¿Cuánto tiempo hará falta para reconstruir Homs?
La Vanguardia, Barcelona, España
Beirut, Líbano. - Para llegar a Homs , que los rebeldes proclamaron la “capital de la revolución” hasta que las tropas gubernamentales tomaron el viejo centro de la ciudad ahora hace un año, hay que atravesar un tramo de carretera hacia el norte , que sigue siendo peligroso. Es Harasta, más allá de la estación de autobuses con dirección a Rakka, a Alepo.
Un extenso paisaje devastado, con casas y edificios fantasmagóricos, donde El Nusra y el Ejército del Islam libraron en 2013 una feroz batalla en su tentativa de conquistar Damasco. Esta es la principal carretera de Siria que une Damasco con Alepo. Es el enlace comercial y estratégico entre las regiones del interior y el litoral mediterráneo con ciudades como Lataquia y Tartus, donde están muy arraigados los alauíes, la minoría que constituye el núcleo del poder del régimen de los Assad. Es una amplia carretera con tramos recién asfaltados orillada de vez en cuando de pinos, a veces doblados por la fuerza del viento procedente del mar. Es ya muy raro distinguir entre los campos, en su llano paisaje, y entre sus pueblos las tradicionales construcciones cónicas o kube, habitáculos pulcros que ahora sirven como palomares.
Antes de esta guerra Homs era un gran centro de industrias metalúrgicas, textiles, de fosfatos, con una gran refinería, habitada por una población de mayoría suni con barrios cristianos y alauíes. Carecía de atractivo para los turistas que la atravesaban sin detenerse en dirección a Palmira -Tadmor en árabe-, Alepo y a su periferia histórica de las “ciudades muertas”, antiguas poblaciones cristianas sepultadas hace siglos.
Ni su plaza con la torre del Reloj, arrancado durante la guerra -una plaza del mismo estilo de las que hay en Hama, en Alepo, en Trípoli, de la época otomana- ni su solemne mausoleo de Jaled Iben El Walid, caudillo que implantó el Islam en Siria en el año 636 de nuestra era, de resplandecientes cúpulas metálicas ni las antiguas iglesias como la de la Cintura de la Virgen o de San Elías, ni su principal calle Kuat Shukri con sus restaurantes, cines, y comercios, ni sus zocos con los mercaderes de brocados, atraían a los viajeros.
Hay en Homs, patria del emperador romano Heliogábalo, un laberinto de catacumbas, de galerías excavadas, durante la época romana donde los cristianos se refugiaban o enterraban a sus muertos, que también sirvieron a los yihadistas durante el tiempo que ocuparon los antiguos barrios de la ciudad.
Por las calles desiertas, entre las ruinas de las fachadas incendiadas, viejas mujeres vestidas con negros abrigos, sin velo, cristianas del barrio de Hamadiye, atravesaban el patio de Nuestra Señora de la Cintura- que según la tradición guarda esta prenda de la madre de Jesucristo para asistir a la misa-. Unas máquinas excavadoras limpiaban la calle de escombros y basuras. Era domingo y un puñado de feligreses se habían congregado en este antiguo templo de negra piedra granítica en la ceremonia litúrgica semanal, oficiada por el arzobispo revestido de capa pluvial. La iglesia como todo el barrio fue tomada por los milicianos de El Nusra que utilizaron a sus vecinos como escudos humanos ante los ataques del ejército sirio. Destruyeron la sede del arzobispado, murales de la iglesia parroquial, acribillaron el busto de uno de sus patriarcas y decapitaron, como en Mosul, la imagen de la Virgen María.
