AFP (Agencia France-Presse)
LA JONQUERA. - Los clientes franceses afluyen a los prostíbulos de La Junquera, una ciudad fronteriza de España, donde los proxenetas y los traficantes de todo tipo ignoran a la policía y se burlan del proyecto de ley francés que pretende penalizar a quienes compran servicios sexuales.
Una noche de fin de semana cualquiera en La Jonquera (noreste de España), un "pueblo-supermercado" de bajo coste, a 40 km de la ciudad francesa de Perpignan. En esta localidad de 3.200 habitantes, se vende de todo los 365 días del año: gasolina, tabaco, ropa, vinos o turrones, droga y sexo.
En los alrededores de una rotonda, tres mujeres prostitutas en minishorts se protegen como pueden del violento viento.
A un lado de la carretera brillan las letras del Love, el último puticlub abierto en septiembre cerca de una inmenso aparcamiento con seguridad que atrae a los camioneros. Uno de los gerentes, español, ya se imagina que cuando ya esté funcionando bien hará "venir a DJs franceses" y que "la piscina se llenará de clientes y de chicas".
Siempre ha habido burdeles en esta ciudad de paso. "Lo que ha cambiado, en la frontera, es la prostitución en la carretera que no existía antes, la controlan los grupos organizados, rumanos y búlgaros", asegura a la AFP el oficial Antonio Castro, del Cuerpo Nacional de la Policía española.
Cada día, se ven a los proxenetas "paseando con sus BMW, Audi y Mercedes" y "se ríen de la policía", dice el oficial, que dirigía la comisaría de La Jonquera hasta 2012.
"La policía se siente impotente porque legalmente no se puede hacer nada si la chica no denuncia que lo hace en contra de su voluntad. No hay forma de que nadie delate a la mafia, tienen miedo de represalias a las familias".
21 noches seguidas
El ambiente también ha cambiado en los burdeles. Estos son más grandes y aspiran a ser más higiénicos y alegres: las chicas extranjeras evocan el ritmo de la "industria del sexo" - 21 noches seguidas, de 17h00 a 04h00 - y una clientela cada vez más difícil.
"Las prostitutas de hace 15 años eran casi todas españolas. Ahora, no hay ninguna, son todas extranjeras, muchas rumanas, búlgaras, rusas, ucranianas, brasileñas, nigerianas, que han llegado a España a través de grupos mafiosos que las han traído", resume el policía.
A ambos lados de los Pirineos, la prostitución no es ni legal ni ilegal, sino simplemente tolerada. Pero, en España, no existe el delito de "captación de clientes" como en Francia desde 2003. Y la comunidad autónoma de Cataluña reconoce los burdeles como clubes "en los que se ejercen las actividades de carácter sexual", según los términos del decreto del 1 de agosto de 2002.
El Paradise, con sus 80 habitaciones, es uno de los locales de este tipo más controvertidos, sobre un total de 34 registrados en la provincia de Gerona.
"En Francia, todo es un poco más hipócrita, pero eso nos viene bien", dice uno de los gestores del Paradise, Mattia, italiano con mirada de hielo. Sancionar a los clientes con una multa de 1.500 euros, como lo contemplan los diputados franceses, "es ridículo", dice. "Pero ¡que Francia prohíba la prostitución! Los clientes franceses vendrán aquí de todos modos".
Un sábado a las 19H30, dos jóvenes franceses salen del club, algo ebrios pero dispuesto a volver a Montpellier. "He encontrado el sitio siguiendo seis coches franceses", dice uno. "Hay 15, 20, 30 chicas que se te acercan. Tomas una copa, se te pegan... La que está 'más buena' gana", resume el otro, aparentemente decepcionado tras haberse gastado "600 euros en una hora", entre entradas, botellas de champán y unos servicios sexuales rápidos.
Ahora en servicio en otro club de la zona, una prostituta de Europa del Este cuenta haber dejado el Paradise porque "tenía problemas de ansiedad", como "otras chicas que se sentían muy mal". Evoca una dura "competencia" entre chicas, el mareo "de tanto hablar " con los clientes para a veces solo realizar cuatro servicios remunerados.
En el mismo club, con la mirada perdida en un ron con cola, un dominicana de 28 años explica trabajar el verano como mujer de la limpieza en un hotel de la costa y el invierno como prostituta aquí en la frontera. Lo más duro: "ir a la cama con un cliente", dice, y promete "dejarlo dentro de un año".
"La reglamentación de los clubes, en realidad, beneficia sobre todo a los proxenetas convertidos en 'hoteleros'", considera el sociólogo francés Dominique Sistach, que estudió "el caso catalán" de "prostitución de masa". Para él, "la deriva mafiosa salta a la vista en la región, primero por la visibilidad del tráfico de estupefacientes" y las detenciones de los jefes de las mafias, rusa o italiana, venidos para blanquear dinero.
En lo que se refiere a las sanciones, Cataluña multa desde el año pasado tanto a clientes como a prostitutas, pero únicamente a los pillados en delito flagrante o de transacción a menos de 50 metros de una carretera.