El Gobierno de Netanyahu aprieta las tuercas a los pacifistas israelís
El Periódico de Catalunya, Barcelona, España
# • Organizaciones de derechos humanos denuncian un acoso sin precedentes. # • «El clima resulta cada vez más antidemocrático», acusa una oenegé. Una protesta semanal y pacífica de no más de 300 personas pasaría inadvertida en muchos países, pero en Israel mantiene al Ejecutivo alerta y a la policía ocupada en arrestar a los manifestantes.
Los casos de acoso o desprestigio se acumulan en el último año. Basta oponerse activamente a la ocupación o denunciar abusos a los derechos humanos de los palestinos, causas que, a ojos del Gobierno, sirven a los intereses de los enemigos de Israel, «aquellos que intentan demonizarlo».
Paz Ahora, por ejemplo, ha sido descrita como un «virus» por el viceprimer ministro, Moshe Yalon. New Profile, dedicada a apoyar a los objetores de conciencia, ha visto como la policía irrumpía en casa de sus miembros y se llevaba sus ordenadores. También han sido interrogados varios activistas de Yesh Gvul, soldados que se niegan a servir en los territorios ocupados.
RESTRICCIÓN DE VISADOS / «No sé si es orquestada, pero asistimos a una campaña de deslegitimación de la sociedad civil. El clima es preocupante, cada día más antidemocrático», asegura Mijail Manekin, miembro de Rompiendo el Silencio.
En verano esta organización de veteranos del Ejército publicó testimonios de soldados que participaron en la guerra de Gaza. Describieron el ataque como una ofensiva sin reglas, con carta blanca para destruir y disparar al bulto.
Poco después el Gobierno israelí se puso en contacto con varios gobiernos europeos, incluido España, para exigirles que dejaran de financiarla. No lo consiguió. Pero podría lograrlo si se decide a prohibir por ley la financiación extranjera a sus oenegés, un asunto debatido en el seno del Ejecutivo. De momento, ha restringido los visados de trabajo para los cooperantes foráneos. Solo se les da visados de turista.
TÍTULOS DE PROPIEDAD / «La derecha domina el Parlamento y las ondas. Hay una gran demanda de patriotismo y eso afecta a la libertad de expresión», opina desde Paz Ahora Haagit Ofram. Un ejemplo son las manifestaciones –mencionadas al principio– en Sheik Jarrah, un barrio palestino de Jerusalén Este.
Fanáticos judíos de extrema derecha se están apoderando del barrio. Blanden títulos de propiedad del Mandato Británico y, con ayuda de los tribunales y la policía, expulsan a familias palestinas que viven allí desde hace 60 años.
La discriminación es flagrante porque a los árabes no se les permite reclamar las miles de propiedades que les fueron arrebatadas en Jerusalén Oeste y el resto de Israel en 1948. En los dos últimos meses casi 90 personas han sido arrestadas y retenidas 36 horas entre rejas en esas manifestaciones. Casi todos eran israelís.
El esparto aplicado a los pacifistas es un guante de seda cuando se trata de los colonos. Los mismos que cortan carreteras, agreden a funcionarios estatales o llevan a cabo actos vandálicos contra aldeas palestinas cada vez que el Estado parpadea en contra de sus intereses.
La semana pasada el Parlamento aprobó una amnistía para liberar a 400 colonos de los cargos criminales que arrastraban desde la evacuación de Gaza en el 2005.