Javier Marías: "Mientras escribo mis libros, me parecen horrorosos"

DPA (Deutsche Press Agency-Agencia de Prensa Alemana)

Madrid. - Tiene a sus espaldas una de las obras más prestigiosas de la literatura en español, pero Javier Marías sigue viviendo la escritura de cada libro como un ejercicio "terriblemente difícil" y "milagroso", reconoció hoy en Madrid al presentar su nueva novela, "Berta Isla".

"Mientras escribo mis libros siempre me parecen horrorosos: esto es muy malo, no tiene ni pies ni cabeza, no interesa a nadie", reveló en el encuentro con los medios.
"Cada vez que termino una novela estoy convencido de que será la última. Me parece imposible la tarea de volver a empezar, crear un mundo nuevo, nuevos personajes. Cuando termino una novela me parece milagroso haberla terminado".
Pero lo cierto es que Marías (Madrid, 1951) lo ha vuelto a hacer y lanza ahora "Berta Isla" (Alfaguara), su decimoquinta novela.
Ambientada en Madrid y Oxford entre los años 70 y 90, se presenta como una historia sobre "la fragilidad y la tenacidad de una relación amorosa condenada al secreto y la ocultación".
"Desde hace ya años tenía ganas de adentrarme en un tipo de historias que se han escrito numerosas veces, la primera tal vez en 'La Odisea'", dijo hoy sobre el "germen" que inspiró la novela.
"Son historias de personas que se van, desaparecen, a veces reaparecen, a veces vuelven, a veces hay incluso dudas sobre si esa persona es quien se marchó o se trata de un impostor".
Es en parte la situación de Tomás Nevinson, marido de la protagonista Berta, al que los servicios secretos reclutan por sus dotes para las lenguas y lo llevan a una vida de fingimiento y secretos.
La obra planea así sobre un tema de fondo, la imposibilidad de conocer de verdad al otro, y prolonga de ese modo la exploración sobre las relaciones de pareja que Marías comenzó ya en sus dos novelas anteriores, "Los enamoramientos" (2011) y "Así empieza lo malo" (2014).
"Es también una novela sobre la espera", analizó hoy el también traductor y miembro de la Real Academia Española (RAE).
"La espera tiene algo de adictivo, porque supone que todo está todavía abierto. En cierto sentido es angustioso, pero también hay gente que, una vez que se acostumbra a vivir en la espera, cuando la espera termina añora esa situación en la que todo era posible".
Aludiendo al personaje de Nevinson, Marías se preguntó las causas que llevan a hacer cosas que no queremos. "La principal es el miedo", sostuvo. "A veces también la desesperación y sin duda alguna la juventud".
En ese sentido, puso como ejemplo los recientes atentados que dejaron 16 muertos en Cataluña. "Los ejecutores eran gente muy joven, incluso había algún menor de edad. En cambio los que no estaban en la ejecución y no daban la cara eran personas de mayor edad, personas que convencen, manipulan, abusan de la credibilidad de la juventud".
Marías alertó también sobre el poder inédito de manipulación que ofrecen las nuevas tecnologías. "Los medios para manipular hoy en día no tienen parangón con los de otros tiempos. A veces me paro a pensar qué habría sido del mundo si (el ministro de Propaganda nazi, Joseph) Goebbels hubiera tenido Internet, móviles y todo esto".
El novelista recordó que los nazis lograron convencer a mucha gente en Alemania y otros países europeos "solo con la radio, la prensa escrita y algunos noticiarios y películas de Leni Riefensthal".
"Con los medios actuales, la guerra la habrían ganado los nazis y el mundo sería nazi. Si es que no lo es de alguna manera. Porque el mundo actual ha incorporado mucho de los nazis", concluyó.
El novelista apuntó a otra causa anterior: "Ha habido una deliberada destrucción del sistema educativo, no ya solo de este país -que desde luego-, sino en la mayoría de los países desde hace 25 o 30 años. Ha sido absolutamente nefasto y desgraciado", sostuvo.
"Lo veo como una cosa muy peligrosa. Desde hace décadas se ha habituado a la gente a pensar cada vez menos por sí misma. Si la gente piensa cada vez menos por sí misma, dispuesta a recibir ideas y no cuestionarla, el panorama es cada vez menos halagüeño".


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