El conflicto palestino-israelí: ¿Quién apoya a quién?

RIA Novosti, Rusia

MOSCÚ. - Ningún otro conflicto bélico, sea el que se libró en Ruanda, en Chechenia o Irak, provocó tantos sentimientos ni despertó tantas pasiones como el conflicto palestino-israelí, que sale fuera de los límites de una guerra. Hasta hace poco, esta idea parecía bien clara, pero ahora ya no es así.

El conflicto palestino-israelí: ¿Quién apoya a quién?
Chiste sobre un sionista El pueblo soviético siempre apoyaba al pueblo fraterno de Palestina. En su mayoría, los ciudadanos de la URSS realmente sentían más compasión por los palestinos que, por ejemplo, por Angela Davis, una política marxista estadounidense condenada por un supuesto asesinato y secuestro; o por el legendario dirigente del Partido Comunista de Chile, Luis Corvalán, en la década de los años 70.
No era un imperialismo responsable de los problemas de los palestinos sino Israel quien en aquella época no suscitaba ninguna simpatía. Incluso los propios judíos no siempre sentían simpatía al país adonde se mudaban sus familiares. Sólo fue una confusión ligera mencionada en muchos chistes, como el siguiente: “Los nuestros anunciaron ayer que los nuestros abatieron nuestro avión”.
Posteriormente, la URSS se desintegró y uno pudo abandonar tranquilamente al país que quedó en vez de la gran potencia. Esto ya no se calificaba de vergonzoso e inadmisible sino que hasta fue un motivo de envidia.
Por otro lado, después de que empezase a promoverse la libertad de expresión en Rusia nadie ya pudo impedir que se manifestasen brotes de antisemitismo, que fue ocultado en la época soviética.
Además, había muchos interesados en saber que los representantes del mismo pueblo que seguía oprimiendo a los palestinos se hicieron propietarios de fábricas, casas editoriales, buques en Rusia cuando se inició el proceso de privatizaciones tras la desintegración de la URSS.
Mientras, las guerras en Oriente Próximo continuaron. La Intifada palestina se transformaba en la operación ‘Lluvia de Verano’, que a su vez fue reemplazada por ‘Plomo Fundido’. Pero parece que sólo hoy se ha puesto en evidencia que los estereotipos tradicionales dejaron de existir y fueron sustituidos por otros.

¿Quién apoya a quién?
El mundo ha cambiado. El conflicto palestino-israelí dejó de formar parte de la contienda global entre la Unión Soviética y Estados Unidos, en la que los palestinos apoyaban a la URSS e Israel se encontraba a otro lado de las ‘barricadas’.
Al perder su carácter ideológico, las simpatías y preferencias en este conflicto sin fin pasaron a depender de los principios de política real aplicada por varios países para satisfacer sus intereses.
Estos intereses suscitan una amplia polémica social y política, por eso ya no se observa la unanimidad en este ámbito. Los estereotipos ideológicos fueron sustituidos por otros, en cuya formación participaron todos: los empresarios, los políticos, las comunidades árabes y los israelíes.
Los mecanismos de desarrollo de nuevos estereotipos en Rusia fueron similares. Israel se convirtió en un destino común y corriente para los empresarios, turistas y emigrantes de Rusia, como cualquier otro país del mundo, y perdió su anterior sentido sionista e ideológico.
Al mismo tiempo, en Rusia hay un fenómeno que no existe en otros países y que dio origen a nuevos estereotipos que, al parecer, no tienen nada que ver con Oriente Próximo.
Resulta que no es necesario protestar contra los árabes para apoyar a Israel, aunque varios demócratas de corte radical tratan de persuadir a la población de que los árabes siempre solían compensar su incapacidad de crear un jardín en medio del desierto por su habilidad para disparar  y esconderse tras las espaldas de los niños.
Es posible que, en cierta medida, esto sea una parte de la disputa con los que sienten nostalgia de la URSS. Y si el Gobierno actual de Rusia no teme parecerse al que apoyaba a los palestinos, entonces los que no están de acuerdo con éste están del lado de Israel.
Pero no es lo más importante. Muchos, incluidos los que no consideran que Israel esté en la vanguardia del verdadero liberalismo, creen que apoyarle es lo mismo que defender los valores occidentales en una región tan poco liberal como Oriente Próximo.
El apoyo a Israel es una respuesta al antisemitismo que sigue en vigor en Rusia, así como a los ánimos antiestadounidenses y antioccidentales. Y da igual que hoy Occidente no sea tan homogéneo como fue en la época cuando el mundo era bipolar.
Resulta liberal y lógico para un país postcomunista este elemento de apoyo a Israel en su lucha contra el movimiento palestino Hamas. Se podría comparar la elección de la postura en este conflicto con la elección de la plaza para participar en las manifestaciones en Moscú: Bolotnaya (donde se celebran las manifestaciones de protesta de la oposición) o Poklonnaya (donde se celebran las manifestaciones de las fuerzas progubernamentales).
Pero el apoyo a Israel tiene otro elemento también.

