El Retorno de las "Ollas Comunes" y la "Economía de la Solidaridad"
La Tercera, Chile
El aumento de los comedores solidarios, las cajas de alimentos y de ollas comunes son soluciones obligadas para quienes ya no les alcanza el dinero para satisfacer sus necesidades básicas por su propia cuenta. Es la otra cara de la crisis económica, la cara más dura. Parroquias, fundaciones, universidades y organizaciones de diversa índole ayudan a personas que han perdido su fuente de ingresos, a los nuevos desempleados que ya ascienden a alrededor del 13% en Santiago, según datos de la Universidad de Chile.
Las organizaciones privadas de beneficencia, entre enero y abril de este año ya atendieron a la misma cantidad de personas que en todo 2008 y han notado un aumento de hombres que piden asistencia social, especialmente desempleados de la construcción y del sur del país.
"No sólo estamos atendiendo a los más pobres, sino que hoy también ayudamos a los que debido a su cesantía pasan a ser vulnerables y ese grupo ha ido en aumento", explica Marta Grez, subdirectora de Caritas Santiago.
También las iniciativas para la búsqueda de empleo han aumentado. Por ejemplo en la parroquia Nuestra Señora del Carmen del Salto, desde hace 6 años, 13 voluntarios dedican dos días a la semana a encontrar empleo a los vecinos cesantes de Recoleta.
La historia de las Ollas Comunes, comedores comunitarios, organizaciones colectivas de consumidores no es nueva. "A partir de 1870 comienzan a aparecer en los diarios descripciones del hambre desoladora que atacaba a los indios como consecuencia de la guerra", de acuerdo a Bengoa. Aparecieron las primeras ollas comunes, que volverían a organizarse durante la crisis del 1930, y el retorno de los trabajadores del salitre del norte. Miles de obreros que volvían con lo puesto a Santiago.
La historia reciente de nuestro país está llena de personas que trabajan juntas para producir lo que necesitan, que comparten bienes y servicios para satisfacer sus necesidades comunes, que colaboran unos con otros para desarrollar sus comunidades locales y generar formas de consumo comunitario. Esto es lo que Luis Razeto denominaría la “Economía de Solidaridad”.
Es interesante conocer el origen de la "economía de la solidaridad", que emerge en el año 1981, porque es uno de los pocos conceptos que llegan a formar parte de una ciencia, y que se incorpora a la enseñanza social de la Iglesia, habiendo nacido del mundo popular, en nuestro país. Surge de las reflexiones e intercambios de experiencias de una serie de organizaciones con diferentes nombres: "talleres solidarios", "ollas comunes", "comedores populares", "comprando juntos", "centros de servicio a la comunidad", "instituciones de apoyo y servicio", etc.
Lo interesante de estas organizaciones de Economía de la Solidaridad es que se potencian justamente por la fuerza de la solidaridad. Y, en este sentido, aunque para algunos parezca insólito, la solidaridad es una fuerza económica, un factor de alta eficiencia y productividad. En tiempos de crisis económica las personas se reorganizan en función a tareas de asistencia para cubrir las necesidades básicas; se constituyen con sus familias, amigos y vecinos para transformarse en grupos de consumidores con mayor poder de negociación en pro de mejores precios de compra; los grupos sociales se reorganizan para apoyar la satisfacción de necesidades básicas de los que lo están pasando mal. Este y otros ejemplos asumen los grupos más afectados en tiempos de crisis económica que, según Vittorio Corbo, no hay ninguna evidencia de que haya tocado fondo aún.
Mahia Saracostti Schwartzman