Desde su exilio, la escritora Taslima Nasrin preocupada por Bangladés
AFP (Agencia France-Presse)
Nueva Delhi, India. - Exiliada desde hace un cuarto de siglo de su Bangladés natal, la escritora Taslima Nasrin ve una resonancia de su tumultuoso destino en la serie de asesinatos y atentados yihadistas que azota su país.
La novelista, poeta y ensayista de 54 años, blanco de varias fetuas por sus escritos sobre religión y autora de libros prohibidos en su país, lamenta la situación de su tierra natal. "Bangladés nació como un Estado laico, pero ahora es una especie de Estado fundamentalista".
Condenada a huir en 1994, tras la publicación de su novela "Lajja" ("Vergüenza" en bengalí) sobre pogromos antihindúes en Bangladés, la prolífica escritora se instaló en India en 2011, después de haber estado en Europa y Estados Unidos.
Pero aún vive con la angustia de tener que dejarlo todo otra vez. La historia de su vida.
Recibe a la AFP en su piso de Nueva Delhi, vigilado por policías armados. La humedad mancha las paredes cubiertas de retratos suyos y premios prestigiosos que le concedieron durante su carrera.
Las vitrinas de libros en bengalí están adornadas con pegatinas con mensajes feministas y ateos. En la mesita hay un libro de caricaturas del semanario satírico francés Charlie Hebdo.
Nasrin sigue con preocupación la espiral de violencia en Bangladés, un país que describe como "una nación medieval e intolerante de sectarios, extremistas y fanáticos" en la introducción de "Exile", el último tomo de su autobiografía recién traducida al inglés (ediciones Penguin).
Desde 2013, una decena de blogueros y editores fallecieron bajo los machetazos de yihadistas.
Esas víctimas "escribían exactamente lo que yo escribía", dice la escritora de rostro redondo, cuya frente muestra el bindi, el punto rojo distintivo de las mujeres de Bengala.
Los asesinos son tan jóvenes, señala, que la mayoría de ellos ni siquiera habían nacido en la época de "Lajja", cuando decenas de miles de personas manifestaron para reclamar que fuera ahorcada.
"Esos fundamentalistas que mataron a los blogueros no salen de la nada. Sus ancestros, sus padres, sus abuelos ya querían matarme", declara la autora de 43 libros.
La policía de Bangladesh ha detenido a muchas personas por los asesinatos de blogueros y miembros de minorías religiosas.
Echando la vista atrás, Nasrin ve en el actual deterioro de la seguridad, que alcanzó su paroxismo con el atentado contra un café de Dacca en julio, la continuación lógica de las circunstancias que la llevaron al exilio.
En los años 1980, recuerda, "escribía sobre los fundamentalistas islámicos. Decía que no deberían prosperar sin oposición, que destruirían nuestra sociedad". Y "es exactamente lo que ocurre hoy en día".
El exilio no es un lecho de rosas. En su última obra, Nasrin relata los disturbios que la obligaron a abandonar India en su primera estancia.
Hacía tres años que vivía en Calcuta cuando, a mediados de 2007, estallaron manifestaciones para pedir su expulsión del país.
Para protegerla se le prohibió salir de su casa. Hasta que el Gobierno del Estado de Bengala Occidental (este de India) la metió en un avión, y la novelista emprendió un periplo kafkiano entre Jaipur y Delhi, ya que las autoridades no sabían qué hacer con ella.
El Estado acabará instalándola en una casa muy vigilada, un lugar de "silencio comatoso" y "ventanas enrejadas" donde permanecerá varios meses, antes de viajar a Suecia.
La escritora, alabada en Occidente como un símbolo de la lucha contra el oscurantismo, suscita elogios y vituperios en el subcontinente indio.
"No creo que sea un símbolo", opina. "Sólo soy una escritora como las demás y escribí sobre aquello en lo que creía. Así que algunas personas quisieron asesinarme, pero me da igual. Seguí escribiendo".
Condenada a huir en 1994, tras la publicación de su novela "Lajja" ("Vergüenza" en bengalí) sobre pogromos antihindúes en Bangladés, la prolífica escritora se instaló en India en 2011, después de haber estado en Europa y Estados Unidos.
Pero aún vive con la angustia de tener que dejarlo todo otra vez. La historia de su vida.
Recibe a la AFP en su piso de Nueva Delhi, vigilado por policías armados. La humedad mancha las paredes cubiertas de retratos suyos y premios prestigiosos que le concedieron durante su carrera.
Las vitrinas de libros en bengalí están adornadas con pegatinas con mensajes feministas y ateos. En la mesita hay un libro de caricaturas del semanario satírico francés Charlie Hebdo.
- Ola de asesinatos -
Nasrin sigue con preocupación la espiral de violencia en Bangladés, un país que describe como "una nación medieval e intolerante de sectarios, extremistas y fanáticos" en la introducción de "Exile", el último tomo de su autobiografía recién traducida al inglés (ediciones Penguin).
Desde 2013, una decena de blogueros y editores fallecieron bajo los machetazos de yihadistas.
Esas víctimas "escribían exactamente lo que yo escribía", dice la escritora de rostro redondo, cuya frente muestra el bindi, el punto rojo distintivo de las mujeres de Bengala.
Los asesinos son tan jóvenes, señala, que la mayoría de ellos ni siquiera habían nacido en la época de "Lajja", cuando decenas de miles de personas manifestaron para reclamar que fuera ahorcada.
"Esos fundamentalistas que mataron a los blogueros no salen de la nada. Sus ancestros, sus padres, sus abuelos ya querían matarme", declara la autora de 43 libros.
La policía de Bangladesh ha detenido a muchas personas por los asesinatos de blogueros y miembros de minorías religiosas.
Echando la vista atrás, Nasrin ve en el actual deterioro de la seguridad, que alcanzó su paroxismo con el atentado contra un café de Dacca en julio, la continuación lógica de las circunstancias que la llevaron al exilio.
En los años 1980, recuerda, "escribía sobre los fundamentalistas islámicos. Decía que no deberían prosperar sin oposición, que destruirían nuestra sociedad". Y "es exactamente lo que ocurre hoy en día".
- 'Me da igual' -
El exilio no es un lecho de rosas. En su última obra, Nasrin relata los disturbios que la obligaron a abandonar India en su primera estancia.
Hacía tres años que vivía en Calcuta cuando, a mediados de 2007, estallaron manifestaciones para pedir su expulsión del país.
Para protegerla se le prohibió salir de su casa. Hasta que el Gobierno del Estado de Bengala Occidental (este de India) la metió en un avión, y la novelista emprendió un periplo kafkiano entre Jaipur y Delhi, ya que las autoridades no sabían qué hacer con ella.
El Estado acabará instalándola en una casa muy vigilada, un lugar de "silencio comatoso" y "ventanas enrejadas" donde permanecerá varios meses, antes de viajar a Suecia.
La escritora, alabada en Occidente como un símbolo de la lucha contra el oscurantismo, suscita elogios y vituperios en el subcontinente indio.
"No creo que sea un símbolo", opina. "Sólo soy una escritora como las demás y escribí sobre aquello en lo que creía. Así que algunas personas quisieron asesinarme, pero me da igual. Seguí escribiendo".