La Unión Africana celebra 50 años de "unidad" marcados por profundas divisiones
AFP (Agencia France-Presse)
ADIS ABEBA. - El 25 de mayo de 1963, 32 jefes de Estado africanos crearon la Organización de la Unión Africana (OUA) con la idea del panafricanismo, pero cincuenta años después los 54 miembros de la Unión Africana (UA), que se sustituyó a la OUA, todavía tienen dificultades para hacer de África un continente unido.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, participará en las conmemoraciones de los cincuenta años de UA el próximo sábado, en Etiopía.
La OUA, que hizo de la no injerencia un principio fundador, dio con frecuencia la impresión de ser un órgano sin verdadero poder, como un club de jefes de Estado, incluso autócratas, que se referían a los grandes principios que muchos de ellos se cuidaban mucho de aplicar en sus países.
Para hacer olvidar ese pasado poco glorioso, la UA, que le sucedió en 2002, se dotó de instituciones (Comisión, Consejo de Paz y Seguridad, Parlamento panafricano...) y de mecanismos más ambiciosos, consagrando en especial el derecho de injerencia.
"Trabajo con la OUA/UA desde 1996 y puedo atestiguar que ha habido avances, sobre todo en términos de paz y de seguridad, así como en lo que concierne la gobernanza", aseguró Jakkie Cilliers, director del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS), con sede en Sudáfrica.
En contraste con la apatía de su ancestro, la UA ha suspendido y sancionado desde su creación a varios de sus miembros, escenarios de golpes de Estado.
"Entre 2003 y 2012 (...) la UA suspendió a ocho de sus miembros", recordaba recientemente Alex Vines, director de la sección África del Centro de Investigaciones, en un informe sobre "Una década de arquitectura de paz y seguridad en África".
"Ello ilustra la acción más amplia reivindicada por la UA con respecto a la OUA, y su voluntad de oponerse a los cambios inconstitucionales de gobierno mediante las sanciones", añadía el investigador.
La firmeza en materia de golpes de Estado contrasta no obstante con la timidez de la UA frente a Estados con balances democráticos mediocres, o en los cuales la validez de las elecciones es sumamente cuestionada.
Paralelamente el número de guerras ha disminuido, pasando, según Alex Vines, de 12 en 2002, cuando se creó la UA, a cuatro en 2012, pero el número de crisis locales ha aumentado.
Si bien es cierto que el éxito de la fuerza de la UA (Amisom) desplegada desde 2007 en Somalia, frente a los islamistas shebab, es real, también es cierto que ésta es esencialmente financiada por los Estados occidentales, recuerdan los críticos.
Más allá de los problemas financieros, este éxito no puede ocultar que la acción de la organización panafricana se ve entorpecida sobre todo por las profundas divisiones en su seno. En 2011, disensiones y tergiversaciones obligaron a la UA --que no se manifestó durante la primavera árabe -- a asistir, fuera de juego, a las intervenciones extranjeras en Costa de Marfil y luego en Libia.
Más recientemente, en Malí, le tocó a las fuerzas armadas francesas intervenir para combatir los grupos yihadistas ante la extrema lentitud de la UA para desplegar una fuerza panafricana, que no ha participado en ningún combate, y debe desde ya ser reemplazada por una fuerza de la ONU.
"No es realista querer que los países africanos hablen un mismo lenguaje sobre todos los temas, es imposible, miren a la Unión Europea", dice Paul-Simon Handy, investigador del ISS, "esperar que la UA y sus 54 países se pongan de acuerdo sobre todo, eso nunca no sucederá".
"Hay divisiones, incomprensiones, opiniones diferentes sobre algunos temas, pero pienso que no son fundamentales", estima.
Las profundas rivalidades en la UA salieron a flote con motivo de la elección en la presidencia de su Comisión, en enero, y luego en julio de 2012, finalmente ganada por la sudafricana Nkosazana Dlamini-Zuma.
Pese a los progresos, las integraciones política y económica del continente permanecen en ese contexto por ahora como buenos deseos. La experiencia maliense asestó un golpe a las esperanzas de una fuerza africana de reacción rápida. Y la moneda única africana sigue siendo un proyecto a muy largo plazo.
