La correspondencia entre Hermann Hesse y Stefan Zweig recorre el siglo XX
La Vanguardia
Hesse es pobre y vive en una aldea; Zweig es rico, cosmopolita y viajero | "La defensa de la razón y el bien, sin admitir división entre ética y estética", creencias comunes. Como dos personas que se cortejan y, paso a paso, van tanteando las reacciones del otro, inseguros al principio y, de repente, avanzando a zancadas de gigante. Así se desarrolla la relación epistolar que unió durante 35 años a dos de los mayores escritores europeos del siglo XX, Stefan Zweig (1881-1942) y Hermann Hesse (1877-1962), cuya 'Correspondencia' (Acantilado) está en las librerías españolas desde ayer.
El libro se basa en la edición alemana del año 2006, al cuidado de Volker Michels. La relación entre ambos escritores fue básicamente epistolar y se inició en enero de 1903, cuando Hesse envió un poemario a su admirado Zweig, pidiéndole a cambio la antología que este había publicado sobre Verlaine, ya que "soy ridículamente pauvre y me veo obligado a ir mendigando mis contentos acá o acullá". Zweig le responde, al mes siguiente, que conoce sus versos y que "los que sentimos, en lo íntimo de nuestro ser, cierta afinidad del alma, no debemos permanecer desconocidos los unos para los otros". Es el principio de una larga amistad.
El contraste entre ambos es evidente. Como cuenta Michels, "Hesse -futuro premio Nobel de Literatura en 1946- es humilde y provinciano, sólo tiene el título de bachiller, se formó como mecánico y trabaja de ayudante de un librero de viejo. Zweig, en cambio, es pudiente, hijo de un industrial de la Viena cosmopolita, que frecuenta los círculos mundanos de artistas y viaja por medio mundo, mientras Hesse se refugia en la naturaleza y el trato con gente sencilla en un pueblo de 300 habitantes".
Pocos fueron los encuentros entre ambos. El primero, en 1905, se saldó con una lesión de Zweig en la cabeza (entró con tanto entusiasmo en el despacho de su amigo que no vio el bajo dintel de la puerta). El último fue el 17 de septiembre de 1937, en Lugano.
En la primera conflagración mundial (1914-1918), los ataques que recibió Hesse por su postura fueron tan crueles que para sobrellevarlos se sometió a una terapia psicoanalítica, tras la cual emergió convertido en un nuevo escritor, tanto que firmó su novela Demian tan presente en este libro-fue otro nexo entre los dos escritores, que se consideraban fundamentalmente europeos.
Como anotó Zweig en su diario, tras verse con Hesse en 1917: "Hay un tipo muy selecto de personas con las que ya no tengo nunca una diferencia de opinión. (...) Una vez alcanzada cierta altura moral, lo mismo se hace obvio para todos". Las cartas muestran, en efecto, lo que Michels llama "su inequívoca defensa de la razón, del bien y del humanismo, que no admite divisiones entre ética y estética". Para Zweig, "hemos sido empujados por un camino interior que a algunos les parecerá demasiado apartado, como si huyésemos, mientras que nosotros sabemos que es precisamente un intento de llegar a lo esencial".
¿Cuál es la última frase que Hesse dirigió a su amigo? "En ocasiones la amargura nos impregna como el agua a la esponja" (27/VII/1938). El mundo estaba a punto de desmoronarse.