"La ciudad de las mil puertas": Agadez y la peligrosa ruta del Sáhara

DPA (Deutsche Press Agency-Agencia de Prensa Alemana)

Agadez. - Moussa y sus hombres cargan sus vehículos ocultos por la oscuridad de la noche. Trabajan en silencio y rápido, pues la policía les pisa los talones. Su objetivo es trasladar en los todoterrenos a 50 emigrantes a través del Sáhara hasta Libia.

Los ojos de los pasajeros reflejan una mezcla de miedo y esperanza: han conseguido llegar desde sus países de origen a la ciudad nigerina de Agadez, en el extremo sur del desierto, y ahora toca comenzar el peligroso viaje rumbo a Europa.
Uno de los traficantes comprueba que no hay patrullas de la policía y, después, abre la puerta de hierro de un aparentemente modesto complejo de edificios en el barrio de Misrata, que recibe su nombre de la ciudad mediterránea libia desde donde cada año parten hacia Italia miles de emigrantes en sobrecargadas embarcaciones.
Los vehículos circulan sin luz. Moussa y el resto de traficantes llevan unos turbantes perfectamente ajustados a sus cabezas que sólo dejan espacio para los ojos. Para camuflar las carrocerías blancas de los vehículos los han cubierto con lodo y han colocado cinta adhesiva negra sobre las luces de frenado. Una moto lidera el camino hacia el desierto y los conductores aceleran.
Los traficantes trabajan en la clandestinidad desde que Níger prohibió el transporte a través del Sáhara tras las negociaciones con la Unión Europea (UE) a mediados de 2015. Según la fiscalía, desde entonces las fuerzas de seguridad han interceptado más de un centenar de vehículos y detenido a decenas de contrabandistas y conductores que se enfrentan a penas de hasta 30 años de cárcel.
A cambio del cierre de la ruta migratoria, la UE concedió a Níger 610 millones de euros (728 millones de dólares). El tema será además uno de los asuntos clave en la inminente cumbre UE-África que se celebrará en Costa de Marfil entre el 29 y el 30 de noviembre.
En 2011, la caída del dictador libio Muamar al Gadafi dejó el país sin control estatal, abriendo el camino hacia Europa, y convirtió Agadez en bisagra para los emigrantes. La ciudad nigerina experimentó un "boom" y ahora, los coches comparten sus arenosos caminos con burros y camellos.
El año pasado, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) más de 360.000 emigrantes lograron llegar a Europa cruzando el Mediterráneo. De ellos, más de la mitad lo hizo en las costas italianas y, probablemente, pasó antes por Níger. Este año, el número de emigrantes que salen de Agadez se ha reducido a 40.000, afirma el director de la OIM para Níger, Giuseppe Loprete.
Según el embajador de la UE en Níger, Raul Mateus Paula, el Gobierno del país está "muy comprometido" con mantener la prohibición. En Agadez, una ciudad de construcciones de adobe y de apenas 120.000 habitantes, las autoridades han identificado a casi 7.000 hombres "implicados en el negocio migratorio", desde contrabandistas a enlaces, conductores y propietarios de refugios.
Sin embargo, la falta de personal jurídico, sobre todo de jueces, unida a la mala remuneración de las fuerzas policiales dificulta la aplicación de las leyes, añade Paula.
En el todoterreno de Moussa viaja Femi Akindele, procedente del estado nigeriano de Oyo. Tiene 27 años y afirma que su destino es Alemania. Su novio huyó hace tres años a Múnich y a su hijo de dos años, que sólo conoce a su padre vía smartphone, lo ha dejado con el abuelo. Akindele, que oculta su verdadero nombre, no sabe realmente ni dónde trabaja su novio ni dónde vive. Hace un par de semanas que dejó de enviarles dinero y está decidida a buscarlo. "Quiero una vida mejor", afirma.
El viaje a Agadez fue sencillo, llegó a Níger tomando varios autobuses. La travesía la financió una tía suya que tenía contacto con un enlace en Agadez. En cuanto llegue a Alemania le devolverá el dinero, señala Akindele. Apenas tiene una vaga idea de los peligros que entraña el viaje por el Sáhara, Libia y el Mediterráneo. "Tendremos sed", afirma, y cuenta que se ha comprado guantes para combatir el frío de la noche. Tampoco sitúa Alemania en un mapa.
Moussa sostiene que él sigue llevando a unas 80 personas por semana a Libia. El viaje de tres días y unos 1.000 kilómetros está considerado uno de los más peligrosos del mundo. No hay estadísticas sobre cuántos emigrantes pierden la vida en el Sáhara, pero expertos como Paula y Loprete calculan que es superior a la de los muertos en el Mediterráneo. Éstos, según la OIM, ascienden a 2.900 en el transcurso de 2017.
Según los expertos, el cierre oficial de la ruta migratoria ha elevado los riesgos de atravesar el Sáhara. En lugar de las milenarias vías comerciales, los traficantes usan otras más apartadas, alejadas de los oasis y con más probabilidad de convertirlos en víctimas de islamistas o bandidos. Cada semana siguen una ruta distinta con ayuda de los sistemas de navegación, explica Moussa. Agadez es "la ciudad de las mil puertas".
Según cuenta, antes tenía una "agencia de viajes" y todos los lunes, un convoy partía con docenas de vehículos y escolta militar oficial a Agadez. Aunque los pasajeros iban sentados en el suelo de los camiones, nadie se quejaba. Ahora, debido a la prohibición, sólo envía como mucho dos vehículos a la vez. Como hay menos clientes, ha tenido que duplicar los precios hasta los 760 euros (900 dólares) por pasajero. Al fin y al cabo, debe mantener a sus cuatro mujeres y 17 hijos, añade.
Los contrabandistas han desarrollado un ingenioso sistema para no dejar rastro. Cambian diariamente sus tarjetas SIM, registradas con los pasaportes de los emigrantes, y vigilan las 24 horas los refugios donde éstos esperan semanas o meses hasta salir.
Allí ni hay ni luz ni agua corriente, los emigrantes duermen sobre finas colchonetas entre arena y basura, a menudo unos 30 por habitación. El baño es un agujero en el suelo y el agua potable o la comida se pagan extra. Muchos deben vender sus smartphones, perdiendo el contacto con el resto del mundo.
Nadie sabe exactamente cuántos de estos llamados guetos hay, pero según Tamari Ibrahim, son más de un centenar. Según este miembro del Comité Internacional de Rescate (IRC), es imposible convencer a los emigrantes de que la huida es demasiado arriesgada. "Siempre recibimos la misma respuesta: prefiero morir intentando lograr una vida mejor que a causa de la pobreza".


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