EEUU: la obsesión por "la decadencia del imperio"

AFP (Agencia France-Presse)

WASHINGTON. - A lo largo de la historia, los nuevos poderes han desafiado a los antiguos en los campos de batalla, en las salas de negociación de las cancillerías, o blandiendo sus tecnologías de vanguardia. Y luego está Muscatine, Iowa, una ciudad tranquila sobre el río Misisipi, en el centro de Estados Unidos, donde una vez vivió Mark Twain. Cuando el vicepresidente chino Xi Jinping visitó Muscatine en febrero pasado recordó que había conocido esa ciudad durante un viaje de estudios a Estados Unidos 27 años antes.

Wen Jiabao-izquierda-y Barak Obama.
Wen Jiabao-izquierda-y Barak Obama.
Esa visita será recordada quizás como un hecho histórico: todo indica que Xi se convertirá en el líder supremo de China el año próximo, y, en algún momento de su presidencia, se prevé que su país supere a Estados Unidos como la mayor economía del mundo.
Detrás de las omnipresentes banderas rojas, blancas y azules que salpican orgullosamente el paisaje estadounidense, un apasionado debate tiene lugar: ¿ha pasado definitivamente el mejor momento de Estados Unidos?
Estados Unidos soporta una histórica deuda pública tras una década de guerra y sus líderes rara vez logran coincidir en algo más allá de que el sistema político es disfuncional.
Las recientes tasas de desempleo han sido las peores en tres décadas y la desigualdad de los ingresos ha alcanzado picos récord.
Para un ejemplo tangible de la teoría de la decadencia, basta volar desde un deteriorado aeropuerto en Estados Unidos a una moderna y resplandeciente terminal aérea en Asia.
Y sin embargo, estudiantes de todo el mundo siguen llenando las universidades estadounidenses. Pocos observadores objetivos pueden discutir que el país que inventó el avión, la internet y "Los Simpsons" se está quedando sin innovación y creatividad.
Tampoco se puede decir mucho de la asombrosa diferencia entre el gasto militar de Estados Unidos y cualquier otro país.
- "Una potencia única e indispensable" - ----------------------------------------
El debate sobre la decadencia de Estados Unidos no es nuevo: hace 30 años la guerra de Vietnam y el meteórico crecimiento económico de Japón fueron para muchos el comienzo del fin de la gloria de Estados Unidos. Aún así, la cuestión se perfila como un tema nacional clave en este año electoral.
Mitt Romney, el republicano que aspira a la Casa Blanca, ha atacado incesantemente al presidente Barack Obama por lo que considera es una política centrada en gestionar el declive en lugar de reafirmar la "excepcionalidad" de Estados Unidos.
Al principio del gobierno de Obama, algunos colaboradores, cuidadosos de no insinuar que Estados Unidos estaba en declive, dijeron estar estudiando las lecciones de transiciones globales anteriores, como el eclipse estadounidense a Gran Bretaña como la máxima potencia hace un siglo, con la esperanza de evitar un conflicto con China.
El tono ha cambiado. En enero, Obama afirmó que su compromiso de trabajar con otras naciones ha restaurado un "sentimiento de Estados Unidos como una potencia única e indispensable".
En un discurso reciente, la secretaria de Estado Hillary Clinton ofreció una sólida defensa del activo papel de Estados Unidos en el mundo y aseguró que 2012 "no es 1912", cuando la fricción entre una Gran Bretaña en declive y una Alemania en auge sentó las bases de un conflicto global.
El tema se ha vuelto un favorito de prominentes académicos estadounidenses. En sus nuevos libros, Robert Kagan, de la Brookings Institution, y el ex asesor de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski argumentan que la teoría de Estados Unidos en decadencia es exagerada y dicen que el mundo se ve en realidad favorecido con un Estados Unidos fuerte.
Sin embargo, la sola percepción de un Estados Unidos en declive tiene sus efectos. Wang Jisi, uno de los expertos chinos en cuestiones estadounidenses, afirmó en un ensayo que los políticos chinos están convencidos de la decadencia de Estados Unidos y que ven cada vez más las acciones de ese país -incluso las políticas de larga data, como instar a un mayor respeto por los derechos humanos y vender armas a Taiwán- como señales de una potencia venida a menos que trata de controlar a una China en pleno auge.
- China vista desde Iowa - --------------------------
Lo cual nos trae de vuelta a Iowa. A pesar del histórico debate sobre el ascenso de China y la caída de Estados Unidos, el pueblo de Muscatine expresó puntos de vista sin duda más más llenos de matices que los de muchos políticos. Muchas personas de las 23.000 que viven en la ciudad dijeron haber visitado China, por trabajo o por estudio, y el instituto de enseñanza secundaria local ofrece clases en mandarín.
Cuando les pregunté a los residentes de Muscatine sobre China, varios plantearon su preocupación sobre los derechos humanos en un país comunista, pero otros tantos afirmaron que veían el crecimiento económico del gigante asiático como beneficioso. Ninguno parecía perder el sueño ante la posibilidad de que China supere a Estados Unidos.
Muscatine no es una excepción. Recientes encuestas en todo el país mostraron que muchos estadounidenses no creen que China vaya a sustituir a Estados Unidos como la principal potencia. Pero los sondeos también muestran que la mayoría de los estadounidenses tienen una visión favorable de China.
Con una población más de cuatro veces mayor que la de Estados Unidos y varios años consecutivos de rápido crecimiento parecería inevitable que China se convirtiera en la mayor economía del mundo.
Sin embargo, muchos chinos apoyan la idea de un Estados Unidos fuerte, aunque sólo sea como un mercado para sus productos. Al otro lado del Pacífico, en tanto, negar abiertamente el papel de Estados Unidos como líder mundial es considerado en cualquier dirigente un suicidio político.
Y por tanto, más allá de la inagotable confianza de Estados Unidos y las palabras conciliadoras de Xi Jinping, Estados Unidos y China parecen destinados a una fricción mayor, no necesariamente en el campo de batalla o incluso en el mercado, sino en lugares tranquilos como Muscatine.
La idea de la decadencia de Estados Unidos se discute apasionadamente, pero el debate en sí mismo no corre el riesgo de perder vigencia.


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