El Chapo: ¿Robin Hood?

La Jornada, México

México D. F; México. - La espectacular evasión de El Chapo Guzmán ha entintado planas enteras en la prensa internacional. Los reportajes de radio y las imágenes televisivas en Francia no se quedan atrás.

El tema cautiva siempre la imaginación de buena parte del público. Desde El conde de Montecristo hasta el célebre Papillon, las grandes evasiones han suscitado muchos libros. Cualquiera que sea la moral de los lectores, hay siempre una cierta simpatía, si no admiración, hacia quienes logran hacer fracasar los más perfeccionados sistemas de vigilancia y escapan de la cárcel donde estaban presos. En el cruel juego del gato y el ratón, el público no puede evitar sonreír cuando el ratoncito es más astuto que el gato. Tom y Jerry son un ejemplo. Al evadirse, el bandido cambia de identidad y puede volverse una especie de héroe. Cuando los niños juegan a policías y ladrones, son numerosos los que escogen el bello y atractivo papel de ladrón. Es, sin duda, una literatura de este género la que se desarrolla alrededor de la turbia personalidad de El Chapo Guzmán. Según los prejuicios políticos de cada quien, los mitos evolucionan en direcciones opuestas y el retrato de los héroes puede ser muy diferente, incluso por completo opuesto. Para un espíritu conservador o reaccionario, cualquier individuo que amenaza el orden establecido es un bandido que debe eliminarse, sea metiéndolo en prisión, sea suprimiéndolo. Que sea simple gánster o revolucionario, importa poco. Ninguna causa puede justificar atentar contra el carácter sagrado del orden establecido.
Así para estas mentes conservadoras, un hombre que guarda e impone el orden de valores del establecimiento, así sea un dictador, es considerado un guía benéfico para su pueblo, un salvador.
En Francia, y especialmente en París, se vuelto una costumbre poner en un pedestal a figuras que, a veces, son groseras mistificaciones así elevadas a la dimensión de mitos.
Cierto, hay desde luego leyendas que corresponden a la realidad. Ernesto Che Guevara, a quien los militares bolivianos y una ideología conservadora trataron de rebajar y ensuciar, sigue siendo un ideal. Su imagen sigue colgada de las paredes de estudiantes y adultos del mundo occidental. Son ya escasas las personas que ponen en duda su heroicidad y su aventura de liberación. Hay también figuras más confusas, ambiguas, cuya mistificación obedece más bien a fantasías. Pero lo propio de un mito, como de una leyenda o una pasión idólatra, es precisamente la de ser construido a partir de proyectos irracionales. Se inventa un héroe, se propaga el culto de un ídolo, hasta el día en que caen demolidos bajo los golpes de zapapicos.
En la muy seria revista semanal Le Point, acaba de aparecer en su última edición un artículo titulado “El Chapo, Robin des Bois dans son fief mexicain” (El Chapo, Robin Hood en su feudo mexicano).
En este comentario, más que una nota estrictamente informativa, el autor habla del pueblo de Badiraguato como de un lugar donde podría estar escondido pues, para sus habitantes, en un héroe y un benefactor: “Crea empleos, ofrece comida, da regalos a los niños en Navidad… hace más por la población que nunca han hecho los gobiernos”. Su regreso dinamizará la economía.
“El Chapo da trabajo.” ¿De qué tipo? Cortar árboles en la montaña, allá arriba. Resulta que la tala de árboles no es el verdadero trabajo, sino el de las matas de mariguana y amapola que Guzmán comercializa. ¿La culpa, la responsabilidad? De los presidentes que no ponen fin a la pobreza.
El autor de este artículo da sobre todo ejemplos de simpatizantes del Chapo. Apenas oculta la suya. Tal vez para curarse en salud, da el ejemplo de un joven vendedor ambulante, quien dice: Cuando sea grande no quiero ser como él. Quiero tener un trabajo normal.
Pancho Villa es para unos un bandolero, para otros un héroe revolucionario. Hay corridos que ensalzan a los narcos. ¿Se estará formando una mitología y una nueva leyenda al gusto de la época?
Vilma Fuentes


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