Clamor por dignificar las fosas comunes
Levante, Valencia
Julio Estellés, de 82 años, guarda en la memoria un sonido y una imagen. El ruido evoca "las descargas de los fusilamientos" que oía de niño en su Burjassot natal. La imagen, situada en el cementerio, revive a dos guardias civiles que reprendían los llantos excesivos de las viudas ante las fosas comunes de republicanos fusilados, y "fichaban" a quienes se acercaban a esas tumbas anónimas todavía calientes.
Pero el Fòrum per la Memòria del País Valencià -convocante del acto junto con otros 14 colectivos- quiere más. En un manifiesto leído por la profesora universitaria Maria Conca, el foro reclamó al Ayuntamiento de Valencia "la preservación y dignificación de las fosas comunes del cementerio general de Valencia como espacio de la memoria" porque "el lugar donde han sido enterradas miles de víctimas ha de ser el recordatorio permanente de un hecho que no podemos olvidar".
Las fosas comunes llenas de "víctimas directas" -"asesinados, torturados, exiliados"- y ante las que todavía lloran "las víctimas indirectas" de la guerra -"por el empobrecimiento cultural, el hambre, el miedo y la marginación social"- permanecen situadas entre la maleza y separadas por unas vallas metálicas.
Ese estado de semiabandono "es un olvido de la democracia", opina Adela León, una granadina de 76 años afincada en Valencia cuyo padre -miembro de la guardia republicana- fue fusilado en alta mar en 1937. "Estas fosas deberían ser un jardín en memoria de los que cayeron por ambos bandos y no que sólo tengan relevancia las víctimas del bando ganador", lamenta Adela León.
Los manifestantes volvieron a reclamar ayer -como el día anterior en Paterna- "verdad, justicia y rehabilitación integral" de los represaliados. Después de guardar un minuto de silencio en memoria de los fusilados y escuchar la muixeranga, cada asistente leyó en voz alta el nombre de uno de los enterrados en las fosas comunes gracias a los papelitos repartidos al azar por la organización. En cada uno figuraba el nombre de un fusilado y su edad. Antes de finalizar el acto, algunos asistentes penetraron el vallado que circunda las fosas comunes para clavar banderas republicanas entre el fosar.
A tanto no llegó Julio Estellés. Pero en venganza de aquellos imborrables años de silencio obligado y dolor escondido, este octogenario de Burjassot acudió ayer al cementerio de Valencia con un gran ramo de flores tricolor (moradas, rojas y amarillas), levantó el puño mientras sonaba el Himno de Riego y, cuando le llegó el turno, gritó alto y claro: "Francisco Marsilla Lluch, 69 años".