“Querían destruir todo lo de este país –decía Pierre Rizk un joven con el brazo tatuado con la palabra Hope- no solo lo moderno sino también lo antiguo”. Con su hermano descendimos a la excavada gruta, en cuyo fondo se encuentra el primitivo altar de esta histórica iglesia de los pueblos del Levante. Después de la misa el arzobispo Andraos Tamer, afirmaba con energía: “Aquí nacimos y moriremos aquí porque estamos enraizados en esta tierra. Desde Siria se difundió el cristianismo. Somos un pueblo civilizado pese a esta guerra. Si queremos dar una identidad a Cristo diríamos que fue sirio porque Palestina es un trozo de Siria.” En el vecino convento de los jesuitas el padre Michel Daoud nos mostró la sepultura del sacerdote holandés Franz Van Dergust, que vivió cincuenta años en Siria, asesinado en el mimo jardín por un terrorista el 7 de abril del año pasado, poco antes de la toma de la ciudad vieja por las tropas gubernamentales.
Quedan muy pocos cristianos en Homs, donde habían vivido alrededor de noventa mil creyentes de las diferentes iglesias y ritos. El barrio de Hamediye -el mismo nombre del gran bazar de Damasco- está pegado al centro urbano con las plazas del Reloj y de Basel. Hafez el Assad, el primogénito del anterior presidente que debía sucederle en el poder, y cuya muerte por accidente automovilístico en la carretera del aeropuerto de Damasco en 1994, cambió el destino de su hermano Bashar que estudiaba en Londres oftalmología y que heredó la Jefatura del Estado de su padre, en el año 2000 después de su muerte. La toma de Homs el 15 de marzo del año pasado fue anunciada un día antes de las elecciones en las que de nuevo Bashar el Assad fue reelegido Rais.
De los quince distritos de la ciudad, todavía uno, llamado Alumur, está en poder de los rebeldes , aunque hay un tregua en vigor entre los beligerantes. Cuando los soldados sirios dominaron Homs después de setecientos días de combates feroces y bombardeos día y noche en barrios como el de Bab Amr -al que el escritor francés Jonathan Littell dedicó su Carnets de Homs, los insurrectos creyeron que significaba “el fin de la revolución”. La destrucción de Homs es mucho mas cruel y extensa que la que sufrió el centro de Beirut en la guerra entre 1975 y 1990. Yo diría que quizás sea la mayor destrucción urbana de todas las guerras habidas en Oriente Medio en siete décadas.
Mas allá de la plaza del Reloj se extienden amplios barrios que no fueron víctimas de esta batalla infernal que comenzara en el 2011 poco después del principio de la rebelión en Deraa. Por sus calles circulan autobuses verdes, amarillos taxis, gente tranquila, de esta importante población industrial. En una avenida con palmeras y arriates de cuidados macizos de flores, han abierto La terrase, la cafetería mas moderna de la ciudad. ¿Quién sabe cuanto tiempo será necesario para reconstruir Homs?
Tomás Alcoverro
Antes de esta guerra Homs era un gran centro de industrias metalúrgicas, textiles, de fosfatos, con una gran refinería, habitada por una población de mayoría suni con barrios cristianos y alauíes. Carecía de atractivo para los turistas que la atravesaban sin detenerse en dirección a Palmira -Tadmor en árabe-, Alepo y a su periferia histórica de las “ciudades muertas”, antiguas poblaciones cristianas sepultadas hace siglos.
Ni su plaza con la torre del Reloj, arrancado durante la guerra -una plaza del mismo estilo de las que hay en Hama, en Alepo, en Trípoli, de la época otomana- ni su solemne mausoleo de Jaled Iben El Walid, caudillo que implantó el Islam en Siria en el año 636 de nuestra era, de resplandecientes cúpulas metálicas ni las antiguas iglesias como la de la Cintura de la Virgen o de San Elías, ni su principal calle Kuat Shukri con sus restaurantes, cines, y comercios, ni sus zocos con los mercaderes de brocados, atraían a los viajeros.
Hay en Homs, patria del emperador romano Heliogábalo, un laberinto de catacumbas, de galerías excavadas, durante la época romana donde los cristianos se refugiaban o enterraban a sus muertos, que también sirvieron a los yihadistas durante el tiempo que ocuparon los antiguos barrios de la ciudad.
