El patrimonio afrobrasileño se extingue en Benín, llevándose la memoria de la esclavitud
AFP (Agencia France-Presse)
Porto-Novo, Benín. - La Gran Mezquita de Porto Novo es una joya de la arquitectura afrobrasileña en Benín, con sus muros multicolores y el minarete que recuerda el campanario de una iglesia, pero al igual que el resto del centro histórico de la ciudad, corre un grave riesgo de venirse abajo.
"Se parece en cada trazo a una iglesia, porque los antiguos esclavos tenían experiencia construyendo iglesias en Brasil", explicó Moubarak Mourchid, jefe de la unidad para el patrimonio de la municipalidad de Porto Novo, capital administrativa de Benín.
A partir de finales del siglo XVIII, Porto Novo se convirtió en uno de los puntos de llegada de los antiguos esclavos liberados que decidieron volver al país de sus ancestros.
Sus calles recuerdan a Salvador de Bahía en Brasil y conservan la historia de este periodo "afrobrasileño", crucial para la historia del continente africano.
Los esclavos "se habían convertido al islam como una muestra de rebeldía hacia sus amos", dice Moubarak Mourchid.
"Al volver a África Occidental se desempeñaron como artesanos, aplicando las técnicas de construcción que habían aprendido en Brasil. Después se fueron transmitiendo de generación en generación", contó el historiador a la AFP.
Sin embargo, no hay ningún edificio que esté clasificado como Patrimonio Mundial de la Unesco, ni siquiera la Gran Mezquita, se lamentó Mourchid. "Primero debe ser reconocida como patrimonio nacional por el Estado. Pero no hay una voluntad política", afirmó.
Pero sin este apoyo, el patrimonio se va extinguiendo.
La Casa del Patrimonio de Porto Novo, inaugurada en 2009, es considerada como un inmenso progreso para la preservación de los bienes arquitectónicos en África. Allí un puñado de apasionados intentan luchar contra la erosión del tiempo, los daños que genera la temporada de lluvias y los propietarios poco escrupulosos que dejan que las casas se vengan abajo.
En 2009, Richard Hounsou, director de Cultura y Patrimonio de la ciudad, registró que en Porto Novo había 450 edificios de estilo afrobrasileño, pero actualmente solo quedan 400, "es evidente", señaló.
Ali Moubarak vive en uno de estos imponentes edificios de tres plantas. Allí recibe a los visitantes que acuden a ver la construcción vestido con una túnica blanca.
La casa está partida en dos. Desde el patio se ve el interior de las habitaciones como si fuera una casa de muñecas. "Fue construida por mi abuelo hacia 1910. Él era enfermero, era una persona importante", explicó Moubarak.
A la usanza de la época, la casa era una forma de mostrar su riqueza. "El tenía cuatro o cinco esposas" y "no sé cuantos nietos", contó sonriente.
"Según la ley local, todos somos herederos y es el más viejo quien decide", dijo.
La familia se fue empobreciendo con el paso del tiempo y las paredes de la casa comenzaron a descascararse. Actualmente Moubarak no lleva la cuenta de cuantas personas viven allí, entre primos y los hijos de éstos. En una de las habitaciones hay una lavandería y en otra un taller de costuras.
En la tercera planta, en una imponente habitación, hay molduras de yeso en el techo y muros pintados con motivos florales. Allí hay un baúl esculpido y un espejo de época que van a servir pronto como leña para la calefacción.
La ciudad de Porto Novo ofreció rehabilitar el lugar y Moubarak aceptó, pero todavía necesita el permiso del resto de los herederos dispersados entre Cotonú y Francia y poco interesados en el patrimonio de sus ancestros. Para algunos es mejor esperar que la casa se venga abajo para vender el inmenso terreno y construir viviendas nuevas y más rentables.
En la zona, una de estas casas está siendo restaurada. Todos los muros, que antes estaban erigidos con una mezcla de arena y de arcilla revestida con cal están ahora recubiertos de cemento, aunque conservando "la forma y los motivos de la época".
