Demasiada intimidad, entre Camps y los implicados, y el PP espera una exculpación
El País, España
Como quien se cae desde un sexto piso y al pasar por el cuarto exclama: por ahora voy bien. Así está reaccionando Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana, y, tras él, su partido, tanto en el ámbito nacional como en el regional, ante lo que va sabiéndose de sus presuntas relaciones con la terminal valenciana de la trama de corrupción organizada por Francisco Correa, en la que están implicados numerosos cargos del partido.

Pero entretanto, ayer mismo se conocieron, merced a su revelación por este periódico, unas grabaciones que figuran en el sumario y que muestran la estrecha relación entre Camps y El Bigotes: ambos hablan con gran familiaridad (y en términos que parecen sacados de una obra del género chico) de unos regalos de Pérez al presidente de la Generalitat y su familia. Regalos que deben ser valiosos, o al menos caros, porque la mujer del político le dice al donante que se ha "pasado 20 pueblos", hasta el punto de haber considerado la posibilidad de devolverlos.
La investigación abierta determinará si hay delito o no; si los trajes y demás regalos son una forma de pago en especie por un trato de favor en la contratación de actividades diversas en favor de Orange Market (por un importe de más de cinco millones de euros desde que Camps es presidente). Pero con independencia de esa dimensión judicial, hay otra, política, ineludible: ¿Puede seguir gobernando alguien sometido a un deterioro tan brutal de su imagen pública? ¿Qué credibilidad conserva quien demuestra una proximidad tan íntima con los organizadores de una trama de corrupción?
El PP prefiere no plantearse la cuestión y mirar al dedo en lugar de la luna: "No comentamos filtraciones del sumario". Parecen estar a la espera de un milagro: que, como en el caso Naseiro, aparezca en el último minuto un defecto de forma que permita anular el proceso, un tendedero de ropa que detenga la caída al vacío.