"Indignados" españoles se enfrentan a la crisis con una economía diferente

AFP (Agencia France-Presse)

MADRID. - Un corte de pelo contra una clase de inglés, servicios de fontanería a cargo de parados, una bolsa de la compra que no hay que pagar: ante los estragos de la crisis, los 'indignados' españoles se ponen manos a la obra para crear una "economía más justa" basada en la solidaridad.

Un teatro ocupado en el barrio de Usera, Madrid.
Un teatro ocupado en el barrio de Usera, Madrid.

"Recojo toda mi fruta y legumbres aquí, es una gran ayuda", afirma Jhenny, una ecuatoriana de 35 años, rodeada de bolsas de plástico repletas de comida procedentes del banco de alimentos de Usera, un barrio trabajador del sur de Madrid.

Esta despensa gratuita y abierta a quien lo necesite es uno de los ejemplos de cómo el movimiento de los 'indignados' --surgido en mayo de 2011 cuando miles de personas ocuparon las plazas de España empezando por la Puerta del Sol de Madrid-- pasó de las ideas a las acciones.

Ante los problemas de un país sumido en la recesión y con más de cinco millones de desempleados, los activistas se organizaron en asambleas de barrio de las que surgieron todo tipo de proyectos, desde "bancos de tiempo" hasta una cooperativa.

Los 'indignados' también actúan para evitar desalojos de familias endeudadas, ayudan a ocupar apartamentos vacíos y gestionan una oficina de asesoramiento legal y un canal de televisión por internet.

"Estamos intentando crear una economía más sostenible y justa", explica Diego Gutiérrez, mientras carga un saco de patatas donado al banco de alimentos por una frutería local, propiedad de una pareja de rumanos.

El número de participantes en las asambleas de barrio se redujo mucho desde que nació el movimiento, pero ahora, los que acuden están dispuestos a remangarse y ponerse a trabajar, agrega.

"Había 1.600 personas en nuestra primera asamblea, ahora hay unos 18 pero son gente que está más comprometida", dice Gutiérrez, psicólogo de 41 años que subsiste con un empleo parcial en una escuela.

Más de 80 familias se inscribieron hasta ahora en el banco de alimentos de Usera, que no recibe ninguna ayuda del Estado.

Jhenny, cuyo esposo está desempleado desde hace más de un año, debe mantener a sus dos hijos con un trabajo parcial como empleada de hogar. Gracias a la ayuda del banco de alimentos ahorra unos 60 euros (75 dólares) al mes.

Grupos de voluntarios recogen las donaciones en los comercios del barrio, muchos de los cuales también luchan por sobrevivir en un país con el desempleo más elevado del mundo industrializado: 24,44%.

Todas las semanas, Raúl Barbero, de 41 años, padre de tres hijos y responsable de una frutería, dona algunos alimentos porque durante dos años, dice, él tampoco tenía nada que comer. "Lo he pasado muy mal", explica.

"Con un poco de cada uno, se hace mucho", afirma mientras prepara una caja de albaricoques, cerezas y otras frutas para la despensa del barrio.

También en Usera, una vez al mes los 'indignados' organizan un "mercadillo de trueque" en un parque, donde la gente puede canjear ropa, juguetes, libros o muebles, ahorrando dinero al tiempo que se deshacen de lo que ya no necesitan.

Uno de los proyectos más ambiciosos creado por el movimiento es una cooperativa que ofrece servicios, como pintura o fontanería, a cargo de trabajadores desempleados.

Los encargos recibidos por la "Cooperativa de Sinergias" son asignados de forma rotativa entre sus 230 miembros en Madrid. Esta cooperativa, que pronto empezará a producir jabón y cerveza, tiene la meta de instalarse en todas las ciudades de España.

"Este tipo de iniciativas van a continuar creciendo en los próximos años porque la gente se va enterando que el actual sistema económico no funciona", afirma Arturo de Bonis, ex director de proyectos del Banco Mundial en Africa que ayudó a crear la cooperativa.

Otras asambleas de 'indignados' crearon "bancos de tiempo" que utilizan unidades de tiempo como moneda y ofrecen servicios que van desde un corte de pelo a la reparación de una bicicleta.

Por cada hora ofrecida los miembros reciben un crédito de tiempo que pueden canjear por otro servicio, todos al mismo 'precio'.

"El banco del tiempo da la oportunidad de mejorar la calidad de vida sin gastar dinero", afirma María José, maestra de 59 años y miembro de la asamblea de Retiro, un barrio de clase media progresista del centro de Madrid.

Además de proporcionar ayuda económica, todas estas iniciativas tienen el objetivo de estrechar lazos en el barrio.

"Tus vecinos empiezan a ser tus amigos", dice Isabel Pérez, de 47 años, asesora autónoma en energía solar y madre de dos niños que vive en Usera. "Es algo fantástico".



Nuevo comentario: