La oposición siria, impotente ante la segura victoria de su enemigo Asad en las elecciones

AFP (Agencia France-Presse)

BEIRUT. - Los rebeldes, divididos, y sus padrinos extranjeros asisten incrédulos a las elecciones en Siria organizadas por el régimen que asegurarán la permanencia de su enemigo Bashar al Asad en el poder, pese a tres años de guerra.

Los comicios, que se llevarán a cabo en las regiones controladas por el régimen, no hacen más que ratificar la decisión de Asad y de sus aliados de ganar esta guerra a toda costa y eliminar cualquier resquicio de llegar a una solución política, afirman opositores y rebeldes.

"Hace dos años, pensábamos que era imposible que el régimen se mantuviera hasta las elecciones de 2014. No acabo de creerme lo que está ocurriendo", dice Thaer, un militante de Homs, la ciudad conocida como "capital de la revolución" y de la que ha sido erradicada la rebelión.

"Eramos mucho más fuertes cuando empezó la revolución. El movimiento era pacífico e importante y nuestras esperanzas eran inmensas", explica a la AFP mediante internet.

El comandante rebelde de la provincia de Damasco Selim Hejazi comparte esta opinión. Para él, si el régimen puede realizar estas elecciones el 3 de junio, se debe fundamentalmente a las divisiones endémicas de la oposición, la falta de liderazgo y la falta de apoyo de la comunidad internacional.

"No es la que la comunidad internacional esté paralizada, en realidad es que no quiere ayudarnos", asegura.

Mientras el ejército leal a Asad recibe asistencia militar y financiera de Rusia e Irán, el apoyo a la rebelión de sus protectores cataríes, saudíes, turcos u occidentales es más bien caótico.

Pese a que la oposición ha logrado controlar partes significativas del territorio sirio, en el norte y en el este, la potencia militar del régimen es muy superior a la de los rebeldes gracias a la aviación, a los refuerzos sirios y a los aguerridos combatientes del Hezbolá libanés.

 

- 'Sin solución política' -

 

En la estela de la Primavera Árabe, que acabó con regímenes dictatoriales en países como Túnez, Egipto o Libia, en Siria surgió en marzo del 2011 una revuelta pacífica que reclamaba reformas políticas. Pero la represión implacable hizo que se transformara en insurrección armada que se islamizó progresivamente y se hizo cada vez más violenta.

Occidente, en particular Estados Unidos, ha preferido no proporcionar asistencia militar por temor a que las armas cayeran en manos de los yihadistas extranjeros para ayudar a los rebeldes sirios, y que actualmente son muy influyentes.

Para Samir Nashar, adversario desde hace tiempo de la familia Asad y miembro del Consejo de la Oposición, el miedo de Occidente ha contribuido al debilitamiento de la oposición.

"Occidente parece más interesado en administrar el conflicto que en ayudar a la oposición", dice el opositor desde Turquía, contactado por la AFP vía telefónica.

El experto sobre Siria Noah Bonsey, del International Crisis Group, ahonda en el mismo sentido. "Los aliados occidentales han dado buenas palabras suscitando las esperanzas de los rebeldes pero la ayuda material limitada que han proporcionado es insuficiente para reforzar a los elementos moderados a los que apoyan".

En el terreno, el régimen ha registrado varios avances en los últimos meses, a medida que la elección se acerca. Se ha vanagloriado de expulsar a los rebeldes del casco antiguo de Homs y de haber roto el sitio impuesto por los rebeldes a la prisión de Alepo.

Para los opositores, estos avances son una señal de que "no hay en absoluto ninguna solución política en el horizonte", explica Nashar.

Representantes de la oposición y del régimen mantuvieron por primera vez negociaciones infructuosas a principios de año en Suiza bajo la égida de Washington y de Moscú.

La oposición quiere que Asad sea excluido de cualquier solución política lo que el régimen rechaza, unas diferencias que han impedido una solución política al conflicto que ya ha dejado más de 160.000 muertos.

La celebración de estos comicios, calificados de "farsa" por la oposición, "significa desgraciadamente que la guerra y el baño de sangre van a proseguir", resume el militante de Homs.



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