Palestinos, chechenos, islamistas radicales…
El antisemitismo no pasó a la historia sino que sólo dejó de jugar un papel dominante. La causa de esto no consiste en el cambio de trato hacia los judíos sino en que el carácter de la xenofobia se ha hecho más complicado.
Entre los que deberían apoyar a los árabes reina el caos. Solo los fieles seguidores de la fraternidad proletaria no han cambiado de postura. Para ellos es un asunto de honor protestar contra los sionistas.
Pero no hay muchos que muestren esta fidelidad. Por otro lado, se observan numerosas desviaciones. A día de hoy, los que protestan contra EEUU no siempre protestan contra Israel. Incluso los que experimentan una alegría maliciosa respecto a los atentados terroristas que tuvieron lugar en EEUU el 11 de septiembre de 2001 se muestran indulgentes con Occidente.
Ahora, muchos rusos comparan a los palestinos y árabes con los terroristas chechenos, salafistas (islamistas fundamentales), milicianos del movimiento talibán o del movimiento radical albanés de Kosovo, así como con los oriundos de la república norcaucásica de Daguestán que abren fuego en las bodas que se celebran en Moscú y los musulmanes que realizan el sacrificio ritual de corderos cerca de las mezquitas de la capital rusa.
Todo se hace aún más complicado. Se puede dar preferencia a los judíos ante los árabes por consideraciones ideológicas, liberales o xenófobas. ¿Quién podría imaginar que esta idea supranacional y suprapolítica reunirá de modo extraño y efímero a los antisemitas y judíos, a los liberales y partidarios del autoritarismo, a los occidentalistas y eslavófilos?
El resultado no se hizo esperar. La primera víctima de esta unión fue la verdad, porque ésta ya no le interesa a nadie.

Una guerra sin reglas
A la famosa política, diplomática y la cuarta primera ministra de Israel, Golda Meir, le adjudican la expresión: “La paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que odian a los judíos”. Hoy se suele explicar todo lo que pasa en la Franja de Gaza con esta frase.
Pero no se explica por qué los árabes deberían amar a sus hijos menos que los demás. Y el odio está magnificado, opinan los expertos. Pero si esta frase da una clave de la situación es destinada a los que lo entienden todo sin explicaciones.
Bismarck tenía razón diciendo que “nunca se miente tanto como antes de elecciones, durante la guerra y después de una jornada de caza”. Pero la guerra es un tema aparte. Durante la guerra el engaño es omnipresente, permanente y cotidiano.
Pero cuando las guerras acaban, el engaño pasa a la historia y se hace inmortal e indestructible, porque sólo en la lucha por una verdad histórica logra elevarse hasta un nivel tan alto de mentira.
Y nadie es responsable de esto, porque el engaño se reproduce automáticamente al perder todos los signos de la mentira. No se debe explicar por qué Hamas disparó misiles contra Israel, los detalles no son necesarios y el engaño se hace universal, como el antisemitismo o la islamofobia.
Y a nadie le interesan los motivos por los que se ha librado la guerra. Las guerras, en general, no tienen nada que ver con la justicia y son de poca importancia las disputas sobre el labor de los kibutz, que convirtieron el desierto en un floreciente oasis, o sobre el derecho secular de los árabes que viven en este territorio.
Las guerras tienen sólo un elemento en común: nadie respeta las reglas en los conflictos bélicos. Los hay que cortan orejas como trofeos de guerra y los hay que pasan la línea del frente para entregarle a su madre a su niño que cayó prisionero.
En cualquier guerra unos disparan escondiéndose tras la espalda de los niños, otros matan a estos niños disparando a los que están por detrás. Es una fórmula única y universal que se pone en evidencia en la guerra en Gaza.
No se debe apoyar a una de las partes del conflicto. Tampoco se debe creer en nada ni en nadie. Pero se cree, especialmente cuando los israelíes luchan contra los árabes.
Vadim Dubnov
 


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