El Nietzsche de Hans Küng
El Universal, Venezuela
Caracas. - A Nietzsche le debemos la poderosa idea de que del Espíritu no hay conocimiento y menos aún "verdadero" ¡¡sino interpretaciones!! Eso aplastó a la filosofía y al pensamiento racional. Al menos, repito, en cuanto atañe al Espíritu -es decir, a la ética, la estética y la religiosidad- se acabó "La Verdad". Para la empiria, los perros, triángulos y planetas -aunque fuese con v minúscula- algún pequeño margen de verdad restaba: nadie va a decirme que no es cierto que estoy sentado en esta silla. La ciencia (que según Wittgenstein: "nos resuelve todos los problemas que no son importantes") se encargó de ese superficial segmento de la Realidad: la geometría y el mundo empírico.

Porque Nietzsche y su Superhombre -su Ubermensch- pueden ser interpretados desde dos perspectivas muy distintas. Una es asumirlos como un llamado ateo a la autotransformación del Hombre ¡¡a partir de sí mismo!! A partir de su propio esfuerzo para convertir su Ser en Devenir, Acción o Voluntad de Poder; a partir de su Posibilidad de Ser, como dirá Heidegger, negado tercamente también -igual que Nietzsche- a aceptar a Dios. La otra perspectiva es interpretar el Ubermensch como un llamado (al hombre) a transformarse, no a partir de sí mismo o de sus impulsos éticos, psíquicos o estéticos; o sea, no a partir de su finitud o "de este Mundo", sino desde su Espiritualidad infinita, trascendente, absoluta y en última instancia religiosa. Una dimensión que reside en ti, pero que -indudablemente- te trasciende, que estando en ti es un "más allá": la noción de Dios; independientemente de que Nietzsche y Heidegger la aceptasen o no.
Que es, creo, la perspectiva desde la que Hans Küng (¿Existe Dios?, Editorial Cristiandad), teólogo católico, asume a Nietzsche. Porque, sin duda, las dos nociones básicas de éste, el Superhombre y el Eterno Retorno, son una disolución radical -del Ser platónico-aristotélico y del Yo moderno- no en el Devenir sino, mucho más profundo, en el Infinito, lo Absoluto y lo Incognoscible, es decir, en Dios. Esa carencia de lo místico que a los No-creyentes les impide entender el Eterno Retorno. ¡¡Porque esta noción, disfrazadita, es simplemente la idea de Dios!! Esa intuición insondable que le permite a Nietzsche -¡con toda propiedad!- decir que "la razón es sólo un instrumento y Descartes un superficial" (Más allá del bien y el mal, citado por Küng, pág. 522). Llamar superficiales -acertadamente, insisto- a Descartes y a la Razón es barrer el suelo con la Cultura Occidental. ¡¡Y pudiera haber usado el mismo adjetivo para Platón y Aristóteles!! Una crisis moral espantosa que sólo puede afrontarse -tal como intenta Küng- reivindicando la noción de Dios. Porque frente a ésta, cualquier conocimiento, racional o científico; y cualquier valoración ética o estética, son por supuesto superficiales.
Posdata: ruego a mis muchos amigos pudientes, aportar para la creación de un Fondito que le permita a estas ideas sobrevivir.