Caso Bo evidencia impunidad de las élites chinas y la necesidad de cambios

AFP (Agencia France-Presse)

PEKÍN. - La saga Bo Xilai, el mayor escándalo político en años en China, pone de manifiesto la impunidad de las élites del país, que vive fuertes tensiones sociales y evidencia la urgente necesidad de un profundo cambio, según los observadores.

Bo Xilai, a la derecha, y su esposa, Gu Kailai.
Bo Xilai, a la derecha, y su esposa, Gu Kailai.
La caída del antiguo jefe del Partido Comunista de la ciudad de Chongqing (centro-oeste), otrora estrella ascendente del partido, y la investigación sobre su esposa, sospechosa de la muerte de un británico, alimentan las conversaciones de los chinos de la calle, pese a los esfuerzos de las autoridades en censurarlos.
Se han filtrado pocas declaraciones oficiales sobre el caso, pero las acusaciones y los rumores sobre una corrupción masiva y los graves abusos de autoridad perpetrados por Bo y su familia circulan en internet ante el estupor de una población harta de la corrupción de los dirigentes.
"El caso Bo Xilai muestra que la corrupción entre algunos dirigentes de más alto rango es enorme", dice Sidney Rittenberg, un estadounidense que lleva mucho tiempo viviendo en China y ha observado de cerca el funcionamiento del partido.
"Los dirigentes que quieren combatir realmente la corrupción, incluidos los de lo más alto de la pirámide, están a menudo en minoría y no pueden limpiar estos establos", dice.
"Desde el fin de la dirección centralizada de la economía, los responsables locales tienen prácticamente la libertad para dirigir como bien les parece sus regiones".
Bo fue cesado de su puesto de jefe del Partido Comunista en Chongqing en marzo y suspendido a mediados de abril del Politburo, sospechoso de "serias violaciones de disciplina", una terminología habitualmente reservada para los asuntos de corrupción.
Su esposa, Gu Kailai, es objeto de investigación ya que se sospecha que está implicada en el asesinato de un hombre de negocios británico, muy próximo a la familia Bo.
Esta telenovela trepidante, que mezcla intrigas de novela policiaca y espectáculo holywoodiano, apasiona a la población, que en parte estaba seducida por el populista Bo, una mezcla de maoísta y dirigente moderno, lejos del prototipo de cacique del partido blandengue.
Jiang Weiping, un periodista que pasó cinco años en la cárcel por publicar artículos críticos con la pareja Bo, dice que tuvo conocimiento de las prácticas corruptas de este hombre político desde principios de los años 90, cuando Bo era jefe de propaganda de la ciudad de Dalian (norte).
La esposa, Gu, recababa ilegalmente fondos a través de empresa creadas para facilitar las inversiones extranjeras o a través de instituciones de investigación, según el periodista, que vive actualmente en Canadá.
Bo, hijo de un revolucionario y alto dirigente, escaló los peldaños del poder ofreciendo tierras y dinero a personas bien situadas, explica el periodista a la AFP.
Poco después de su llegada a Chongqing, megápolis del centro-oeste, Bo lanzó una cruzada contra la corrupción, con miles de detenciones y sonoros procesos antimafia, una operación de manos limpias muy criticada por los defensores de derechos humanos.
"Tiene dos caras. Por un lado, tiene mucho talento y encanto y por otra es un conspirador. Tiene mucha labia y muy dotado para impresionar", dice Jiang.
El caso Bo es considerado como el mayor escándalo político de China, país que sin embargo ha conocido sonoros casos de corrupción.
El ex número uno del Partido Comunista chino en Shanghai, Chen Liangyu, fue condenado a 18 años de cárcel por corrupción en 2008. El ex alcalde de Pekín, Chen Xitong, fue expulsado en 1995 de su puesto y condenado a 16 años de cárcel, también por corrupción.
Pero los expertos subrayan que la situación económica y social de 2012 es muy diferente a la que había hace unos años, y el asunto Bo hace más necesarias que nunca las reformas profundas.
"Mucha gente con la que estoy en contacto, de opiniones y horizontes diferentes, dicen que se necesitan reformas políticas", declara Sidney Rittenberg.
La legitimidad del partido, estos últimos años, reposaba para muchos en el crecimiento desenfrenado de la economía, que ha sacado de la pobreza a una parte de la población.
Pero este crecimiento se desacelera y el modelo económico se agota. Las tensiones sociales se incrementan como lo demuestran las violentas protestas de la población rural contra la expropiación de tierras por potentados locales, ante la imposibilidad de recurrir a una justicia justa.
El partido debe efectuar "profundas transformaciones" si quiere "recuperar la confianza del pueblo y mantenerse en el poder", estima Cheng Li, experto de las élites chinas, de Brookings Institution.
"La crisis de Bo Xilai puede ser una maldición o una bendición para el PCC (partido comunista chino)", declaró en una entrevista con la Oficina Nacional de Investigación Asiática, publicada el miércoles.
"Una maldición si el partido estima que puede seguir como lo ha hecho hasta ahora, pero una bendición si decide cambiar".


Nuevo comentario: