EEUU ante la tormenta filipina
AFP (Agencia France-Presse)
Washington, Estados Unidos. - Al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le quedan sólo unos meses en el poder, pero al enfrentar la pérdida de su aliado clave en Asia, Filipinas, la Casa Blanca juega una estrategia de largo plazo.
El presidente filipino Rodrigo Duterte, de 71 años, ha llamado al mismo Obama -y al papa Francisco- "hijo de perra" y esta semana anunció el fin de décadas de alianza entre Washington y su país, aunque después matizó esas declaraciones.
"No hemos escuchado nada específico", dijo el vocero de la Casa Blanca, Josh Earnest. "Pero esos comentarios están creando una incertidumbre innecesaria en nuestras relaciones", añadió.
La ruptura por Duterte de una alianza militar de 65 años y su entusiasta acogida a China constituyen un golpe para la influencia de Estados Unidos en esa región.
Washington corre el riesgo de perder presencia y acceso a los puertos asiáticos y bases en el corazón del Mar del Sur de China, un nicho de tensiones geopolíticas.
Con el predecesor de Duterte, Benigno Aquino, China y Filipinas estaban en desacuerdo sobre una vital vía marítima, al punto que funcionarios estadounidenses temían ser arrastrados a una guerra con el gigante asiático.
Pero desde que Duterte asumió el poder, en junio pasado, ha suspendido el patrullaje conjunto con Washington y ha amenazado con poner fin a los ejercicios militares.
Una ruptura podría tener implicaciones regionales. El giro de Duterte podría llegar a dividir el bloque regional ASEAN, al que Washington ha cultivado como contrapeso a las aspiraciones de dominio de Pekín.
Ningún país de la región quiere una guerra, ni con China ni con Estados Unidos. "La región iba a darse cuenta, de muchas maneras, que China no es un socio confiable a largo plazo", opina Lyle Morris, de Rand Corporation. La corporación Rand es un laboratorio de ideas que forma a las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Pero Pekín está atrayendo a miembros del ASEAN con problemas de liquidez, como Camboya, destinándoles grandes inversiones en infraestructura. EE UU no invierte a ese nivel.
A Duterte, su reciente visita a Pekín, un escenario provocador para anunciar una ruptura de las relaciones con Estados Unidos, le valió miles de millones de dólares en acuerdos.
"Una motivación clave que empuja al presidente filipino hacia China es la economía", estima Murray Hiebert, de la firma CSIS.
La tensión con Washington también puede afectar las operaciones antiterroristas contra el grupo Abu Sayyaf, vinculado a Al Qaeda y que ha realizado bombardeos, asesinatos y secuestros.
La Casa Blanca está intentando limar asperezas con Duterte mediante la estrategia de no criticarlo. "Es muy, muy sensible a las críticas", señaló Morris de Rand. "Cuando las hacemos, por ejemplo con las ejecuciones extrajudiciales, se pone muy, muy molesto y eso lo fuerza a tomar decisiones que pueden no ser en favor de los mejores intereses de Filipinas", añade.
Duterte ha privilegiado la lucha contra el crimen en Filipinas, donde en los últimos cuatro meses han muerto unas 3.700 personas. Y eso ha llevado a que se multipliquen las denuncias de asesinatos extrajudiciales de parte de la policía.
La Casa Blanca se ha limitado a contener la tormenta lo mejor que puede y enfatiza que las relaciones con Filipinas van más allá de Duterte.
Los funcionarios estadounidenses destacan que la comunicación diaria con Manila ha cambiado muy poco desde que asumió Duterte, y apuntan que el presidente no ha ido adelante con sus "bravuconadas".
Duterte tendrá que asegurarse respaldo parlamentario para librarse del acuerdo de defensa con Estados Unidos, y por ahora hay pocas señales de que obtenga ese apoyo. A pesar de ser una excolonia estadounidense, los filipinos son abrumadoramente pro Estados Unidos.
La administración de Obama comenzó, de todas maneras, a responder cuidadosamente a los insultos y acciones de Duterte, y canceló una reunión entre ambos mandatarios en Laos.
