El oso de Julio Cortázar y los escándalos de Baudelaire
El Mundo, España
La editorial Libros del Zorro Rojo ha publicado recientemente dos libros ilustrados de contenidos francamente disímiles, en lo pictórico y en lo literario. Su exponente común, y su mérito, es la elevada categoría de las fantasías que por ellos pululan.
'Discurso del oso' es una de las muchísimas y proverbiales aportaciones de Cortázar al género fantástico. Este cuento infantil descalabra el sentido común con el testimonio del oso de los "caños" o cañerías. "Subo por los caños en las horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por los caños".
Las coloridas y sabias ilustraciones de Emilio Urberuaga, ilustrador de Manolito Gafotas, dan cuenta del costumbrismo vivaz y secreto del oso. Su interacción con los hombres, con los animales o con los astros, desde el tejado de la casa.
Dice el oso anómalo que su labor de limpiar los tubos con su paso, con su pelo esponjado, es una ayuda para la comunidad de vecinos, pero su vida es paralela, al otro lado de la pared, entre pisos, vive el oso de los caños. Como testigo extraño al mundo, esta quimérica criatura contempla a los hombres con cierta compasión:
"Y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz alta y están tan solos".
De hecho, esta misma ideación editorial de Libros del Zorro Rojo viene a ser una contrasentencia. Si en el escrito, después de citar tal o cuál ley, después de citar el Código Penal, termina diciendo: "Se ordena la supresión de las piezas que llevan los números 20, 30, 39, 80, 81, y 87 de la recopilación", Libros del Zorro Rojo han cuestionado el tribunal de las buenas costumbres ciñéndose exclusivamente a esos poemas, a esos escándalos históricos.
El lecho como abismo
'Las flores del mal' hacen del lecho un abismo erótico, el aire está como empapado y alguna serpiente se retuerce voluptuosamente. En uno de estos versos atrabiliarios, en el poema 'Lesbos', escribe el 'dandy' Baudelaire (en traducción de Jaime Siles): "Deja al viejo Platón fruncir su mirada severa". Frente al ideal eterno, Baudelaire derrama su vista impenitente por recovecos de corrupción, de dulce corrupción de orquídeas y labios de fresa.El pintor holandés Pat Andrea ilustra estas recreaciones libidinosas con cuerpos contraídos y desfigurados, a veces de piel traslúcida que muestra el hueso, como carcoma de la muerte, compuestos femeninos, rabiosas visiones, símbolo y degeneración. La muerte y el beso, la orgía y la decandencia, el furor de placer y de muerte se hallan profundamente entreverados, entre tanto furor de palabras y tanto pecado capital bañado en oro. Se lee en 'Leteo':
"Quiero dormir!¡Dormir más que vivir!/ En un sueño dulce como la muerte/ sin remordimiento desplegaré mis besos/ sobre tu hermoso cuerpo pulido como el cobre". Con Baudelaire la estética ocupa un puesto soberano, desentendido de catecismos. En 'Lesbos' (título con el que por cierto pensaba titular 'Las flores...') maldice al "primer soñador inútil" que quiso "en cuestiones de amor mezclar la honestidad". El pecado, el mal, se sublima en un cuerpo infinito de mujer.
"Su vientre y sus senos, más sensuales que el mal,/ avanzaban para turbar el calmo reposo de mi alma"