AFP (Agencia France-Presse)
Morata de Tajuña, España. - En un olivar cerca de Madrid, el escocés Andy Crawford sigue los pasos de su abuelo William, miembro de las brigadas internacionales muerto durante la guerra civil española (1936-1939), una historia que los descendientes de estos combatientes reviven cada año.
En esta ocasión, eran unos 300, españoles y extranjeros, reunidos a unos 35 km al sureste de la capital para conmemorar la batalla del Jarama, que enfrentó a los brigadistas llegados de los cuatro rincones del mundo con las tropas franquistas.
"No había medallas que ganar, ni sueldo, y estaban mal vistos por medio planeta", dice Crawford, de 66 años, desde lo alto de una colina que domina el valle de olivares.
Acaba de recorrer el camino cubierto de barro, junto a los demás, muchos con banderas republicanas y el emblema de las brigadas internacionales: una estrella roja de tres puntas.
Durante tres semanas, en febrero de 1937, sus allegados combatieron para defender este paso hacia los feudos republicanos de Madrid y Valencia que el general Francisco Franco quería tomar. Un baño de sangre en el que cientos de ellos perdieron la vida.
"Los combatientes lo dejaron todo para venir aquí a ayudar", dice Crawford. "Tienes que esperar poder inculcar sus principios a tu propia familia", afirma emocionado.
- Memoria histórica -
Aquí y allá, entre la vegetación, las casamatas muestran la ubicación de la artillería de Franco. A parte de eso, ninguna inscripción, ninguna explicación.
"Nos gustaría que los campos de batalla, igual que en otros países de Europa y en Estados Unidos, se mantuvieran", lamenta Daniel Loriente, miembro de una asociación local de defensa de la memoria histórica.
Quisiéramos "que fueran lugares de memoria y de recuerdo para que toda esta tremenda barbarie que ocurrió en España no se vuelva a producir", agrega.
El tema sigue siendo polémico en España, incluso casi 40 años después de la muerte del dictador en 1975. El gubernamental Partido Popular (PP), fundado por un exministro franquista, es acusado de negligencia hacia las víctimas republicanas de la guerra.
Sin embargo, las cosas avanzan, aunque lentamente, admite Loriente.
Así, una ley adoptada en 2013 declaró trincheras, búnkers y otras fortificaciones en la región de Madrid de interés patrimonial y el gobierno regional, dirigido por el PP, se comprometió a hacerlos más accesibles al público.
"Es un paso muy adelante", afirma Luis de la Fuente, subdirector general de Protección de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid.
Cerca del campo de batalla del Jarama, en el pueblo de Morata de Tajuña, Goyo Salcedo, de 70 años, mantiene uno de los pocos museos dedicados a la causa republicana. Cuando abrió, en 2006, "hubo problemas (...) trabas grandes, trabas políticas", asegura.
Y denuncias, afirma: "en el principio la denuncia era que éste era un arsenal bélico". Pero "en todo caso es un arsenal histórico", añade, agradeciendo que otras personas defendieran el proyecto.
- 35.000 voluntarios -
Procedentes de Estados Unidos, Irlanda, Gran Bretaña, Francia, Alemania o Italia, unos 35.000 voluntarios se unieron a las brigadas internacionales, un fenómeno único en la historia.
Estos voluntarios -entre ellos intelectuales como el escritor británico George Orwell- lucharon contra los soldados de Franco respaldados por tropas alemanas e italianas.
Unos 9.000 murieron, según el historiador británico Paul Preston, uno de los especialistas mundiales de la guerra civil española.
"Creo que no ha habido una experiencia comparable a las brigadas internacionales", explica Preston a la AFP. "Jugaron un papel clave en la mayoría de batallas importantes", subraya.
Patricio Azcarate, de 95 años, uno de los últimos supervivientes de una guerra en que murieron cerca de 750.000 españoles, se levanta tembloroso para entonar La Internacional.
En 1938, con 18 años, había puesto su francés y su inglés de joven español educado en Ginebra a disposición de los oficiales republicanos para comunicarse con los voluntarios extranjeros.
Casi 80 años más tarde, su mirada viva pese a la edad se turba por las lágrimas al recordar a aquel joven combatiente estadounidense, convertido en amigo pocos días antes de morir.
"No tengo palabras para expresar la admiración que tengo por los brigadistas, tanto los jefes como los soldados", afirma. "Yo siempre me acordaré de ellos".