"Costaría el doble usar los materiales antiguos", afirmó Mourchid quien supervisa los trabajos y que prometió abrir una escuela de técnicas artesanales en Benín, con la cooperación de Brasil.
"Más allá de los problemas de dinero, pasa que perdimos la técnica de construcción", explicó. Las casas amenazan con convertirse en polvo y con ellas los recuerdos de los esclavos liberados.
A partir de finales del siglo XVIII, Porto Novo se convirtió en uno de los puntos de llegada de los antiguos esclavos liberados que decidieron volver al país de sus ancestros.
Sus calles recuerdan a Salvador de Bahía en Brasil y conservan la historia de este periodo "afrobrasileño", crucial para la historia del continente africano.
Los esclavos "se habían convertido al islam como una muestra de rebeldía hacia sus amos", dice Moubarak Mourchid.
"Al volver a África Occidental se desempeñaron como artesanos, aplicando las técnicas de construcción que habían aprendido en Brasil. Después se fueron transmitiendo de generación en generación", contó el historiador a la AFP.
Sin embargo, no hay ningún edificio que esté clasificado como Patrimonio Mundial de la Unesco, ni siquiera la Gran Mezquita, se lamentó Mourchid. "Primero debe ser reconocida como patrimonio nacional por el Estado. Pero no hay una voluntad política", afirmó.
Pero sin este apoyo, el patrimonio se va extinguiendo.
La Casa del Patrimonio de Porto Novo, inaugurada en 2009, es considerada como un inmenso progreso para la preservación de los bienes arquitectónicos en África. Allí un puñado de apasionados intentan luchar contra la erosión del tiempo, los daños que genera la temporada de lluvias y los propietarios poco escrupulosos que dejan que las casas se vengan abajo.
En 2009, Richard Hounsou, director de Cultura y Patrimonio de la ciudad, registró que en Porto Novo había 450 edificios de estilo afrobrasileño, pero actualmente solo quedan 400, "es evidente", señaló.
Ali Moubarak vive en uno de estos imponentes edificios de tres plantas. Allí recibe a los visitantes que acuden a ver la construcción vestido con una túnica blanca.
La casa está partida en dos. Desde el patio se ve el interior de las habitaciones como si fuera una casa de muñecas. "Fue construida por mi abuelo hacia 1910. Él era enfermero, era una persona importante", explicó Moubarak.
A la usanza de la época, la casa era una forma de mostrar su riqueza. "El tenía cuatro o cinco esposas" y "no sé cuantos nietos", contó sonriente.
"Según la ley local, todos somos herederos y es el más viejo quien decide", dijo.
La familia se fue empobreciendo con el paso del tiempo y las paredes de la casa comenzaron a descascararse. Actualmente Moubarak no lleva la cuenta de cuantas personas viven allí, entre primos y los hijos de éstos. En una de las habitaciones hay una lavandería y en otra un taller de costuras.
En la tercera planta, en una imponente habitación, hay molduras de yeso en el techo y muros pintados con motivos florales. Allí hay un baúl esculpido y un espejo de época que van a servir pronto como leña para la calefacción.
La ciudad de Porto Novo ofreció rehabilitar el lugar y Moubarak aceptó, pero todavía necesita el permiso del resto de los herederos dispersados entre Cotonú y Francia y poco interesados en el patrimonio de sus ancestros. Para algunos es mejor esperar que la casa se venga abajo para vender el inmenso terreno y construir viviendas nuevas y más rentables.
En la zona, una de estas casas está siendo restaurada. Todos los muros, que antes estaban erigidos con una mezcla de arena y de arcilla revestida con cal están ahora recubiertos de cemento, aunque conservando "la forma y los motivos de la época".
"Costaría el doble usar los materiales antiguos", afirmó Mourchid quien supervisa los trabajos y que prometió abrir una escuela de técnicas artesanales en Benín, con la cooperación de Brasil.
"Más allá de los problemas de dinero, pasa que perdimos la técnica de construcción", explicó. Las casas amenazan con convertirse en polvo y con ellas los recuerdos de los esclavos liberados.