Elza Soares, diva inmortal de Brasil: "Voy a cantar hasta el fin"
AFP (Agencia France-Presse)
Nueva York, Estados Unidos. - La delgadísima adolescente de una favela de Rio de Janeiro, vestida con ropa prestada por su madre y ajustada con alfileres, llegó en 1953 a la radio Tupí para cantar a cambio de unos pesos para comprar medicamentos para su bebé enfermo.
"¿Y usted de qué planeta viene?", le preguntó con sorna el conductor del programa, el famoso compositor Ary Barroso, burlándose de su ropa demasiado grande, mientras la platea reía a carcajadas.
"Del mismo que usted", dijo Soares. "¿Y ése cuál es?", insistió Barroso, sin saber que la respuesta quedaría en los anales de la música popular brasileña. "El planeta Hambre", lanzó la adolescente, enmudeciendo a todos.
Pocos minutos después, boquiabierto tras escuchar a la joven cantar "Lama" (Barro), el conductor decretaba el nacimiento de una estrella.
"No me olvido de ese diálogo, no da para olvidar", dice Soares, de 79 años, en una entrevista telefónica con la AFP desde Rio, antes de presentar este viernes en el Town Hall de Nueva York su show "La mujer del fin del mundo".
El espectáculo se basa en su último álbum, ganador de un Grammy latino en 2016, una suerte de samba futurista, cuasi gótico, que combina electrónica, art-rock y rap en canciones inéditas.
"Quedé medio triste. Yo era una niña pobre, mal vestida. Solo cantaba bien", dice la diva de voz cavernosa, quebrada.
Tras varias operaciones de columna Soares cantó sentada, como lo hace desde hace tiempo, pero eso no le impidió arrancar al público de las butacas, sobre todo cuando cantó "Malandro" o "La carne": "la carne más barata del mercado es la carne negra".
Vestida de negro, con las uñas doradas y peluca afro rubia, la cantante culminó la canción con un grito gutural que parecía emanar de los cimientos: "¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!". "¡Negra maravillosa!", le gritó una joven desde la platea.
El show terminó al grito de "¡Fuera Temer!" por parte del público, y con carteles que pedían elecciones "directas ya" ante los escándalos de corrupción que sacuden a Brasil y tienen en vilo al presidente Michel Temer. Con el telón ya cerrado, llegó la voz de la diva: "!Diretas já! !Diretas já! !Diretas já!"
Luego de Nueva York, entre fines de mayo y julio, Soares cantará en Barcelona, Oporto, Rotterdam y Roskilde (Dinamarca).
La vida la golpeó una y otra vez, pero también la convirtió en símbolo de resistencia y coraje y en estos últimos años, en figura de culto.
Su padre la obligó a casarse a los 12 años, y un año después nació su primer hijo. Con su primer marido tuvo siete hijos, pero los primeros dos, prematuros y desnutridos, murieron muy pequeños. Soares ha confesado que llegó a robar comida para alimentarlos. A los 21 años ya era viuda.
El verdadero amor llegó con el futbolista Garrincha, el "ángel de las piernas chuecas". Aunque tuvieron una relación tempestuosa y violenta, Garrincha "fue mi mayor amor, lo es" aún, confiesa Soares.
¿Cuál es su recuerdo preferido de él? "Verlo jugar al fútbol. Para mí fue el mejor jugador de Brasil. El mejor".
Estuvieron casados 17 años, pero Garrincha, quizás el mejor ejemplo de la alegría en el fútbol, héroe de las conquistas en los Mundiales de 1958 y 1962, era alcohólico, y murió de cirrosis a los 49 años.
Con Garrincha, Soares adoptó una niña y tuvo un hijo, apodado "Garrinchinha", que falleció a los nueve años en un accidente de automóvil, cuando iba a visitar la tumba de su padre. La madre de Soares también falleció en un accidente automovilístico.
Adepta del maquillaje dramático, la ropa de cuero, inmensas pelucas y tacones altísimos, Soares nunca se queja de su destino.
"Sí, la vida ha sido dura conmigo, pero también veo otros mundos con la vida bien dura. Creo que la vida es dura para todos", dice.
En la Copa del Mundo de 1962, en Chile, de la cual Soares fue la madrina, tuvo "un encuentro ma-ra-vi-llo-so" con el trompetista y cantante de jazz estadounidense Louis Armstrong.
"Yo era muy niña aún, y él me quería llevar para Estados Unidos a cantar. Yo le dije que no podía porque tenía hijos, y él no me creía, porque yo era muy joven", cuenta.
La leyenda reza que Armstrong, impresionado con su voz, dijo que Soares escondía "un saxofón en la garganta".
Como la joven entonces no hablaba inglés, las charlas daban lugar a cómicos malentendidos. Armstrong la trataba de "daughter" (hija), y Soares pensaba que la trataba de "doctora". Luego le pidieron que se dirigiera a Armstrong como "my father" (mi padre), pero Soares entendió que le pedían que dijese al músico "me fode" (jódeme).
