La 'Weltpolitik' germana de hoy

La Vanguardia, Barcelona, España

BARCELONA. - Desde finales del siglo XIX, Alemania ha apostado por la expansión mundial, la Weltpolitik de la época guillermina. Compensaba la ausencia de las colonias de las que sí disfrutaban sus competidores. Eso modeló una poderosa máquina industrial, con el doctor ingeniero como icono de su éxito y pieza más inteligente del proceso, y con una demanda interna muy contenida, garantía de alta inversión y costes laborales bajos relativos respecto a la mejora de la productividad.

Un trabajador en Alemania
Un trabajador en Alemania
Europa fue el terreno natural para esa expansión industrial a lo largo del siglo XX. Y así estaban las cosas cuando llegó el nuevo siglo con el euro bajo el brazo.
Con la crisis de la moneda única, la lectura fue que Alemania dependía tanto de sus exportaciones a la eurozona que actuaría, poniendo toda la carne en el asador, antes de que el daño para sus socios fuera demasiado grave, es decir, antes de que el poder de compra de estos últimos se hundiese diezmando sus exportaciones.

Pero durante la pasada década la implacable industria germana no se quedó quieta y siguió puliendo y mejorando su formidable plataforma exportadora. Fueron años en los que integró en sus cadenas de producción, como suministradores de mano de obra barata, a los antiguos satélites soviéticos del este de Europa, limítrofes con la nueva Alemania unida. Gracias a ello sus exportaciones al resto de Europa crecieron como la espuma. Fue la nueva Ostpolitik comercial.

Como consecuencia, entre otros factores, de esa ampliación geográfica y demográfica de su base productiva, el papel de la zona euro en la economía alemana ha cambiado. ¿Se ha devaluado? Del excedente de la balanza corriente germana en el 2012, 120.000 millones de euros en el tercer trimestre, poco más de 36.000, el 30%, es con la eurozona. Hace tan sólo cuatro años, en el 2009, era del 65%.

Han sido años de durísima crisis, ciertamente, y con ella ha dejado de circular el dinero fácil entre sus socios europeos. Pero no es esa la única explicación. Las grandes potencias emergentes tienen hoy a Alemania como principal suministrador. En el caso de China, sus importaciones de producto germano ya son superiores a los de la mitad de los países de la eurozona sumados, España, Grecia, Portugal e Irlanda incluidos. En el 2008, Berlín tenía un déficit corriente de 23.000 millones con Pekín. El año pasado, después de más que duplicar sus ventas, ya logró un modesto superávit de 2.500 millones.

Con esta evolución, Alemania podría tener la tentación de ver más valiosa la eurozona como fuente de mano de obra barata, en industria auxiliar o directamente inmigrante, que como mercado de exportación.

Manel Pérez


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