AFP (Agencia France-Presse)
MANILA. - Filipinas es un bastión del catolicismo en Asia, pero la aprobación de una ley sobre planificación familiar señala una liberalización de la sociedad o incluso una pérdida de influencia de la Iglesia. ¿El próximo combate? Legalizar el divorcio.
En abril, el Tribunal Supremo desestimó los recursos presentados por la Iglesia Católica filipina para que invalidara una ley que instauraba la distribución de anticonceptivos de forma gratuita para los más pobres.
Una derrota inhabitual para la jerarquía católica, que marca con su influencia la historia de Filipinas desde la colonización española (de finales del siglo XVI hasta finales del XIX). Alrededor del 80% de los 100 millones de filipinos se declaran católicos.
La Iglesia estuvo al lado de los que derrocaron a dos presidentes --entre ellos el dictador Ferdinand Marcos-- en las últimas décadas y desempeña un papel preponderante en la adopción de leyes sociales conservadoras.
Filipinas es hoy el único país del mundo, con el Vaticano, que rechaza el divorcio. El aborto está prohibido y el matrimonio sólo existe entre personas de sexo opuesto.
Pero para los defensores de una política social más liberal, la ratificación de la llamada Ley de Maternidad Responsable por la Corte Suprema demuestra que cada vez más los filipinos ignoran algunas consignas de la Iglesia, aunque no pierdan la fe.
"El estado de ánimo de los filipinos católicos evoluciona", estimó Elizabeth Angsioco, una de las líderes de la lucha por los anticonceptivos.
"La jerarquía católica trata de mantener la reputación de Filipinas como bastión de la fe en Asia. Pero no creo que sea tan popular y tenga tanta aceptación como antaño", dijo a la AFP.
- No obedecer ciegamente a la Iglesia -
Una parte de la población ya adoptó conductas consideradas tabú y que son todavía ilegales.
El gobierno calcula que alrededor de medio millón de abortos clandestinos se llevan a cabo cada año en clínicas privadas. Además, numerosas parejas utilizan anticonceptivos que obtienen a través de organizaciones no gubernamentales.
Los filipinos también han mostrado que no quieren obedecer a toda costa a la Iglesia sobre "el carácter sagrado del matrimonio". Como no pueden divorciarse, las parejas infelices optan por una separación civil, que reparte los bienes entre los cónyuges.
La anulación del matrimonio es posible, pero el proceso es largo y costoso.
Tras su victoria en materia de planificación familiar, las asociaciones feministas quieren obtener ahora la legalización del divorcio.
Un partido de defensa de los derechos de las mujeres presentó un proyecto de ley al parlamento en 2010, pero éste no pasó nunca de los comités.
"Ahora tiene que empezar el debate sobre el divorcio entre la opinión pública", dijo Risa Hontiveros, exdiputada y miembro del lobby por la legalización del divorcio, que calificó de "inmadura" la legislación filipina a este respecto.
- Una jerarquía más conciliadora -
Los defensores del divorcio saben sin embargo que su combate durará años. Una razón clave del éxito de la ley sobre planificación familiar fue el respaldo del presidente Benigno Aquino.
Este soltero perteneciente a una familia profundamente católica promueve desde su elección en 2010 una agenda relativamente progresista en materia social. Pero no parece quererse enzarzar en la lucha por la legalización del divorcio.
Varios jerarcas católicos del archipiélago creen sin embargo que las leyes, tarde o temprano, terminarán por reflejar la liberalización de las ideas y de la conducta de los filipinos en lo que se refiere a su vida privada.
"Como el mundo tiene tendencia a unificarse (...), negarse a ver estas evoluciones equivale a esconder la cabeza como el avestruz. Necesitamos mirarlos de frente, ser honestos, para saber cómo reaccionar mejor", declaró el obispo Oscar Cruz, ex presidente de la conferencia episcopal.
La jerarquía católica sigue de cerca las declaraciones del papa Francisco, que pidió a la Iglesia que "no insista sólo en las cuestiones vinculadas al aborto, al matrimonio homosexual y el uso de métodos anticonceptivos".
"La jerarquía es más conciliadora, sobre todo ahora con el papa Francisco", agregó el obispo.