que el país, sumido en el caos desde la caída del régimen de Muamar Gadafi en 2011, la capital libia se ha visto golpeada por las divisiones políticas y los combates, especialmente después de que la coalición de milicias Fajr Libya tomara la ciudad en agosto de 2014.
Y a la crisis política se le suma otra económica, marcada por la caída dramática de las exportaciones petroleras, principal recurso del país, el encarecimiento de la vida, los retrasos en el pago de los salarios y, desde hace algunos meses, una crisis de liquidez.
En los dos últimos dos años, los tripolitanos habían incluso perdido sus puntos de referencia en la ciudad, limitando sus desplazamientos y su tiempo de ocio.
Pero el acuerdo impulsado por Naciones Unidas alcanzado en diciembre en Marruecos que permitió crear un gobierno de unidad nacional, instalado en Trípoli desde marzo, ha traído consigo un cambio de ambiente en la capital libia.
Cuando "la gente se siente segura, invierte", explica Abdelkader al Kanuni, presidente de una asociación caritativa.
"Hay tanta gente en dificultades", lamenta Abdelmutaleb Twigiri con la voz entrecortada, pero orgulloso de que su "Toucan" dé trabajo a "cincuenta familias".
- 'Queremos vivir' -
A pesar de las dificultados, la pasión de los tripolitanos por el café y los restaurantes no decae y estos establecimientos padecen menos que otros la crisis. Además sus trabajadores suelen ser extranjeros, mucho más baratos.
El café se importa a menudo de Italia, la antigua potencia colonial, al igual que las ultramodernas máquinas de diseño para prepararlo.
Los libios beben café "mañana, tarde y noche", explica Mohamad Aguili, que abrió hace dos meses el "Harley Davidson Café", en el oeste de Trípoli, y asegura que los hay para todos los bolsillos.
A pesar de los riesgos económicos y de seguridad, Aguili tiró adelante su proyecto. En los negocios, "hace falta valentía", dice.
En la sección "Familias" del Café Veranda, una célebre pastelería de Trípoli que ha sabido preservar su calidad incluso tras la marcha de su chef italiano en 2011, las primas Hind, Mira y Lamaan —maquillaje y manicura perfectas, pañuelos de seda a modo de hiyab— intentan hacerse oír por encima del barullo.
En Trípoli, "el ocio es limitado", asegura Mira, de 23 años y estudiante de farmacia. "Existen los cafés, pasar horas en Facebook o los dos a la vez".
Las cafeterías y los restaurantes permiten "tener una especie" de vida social, dice Hind, de 25 años. "Si están abiertos, es que todo va bien". "Haya bombas o crisis económica, la gente seguirá bebiendo café".
Abdelmutaleb Twigiri, el propietario del Toucan, lo resume de otra manera: "Queremos vivir". "Los tripolitanos se doblan pero no se rompen", dice orgulloso, al igual que las palmeras datileras plantadas frente a su restaurante para remplazar el muro que los hijos de Gadafi habían construido para bloquear el acceso a la playa.