"La integración política y económica africana llevará probablemente décadas (...) aun cuando la integración económica sea crucial para el futuro (de África), será un proceso lento", admite Cilliers.
La OUA, que hizo de la no injerencia un principio fundador, dio con frecuencia la impresión de ser un órgano sin verdadero poder, como un club de jefes de Estado, incluso autócratas, que se referían a los grandes principios que muchos de ellos se cuidaban mucho de aplicar en sus países.
Para hacer olvidar ese pasado poco glorioso, la UA, que le sucedió en 2002, se dotó de instituciones (Comisión, Consejo de Paz y Seguridad, Parlamento panafricano...) y de mecanismos más ambiciosos, consagrando en especial el derecho de injerencia.
"Trabajo con la OUA/UA desde 1996 y puedo atestiguar que ha habido avances, sobre todo en términos de paz y de seguridad, así como en lo que concierne la gobernanza", aseguró Jakkie Cilliers, director del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS), con sede en Sudáfrica.
En contraste con la apatía de su ancestro, la UA ha suspendido y sancionado desde su creación a varios de sus miembros, escenarios de golpes de Estado.
"Entre 2003 y 2012 (...) la UA suspendió a ocho de sus miembros", recordaba recientemente Alex Vines, director de la sección África del Centro de Investigaciones, en un informe sobre "Una década de arquitectura de paz y seguridad en África".
"Ello ilustra la acción más amplia reivindicada por la UA con respecto a la OUA, y su voluntad de oponerse a los cambios inconstitucionales de gobierno mediante las sanciones", añadía el investigador.
La firmeza en materia de golpes de Estado contrasta no obstante con la timidez de la UA frente a Estados con balances democráticos mediocres, o en los cuales la validez de las elecciones es sumamente cuestionada.
Paralelamente el número de guerras ha disminuido, pasando, según Alex Vines, de 12 en 2002, cuando se creó la UA, a cuatro en 2012, pero el número de crisis locales ha aumentado.
Si bien es cierto que el éxito de la fuerza de la UA (Amisom) desplegada desde 2007 en Somalia, frente a los islamistas shebab, es real, también es cierto que ésta es esencialmente financiada por los Estados occidentales, recuerdan los críticos.
Más allá de los problemas financieros, este éxito no puede ocultar que la acción de la organización panafricana se ve entorpecida sobre todo por las profundas divisiones en su seno. En 2011, disensiones y tergiversaciones obligaron a la UA --que no se manifestó durante la primavera árabe -- a asistir, fuera de juego, a las intervenciones extranjeras en Costa de Marfil y luego en Libia.
Más recientemente, en Malí, le tocó a las fuerzas armadas francesas intervenir para combatir los grupos yihadistas ante la extrema lentitud de la UA para desplegar una fuerza panafricana, que no ha participado en ningún combate, y debe desde ya ser reemplazada por una fuerza de la ONU.
"No es realista querer que los países africanos hablen un mismo lenguaje sobre todos los temas, es imposible, miren a la Unión Europea", dice Paul-Simon Handy, investigador del ISS, "esperar que la UA y sus 54 países se pongan de acuerdo sobre todo, eso nunca no sucederá".
"Hay divisiones, incomprensiones, opiniones diferentes sobre algunos temas, pero pienso que no son fundamentales", estima.
Las profundas rivalidades en la UA salieron a flote con motivo de la elección en la presidencia de su Comisión, en enero, y luego en julio de 2012, finalmente ganada por la sudafricana Nkosazana Dlamini-Zuma.
Pese a los progresos, las integraciones política y económica del continente permanecen en ese contexto por ahora como buenos deseos. La experiencia maliense asestó un golpe a las esperanzas de una fuerza africana de reacción rápida. Y la moneda única africana sigue siendo un proyecto a muy largo plazo.
"La integración política y económica africana llevará probablemente décadas (...) aun cuando la integración económica sea crucial para el futuro (de África), será un proceso lento", admite Cilliers.