Además de la lucha contra las drogas y la confrontación con Washington, el tema favorito de Duterte es la economía, y en ese plano Estados Unidos sigue siendo su aliado clave.
Estados Unidos es el segundo mayor inversor directo en Filipinas, después de las Islas Vírgenes -un paraíso fiscal-, según el Banco Santander.
"No hemos escuchado nada específico", dijo el vocero de la Casa Blanca, Josh Earnest. "Pero esos comentarios están creando una incertidumbre innecesaria en nuestras relaciones", añadió.
La ruptura por Duterte de una alianza militar de 65 años y su entusiasta acogida a China constituyen un golpe para la influencia de Estados Unidos en esa región.
Washington corre el riesgo de perder presencia y acceso a los puertos asiáticos y bases en el corazón del Mar del Sur de China, un nicho de tensiones geopolíticas.
Con el predecesor de Duterte, Benigno Aquino, China y Filipinas estaban en desacuerdo sobre una vital vía marítima, al punto que funcionarios estadounidenses temían ser arrastrados a una guerra con el gigante asiático.
Pero desde que Duterte asumió el poder, en junio pasado, ha suspendido el patrullaje conjunto con Washington y ha amenazado con poner fin a los ejercicios militares.
- Consecuencias regionales -
Una ruptura podría tener implicaciones regionales. El giro de Duterte podría llegar a dividir el bloque regional ASEAN, al que Washington ha cultivado como contrapeso a las aspiraciones de dominio de Pekín.
Ningún país de la región quiere una guerra, ni con China ni con Estados Unidos. "La región iba a darse cuenta, de muchas maneras, que China no es un socio confiable a largo plazo", opina Lyle Morris, de Rand Corporation. La corporación Rand es un laboratorio de ideas que forma a las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Pero Pekín está atrayendo a miembros del ASEAN con problemas de liquidez, como Camboya, destinándoles grandes inversiones en infraestructura. EE UU no invierte a ese nivel.
A Duterte, su reciente visita a Pekín, un escenario provocador para anunciar una ruptura de las relaciones con Estados Unidos, le valió miles de millones de dólares en acuerdos.
"Una motivación clave que empuja al presidente filipino hacia China es la economía", estima Murray Hiebert, de la firma CSIS.
La tensión con Washington también puede afectar las operaciones antiterroristas contra el grupo Abu Sayyaf, vinculado a Al Qaeda y que ha realizado bombardeos, asesinatos y secuestros.
La Casa Blanca está intentando limar asperezas con Duterte mediante la estrategia de no criticarlo. "Es muy, muy sensible a las críticas", señaló Morris de Rand. "Cuando las hacemos, por ejemplo con las ejecuciones extrajudiciales, se pone muy, muy molesto y eso lo fuerza a tomar decisiones que pueden no ser en favor de los mejores intereses de Filipinas", añade.
Duterte ha privilegiado la lucha contra el crimen en Filipinas, donde en los últimos cuatro meses han muerto unas 3.700 personas. Y eso ha llevado a que se multipliquen las denuncias de asesinatos extrajudiciales de parte de la policía.
- Capear la tormenta -
La Casa Blanca se ha limitado a contener la tormenta lo mejor que puede y enfatiza que las relaciones con Filipinas van más allá de Duterte.
Los funcionarios estadounidenses destacan que la comunicación diaria con Manila ha cambiado muy poco desde que asumió Duterte, y apuntan que el presidente no ha ido adelante con sus "bravuconadas".
Duterte tendrá que asegurarse respaldo parlamentario para librarse del acuerdo de defensa con Estados Unidos, y por ahora hay pocas señales de que obtenga ese apoyo. A pesar de ser una excolonia estadounidense, los filipinos son abrumadoramente pro Estados Unidos.
La administración de Obama comenzó, de todas maneras, a responder cuidadosamente a los insultos y acciones de Duterte, y canceló una reunión entre ambos mandatarios en Laos.
Además de la lucha contra las drogas y la confrontación con Washington, el tema favorito de Duterte es la economía, y en ese plano Estados Unidos sigue siendo su aliado clave.
Estados Unidos es el segundo mayor inversor directo en Filipinas, después de las Islas Vírgenes -un paraíso fiscal-, según el Banco Santander.