¿Cómo le gustaría ser recordada? "Como gente. Como un ser humano normal", reflexiona Soares con modestia.
"Voy a cantar hasta el fin. Cantar es lo que más me gusta en la vida".
"Del mismo que usted", dijo Soares. "¿Y ése cuál es?", insistió Barroso, sin saber que la respuesta quedaría en los anales de la música popular brasileña. "El planeta Hambre", lanzó la adolescente, enmudeciendo a todos.
Pocos minutos después, boquiabierto tras escuchar a la joven cantar "Lama" (Barro), el conductor decretaba el nacimiento de una estrella.
"No me olvido de ese diálogo, no da para olvidar", dice Soares, de 79 años, en una entrevista telefónica con la AFP desde Rio, antes de presentar este viernes en el Town Hall de Nueva York su show "La mujer del fin del mundo".
El espectáculo se basa en su último álbum, ganador de un Grammy latino en 2016, una suerte de samba futurista, cuasi gótico, que combina electrónica, art-rock y rap en canciones inéditas.
"Quedé medio triste. Yo era una niña pobre, mal vestida. Solo cantaba bien", dice la diva de voz cavernosa, quebrada.
Tras varias operaciones de columna Soares cantó sentada, como lo hace desde hace tiempo, pero eso no le impidió arrancar al público de las butacas, sobre todo cuando cantó "Malandro" o "La carne": "la carne más barata del mercado es la carne negra".
Vestida de negro, con las uñas doradas y peluca afro rubia, la cantante culminó la canción con un grito gutural que parecía emanar de los cimientos: "¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!". "¡Negra maravillosa!", le gritó una joven desde la platea.
El show terminó al grito de "¡Fuera Temer!" por parte del público, y con carteles que pedían elecciones "directas ya" ante los escándalos de corrupción que sacuden a Brasil y tienen en vilo al presidente Michel Temer. Con el telón ya cerrado, llegó la voz de la diva: "!Diretas já! !Diretas já! !Diretas já!"
Luego de Nueva York, entre fines de mayo y julio, Soares cantará en Barcelona, Oporto, Rotterdam y Roskilde (Dinamarca).
- Garrincha, "mi mayor amor" -
La vida la golpeó una y otra vez, pero también la convirtió en símbolo de resistencia y coraje y en estos últimos años, en figura de culto.
Su padre la obligó a casarse a los 12 años, y un año después nació su primer hijo. Con su primer marido tuvo siete hijos, pero los primeros dos, prematuros y desnutridos, murieron muy pequeños. Soares ha confesado que llegó a robar comida para alimentarlos. A los 21 años ya era viuda.
El verdadero amor llegó con el futbolista Garrincha, el "ángel de las piernas chuecas". Aunque tuvieron una relación tempestuosa y violenta, Garrincha "fue mi mayor amor, lo es" aún, confiesa Soares.
¿Cuál es su recuerdo preferido de él? "Verlo jugar al fútbol. Para mí fue el mejor jugador de Brasil. El mejor".
Estuvieron casados 17 años, pero Garrincha, quizás el mejor ejemplo de la alegría en el fútbol, héroe de las conquistas en los Mundiales de 1958 y 1962, era alcohólico, y murió de cirrosis a los 49 años.
Con Garrincha, Soares adoptó una niña y tuvo un hijo, apodado "Garrinchinha", que falleció a los nueve años en un accidente de automóvil, cuando iba a visitar la tumba de su padre. La madre de Soares también falleció en un accidente automovilístico.
Adepta del maquillaje dramático, la ropa de cuero, inmensas pelucas y tacones altísimos, Soares nunca se queja de su destino.
"Sí, la vida ha sido dura conmigo, pero también veo otros mundos con la vida bien dura. Creo que la vida es dura para todos", dice.
En la Copa del Mundo de 1962, en Chile, de la cual Soares fue la madrina, tuvo "un encuentro ma-ra-vi-llo-so" con el trompetista y cantante de jazz estadounidense Louis Armstrong.
"Yo era muy niña aún, y él me quería llevar para Estados Unidos a cantar. Yo le dije que no podía porque tenía hijos, y él no me creía, porque yo era muy joven", cuenta.
- Un saxofón en la garganta -
La leyenda reza que Armstrong, impresionado con su voz, dijo que Soares escondía "un saxofón en la garganta".
Como la joven entonces no hablaba inglés, las charlas daban lugar a cómicos malentendidos. Armstrong la trataba de "daughter" (hija), y Soares pensaba que la trataba de "doctora". Luego le pidieron que se dirigiera a Armstrong como "my father" (mi padre), pero Soares entendió que le pedían que dijese al músico "me fode" (jódeme).
¿Cómo le gustaría ser recordada? "Como gente. Como un ser humano normal", reflexiona Soares con modestia.
"Voy a cantar hasta el fin. Cantar es lo que más me gusta en la vida".