Caos e instituciones paralizadas tres años después de la revuelta en Libia

AFP (Agencia France-Presse)

TRÍPOLI. - Un interminable período de transición, una inseguridad de récord y unas instituciones paralizadas sumen Libia en el caos, tres años después del inicio de la revuelta que acabó con la caída del régimen del dictador Muamar Gadafi.

Las autoridades de transición, impotentes, no dan abasto entre criminalidad, ajustes de cuentas políticos o ideológicos y enfrentamientos tribales.

La crisis política y económica sin precedentes, que paraliza el poder ejecutivo y divide el legislativo, hunde el país desde hace meses en la anarquía y en la incertidumbre.

La élite política, que se disputa el poder en Trípoli, es incapaz de consensuar el futuro del gobierno de Ali Zeidan o una nueva hoja de ruta del período de transición, que debería haber finalizado el 7 de febrero con la adopción de una Constitución.

El Congreso General Nacional (CGN, parlamento) anunció a principios de febrero la prolongación de su mandato hasta diciembre de 2014, una decisión que divide a la clase política, a la población y a las milicias armadas.

Miles de libios se manifestaron estos últimos días contra esta decisión, al considerar que el mandato del parlamento expiró, y para reclamar elecciones generales anticipadas.

Las manifestaciones suscitan el temor de un aumento de la violencia, puesto que los principales protagonistas de la crisis actual están apoyados por grupos armados que no dudan en amenazar con tomar las armas para imponer una decisión política o excluir a sus rivales.

Estas milicias están formadas por los ex rebeldes que combatieron las fuerzas de Muamar Gadafi hasta su muerte el 20 de octubre de 2011.

La revuelta comenzó a mediados de febrero de 2011 en Bengasi (este) con manifestaciones sin precedentes contra el régimen del dictador libio.

 

Inseguridad

 

Desde la caída de Gadafi, las milicias están consideradas como las responsables de la inseguridad y de poner trabas al proceso de reconstrucción del estado.

El poder ejecutivo, además, se encuentra casi paralizado en Libia. Los diputados islamistas ejercen una gran presión contra el primer ministro, al que piden su dimisión.

La crisis política debilita aún más la seguridad en el este del país, donde mueren casi diariamente miembros de los servicios de seguridad o jueces.

La región oriental, feudo de islamistas radicales, es también el escenario de decenas de ataques contra intereses occidentales como el producido contra el consulado estadounidense en Bengasi en septiembre de 2012, que se saldó con la muerte del embajador norteamericano.

Esta inseguridad, que también afecta a la capital, alimenta la incertidumbre sobre la celebración de las elecciones de una comisión constituyente, previstas inicialmente el 20 de febrero.

La ONU instó a los protagonistas de la crisis a poner todo de su parte "para no atizar los conflictos, que podrían sumir el país en la anarquía o el caos".

En el plano económico, este país rico en petróleo corre el riesgo de conocer su mayor crisis financiera. Las autoridades no consiguen desbloquear las instalaciones petrolíferas en el este, lo que priva al país de su única fuente de ingresos.

La población de Libia "no ha constatado una mejora en el nivel de vida o una voluntad sincera para poner fin a la anarquía que sacude el país", dijo el profesor de ciencias políticas, Ahmed Mahmud.

"Estos tres años se suman a los 42 de la dictadura de Muamar Gadafi", indicó Mahmud, para quien "la nueva Libia es como una incubadora, que produce nuevos Gadafis", en alusión a los jefes de guerra que imponen su ley en el país.



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