Por las calles desiertas, entre las ruinas de las fachadas incendiadas, viejas mujeres vestidas con negros abrigos, sin velo, cristianas del barrio de Hamadiye, atravesaban el patio de Nuestra Señora de la Cintura- que según la tradición guarda esta prenda de la madre de Jesucristo para asistir a la misa-. Unas máquinas excavadoras limpiaban la calle de escombros y basuras. Era domingo y un puñado de feligreses se habían congregado en este antiguo templo de negra piedra granítica en la ceremonia litúrgica semanal, oficiada por el arzobispo revestido de capa pluvial. La iglesia como todo el barrio fue tomada por los milicianos de El Nusra que utilizaron a sus vecinos como escudos humanos ante los ataques del ejército sirio. Destruyeron la sede del arzobispado, murales de la iglesia parroquial, acribillaron el busto de uno de sus patriarcas y decapitaron, como en Mosul, la imagen de la Virgen María.
“Querían destruir todo lo de este país –decía Pierre Rizk un joven con el brazo tatuado con la palabra Hope- no solo lo moderno sino también lo antiguo”. Con su hermano descendimos a la excavada gruta, en cuyo fondo se encuentra el primitivo altar de esta histórica iglesia de los pueblos del Levante. Después de la misa el arzobispo Andraos Tamer, afirmaba con energía: “Aquí nacimos y moriremos aquí porque estamos enraizados en esta tierra. Desde Siria se difundió el cristianismo. Somos un pueblo civilizado pese a esta guerra. Si queremos dar una identidad a Cristo diríamos que fue sirio porque Palestina es un trozo de Siria.” En el vecino convento de los jesuitas el padre Michel Daoud nos mostró la sepultura del sacerdote holandés Franz Van Dergust, que vivió cincuenta años en Siria, asesinado en el mimo jardín por un terrorista el 7 de abril del año pasado, poco antes de la toma de la ciudad vieja por las tropas gubernamentales.
Quedan muy pocos cristianos en Homs, donde habían vivido alrededor de noventa mil creyentes de las diferentes iglesias y ritos. El barrio de Hamediye -el mismo nombre del gran bazar de Damasco- está pegado al centro urbano con las plazas del Reloj y de Basel. Hafez el Assad, el primogénito del anterior presidente que debía sucederle en el poder, y cuya muerte por accidente automovilístico en la carretera del aeropuerto de Damasco en 1994, cambió el destino de su hermano Bashar que estudiaba en Londres oftalmología y que heredó la Jefatura del Estado de su padre, en el año 2000 después de su muerte. La toma de Homs el 15 de marzo del año pasado fue anunciada un día antes de las elecciones en las que de nuevo Bashar el Assad fue reelegido Rais.
De los quince distritos de la ciudad, todavía uno, llamado Alumur, está en poder de los rebeldes , aunque hay un tregua en vigor entre los beligerantes. Cuando los soldados sirios dominaron Homs después de setecientos días de combates feroces y bombardeos día y noche en barrios como el de Bab Amr -al que el escritor francés Jonathan Littell dedicó su Carnets de Homs, los insurrectos creyeron que significaba “el fin de la revolución”. La destrucción de Homs es mucho mas cruel y extensa que la que sufrió el centro de Beirut en la guerra entre 1975 y 1990. Yo diría que quizás sea la mayor destrucción urbana de todas las guerras habidas en Oriente Medio en siete décadas.
Mas allá de la plaza del Reloj se extienden amplios barrios que no fueron víctimas de esta batalla infernal que comenzara en el 2011 poco después del principio de la rebelión en Deraa. Por sus calles circulan autobuses verdes, amarillos taxis, gente tranquila, de esta importante población industrial. En una avenida con palmeras y arriates de cuidados macizos de flores, han abierto La terrase, la cafetería mas moderna de la ciudad. ¿Quién sabe cuanto tiempo será necesario para reconstruir Homs?
Tomás Alcoverro