Intensos combates en el oeste de Irak, situación humanitaria preocupante

FALUYA. - Intensos combates entre las fuerzas de seguridad iraquíes e insurgentes se libraron el jueves en la provincia sunita de Al Anbar, en el oeste del país, en donde la violencia ha obligado a miles de familias a huir en los últimos días.

También se registraron episodios violentos en la capital, Bagdad, en donde un atentado suicida dirigido contra reclutas del ejército mató a 23 personas e hirió a 30, según fuentes médicas.

Los combates en Al Anbar despertaron la preocupación de la ONU y organizaciones internacionales, mientras que Washington instó al primer ministro iraquí chiita, Nuri al Maliki, reconciliarse con las tribus sunitas, algunas de las cuales están luchando junto a los yihadistas.

"Una importante fuerza atacó ayer por la noche un refugio de Al Qaida en la región de Al Bubali, y desde esta mañana se desarrollan intensos combates entre el ejército, apoyando por tanques, y yihadistas", anunció el jueves a la AFP un oficial de la policía.

Tanques y helicópteros destruyeron una escuela y varias casas desde las que disparaban insurgentes, y luego los combates cesaron, añadió un oficial.

Al Bulali está ubicado entre Faluya, una ciudad controlada desde hace algunos días por combatientes del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL, vinculado a Al Qaida) y tribus hostiles al gobierno, y Ramadi, controlada en parte por yihadistas.

Debido a los combates y a los bombardeos, más de 13.000 familias han huido de Faluya, una ciudad que cuenta con unos 500.000 habitantes, indicó la Media Luna Roja iraquí.

La violencia, que estalló el 30 de diciembre tras el desalojo de un campamento de sunitas que protestaban contra el gobierno, causó más de 250 muertos, según un recuento de la AFP basado en fuentes médicas y oficiales.

Human Rights Watch (HRW) denunció el uso de "métodos ilegales" en los combates, que dejaron "víctimas civiles e importantes daños".

En un comunicado, esta ONG acusó al ejército de haber lanzado un mortero sobre barrios civiles y a los insurgentes de haber librado ataques en zonas civiles.

HRW expresó también su preocupación ante el asedio de Faluya y Ramadi, que limitan el suministro de comida, agua y combustible.

Presiones de Estados Unidos

En señal de la creciente presión de Estados Unidos, el vicepresidente norteamericano Joe Biden llamó el miércoles a Maliki por segunda vez esta semana.

Según un comunicado de la Casa Blanca, Biden exhortó al primer ministro iraquí a "proseguir los esfuerzos del gobierno para acercarse a los dirigentes nacionales, tribales y locales" iraquíes.

El portavoz del la presidencia estadounidense Jay Carney indicó que Washington pidió a Maliki que trabaje simultáneamente por la reconciliación política y por la expulsión de Al Qaida de Faluya y Ramadi.

Hace unos días una fuente gubernamental había anunciado que el ejército preparaba una importante operación para recuperar Faluya, pero el primer ministro, Nuri al Maliki, llamó el lunes a las tribus sunitas de la región a expulsar ellos mismos a los "terroristas", para evitar así un asalto del ejército.

Un asalto contra esta ciudad de mayoría sunita podría agravar las tensiones entre la minoría sunita del país y el gobierno dirigido por los chiitas.

Constituye además un gran desafío para las fuerzas iraquíes que hasta el momento no han llevado a cabo un ataque de esta magnitud desde la retirada de los últimos soldados estadounidenses hace dos años.

Esta es la primera vez desde 2003, cuando se produjo la insurrección en respuesta a la invasión de Irak liderada por Estados Unidos, en que insurgentes vinculados a Al Qaida toman abiertamente el control de zonas urbanas en Irak.

Desde Washington, el Pentágono anunció el lunes una aceleración en las entregas ya previstas de misiles y de drones de vigilancia a Irak, pero el secretario de Estado John Kerry dijo ya claramente que Estados Unidos no enviará tropas al país.



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