AFP (Agencia France-Presse)
ANKARA. - El primer ministro Recep Tayyip Erdogan aspira a suceder el domingo a Mustafa Kemal Ataturk en la lista de los grandes presidentes turcos, a pesar de que sus adversarios le reprochan haber puesto en peligro su legado.
Erdogan, dado como ganador de los comicios del 10 de agosto por las encuestas, se refiere regularmente al primer presidente de la República nacida en 1923 de las ruinas del Imperio Otomano.
Desde que llegó a la jefatura del gobierno, en 2003, Erdogan no oculta su ambición de conquistar un lugar en los libros de historia.
Tanto sus partidarios como sus adversarios lo llaman a veces "el nuevo sultán".
Erdogan se enorgullece de haber lanzado el formidable crecimiento de la economía turca hasta 2011, y de haber logrado el retorno a los cuarteles de los militares, que desde hacía décadas ejercían una pesada tutela sobre la vida política del país.
Fortalecido por este balance, "Tayyip" Erdogan, cuyo partido ha ganado todas las elecciones desde 2003, no disimulaba en los últimos años su voluntad de perpetuar su reinado hasta 2023, una fecha que marcará el centenario de la Turquía moderna de Ataturk.
Su programa de grandes obras llamado "objetivo 2023" se refiere claramente a esta fecha, con proyectos emblemáticos como el tercer puente sobre el Bósforo, el nuevo aeropuerto gigante de Estambul y el tren de gran velocidad Ankara-Estambul.
- "Volver al califato" -
Aunque se presenta como el sucesor de Mustafa Kemal Ataturk, el primer ministro saliente también es considerado como uno de los principales enterradores de su obra.
Tal como lo destacaron las consignas de millones de turcos que desfilaron por las calles del país durante las manifestaciones antigubernamentales de junio de 2013, el religioso Erdogan es acusado de haber afectado considerablemente su modelo de laicidad "a la turca".
El principal movimiento de oposición al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en el poder), guardián de ese testamento, teme que un futuro presidente Erdogan lance una nueva y peligrosa ofensiva religiosa.
"Las medidas inspiradas por la religión aumentarán, la democracia retrocederá, el espacio de las libertades se reducirá", pronosticó a la AFP el vicepresidente del muy kemalista Partido Republicano del Pueblo (CHP), Faruk Logoglu.
"Erdogan quiere reanudar el califato, aunque no se atreva a decirlo, él utilizará la presidencia para tratar de imponerse como jefe del mundo musulmán", agregó.
Fortalecido por el respaldo, expresado nuevamente en las municipales de marzo pasado, de la mayoría de un país conservador y musulmán, Erdogan hizo caso omiso de las críticas a sus leyes recientes que restringieron la venta y el consumo de alcohol, autorizando además a llevar el pañuelo islámico en las oficinas públicas.
También se comprometió personalmente, si es electo, a seguir los pasos de la modernización de Turquía iniciada por Atatürk.
Sin embargo, sus promesas están lejos de haber convencido a los que señalan con el dedo la tendencia autoritaria de su régimen y los riesgos que plantea a la democracia.
"Yo creo que quedará en la historia como el que no transformó al país desde un punto de vista político y social, en el sentido de que Turquía se ha convertido en una sociedad de clases medias pero que no tiene la democracia liberal que debería acompañarla", destacó Soner Cagaptay, responsable del programa turco del Washington Institute.
"Nadie pone en duda la legitimidad electoral de Erdogan, pero numerosos turcos desean un gobierno más abierto, con una justicia independiente, medios de comunicación pluralistas y una sociedad civil fuerte, como en las democracias occidentales", afirmó el politólogo Sinan Ulgen, de la Fundación Carnegie Europe.
"Su balance será juzgado según la confianza y el respeto que provocará como presidente en toda la sociedad, no sólo por algunos proyectos grandiosos", agregó Ulgen.