En agosto el mundo andino honra a la Pachamama o madre Tierra
AFP (Agencia France-Presse)
LA PAZ. - Llegó agosto y con él los habitantes de los Andes bolivianos agasajan generosamente a la Pachamama -la madre Tierra indígena- y ponen la mesa para ella con ofrendas de azúcar, inciensos y alcohol, una forma de retribuirle los favores que han recibido.

Ofrenda a la Pachamama.
"En agosto, la Pachamama siente hambre y espera que los humanos le inviten una mesa para complacerla", dice Francisco Estrada, espiritista aymara que encabeza un ritual de ofrenda en la Cumbre, una montaña a 25 km de La Paz, donde, según la tradición andina, moran los espíritus.
Pese al gélido viento, hasta ahí llegaron esta semana los socios de una cooperativa de transporte público (40 personas) y los choferes de una empresa de taxis (30) confiados en que su ofrenda será retribuida con mayores ingresos.
"Venimos para que nos vaya bien", comenta Juan Loza, uno de los conductores, ratificando su fe en este rito ancestral.
"Si uno se acuerda de la Pachamama, le va bien, pero si uno se olvida ella se resiente y ocurre alguna desgracia", explica por su parte el sexagenario Venedicto Quispe, dueño de un negocio en La Paz.
Su tienda, llamada sugerentemente 'Mano poderosa', abarrotada de productos esotéricos, está ubicada en una zona colonial de La Paz frecuentada por turistas y conocida como Calle de las Brujas, porque allí se expenden sahumerios, velas, perfumes y hierbas para la salud, el éxito económico y el amor.
Cubierto por un sombrero de ala ancha, Quispe dice que esta tradición es practicada "por las grandes empresas y hasta por los bancos comerciales".
Se añade tierra escarbada por hormigas para que los clientes se multipliquen. La mesa está cargada de dulces porque "la Pachamama es muy golosa", destaca.
Hay mesas para todo bolsillo: "La más cara cuesta mil bolivianos (140 dólares) y la más barata 20 bolivianos (3 dólares)", dice Quispe.
La ofrenda de especias contenida en un envoltorio de papel se deposita sobre un rústico altar construido con trozos de madera donde arderá. El brindis, de alcohol y cerveza, se inicia invitando primero a la Pachamama y derramando generosamente la bebida sobre el suelo, un ritual llamado 'challa'.
Se enciende la pira para que la 'qhoa' (sahumerio) se eleve hasta el infinito para deleite de la madre Tierra.
En la Cumbre, el sacerdote aymara Estrada, ataviado con una bolsa de lana que le cruza el pecho y cubierto con un chullu (gorra de lana), rocía cerveza en las manos de los asistentes para "darles dinero". Estos lo reciben y depositan las gotas de licor en sus bolsillos confiados en que su deseo se cumplirá.
Consumida la ofrenda, corresponde corroborar si fue del agrado de la Pachamama. El color de la ceniza da la respuesta: "Si es blanca devolverá prosperidad", pero si es parda "habrá sufrimiento", dice el sacerdote aymara.
Develado el mensaje, la ceniza se deposita en un hoyo cavado en la tierra. "La tradición andina prohíbe botarla porque sería un desprecio a la Pachamama", precisa Estrada. "La mesa ha sido bien servida", certifica.
Quispe, en tanto, explica que "la qhoa puede hacerse en las casas o en los cerros", y es por eso que en agosto el humo de los sahumerios invade la ciudad.
La ofrenda puede realizarse cualquier día de agosto, menos los lunes, "dedicados a los muertos". Según Quispe, las fechas más propicias son el primer viernes del mes, el 15 y el 30.