AFP (Agencia France-Presse)
RABAT. - Seis meses después de haber prometido una "nueva política migratoria", Marruecos está enzarzado en una carrera contrarreloj para su aplicación, en momentos en que las ONG expresan alarma por la afluencia de inmigrantes ilegales en Rabat.
Según las autoridades del reino, unos 30.000 inmigrantes clandestinos se encuentran actualmente en Marruecos para tratar de entrar en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, únicas fronteras terrestres entre Europa y África.
Ante esta situación, Rabat anunció en septiembre un programa de "regularización excepcional" y de actualización de su marco jurídico e institucional.
Actualmente se están elaborando tres anteproyectos de ley, sobre el derecho al asilo, la trata de seres humanos y la inmigración. En una fecha que aún no se precisó, los tres textos serán presentados al Parlamento, que abre su sesión de primavera a mitad de abril.
"Marruecos se está convirtiendo en un país de instalación, cuando siempre ha sido un país de tránsito. Esto es nuevo", explicó a Radio Francia Internacional el ministro marroquí competente en temas migratorios, Anis Birou.
Prueba de que la política del reino está cambiando, Human Rights Watch (HRW) señaló hace poco que han terminado las expulsiones a Argelia, país por el que, según Rabat, entra la mayoría de inmigrantes clandestinos.
La otra cara de la moneda, según alertaron este mes diez ONG presentes en Marruecos, es que desde diciembre han estado llegando cada día a Rabat "decenas y luego centenares de inmigrantes, dejados en distintos puntos de la ciudad por autobuses requisados por las fuerzas del orden".
Una de esas ONG, Caritas, se ha visto tan desbordada por la afluencia que tuvo que cerrar su centro.
"Entre las personas trasladadas, hay un cierto número de heridos graves. La semana pasada, un inmigrante llegó con el costado abierto y las vísceras empezaban a salírsele", explicó a la AFP el presidente de la organización católica, Vincent Sibout.
- Maltratados y esposados -
La noche del viernes al sábado, tras un nuevo asalto a la triple valla que protege la frontera de Melilla, cientos de inmigrantes llegaron a la estación de autobuses de la capital marroquí.
Sus testimonios, imposibles de verificar, son muy ricos en detalles. Muchos de ellos aseguran haber sido expulsados a Marruecos después de lograr entrar en Melilla.
"Fuimos maltratados y estuvimos esposados desde la barrera (que protege la frontera) hasta la gendarmería (marroquí). Luego, durante 24 horas, no comimos nada. No dejaron sin nada. Nos llovía encima, no teníamos dónde dormir", cuenta un joven centroafricano de unos treinta años.
Otro rememora el asalto desde el monte Gurugú a la triple verja de Melilla, y afirma a la AFP que fue "esposado" por la Guardia Civil española.
"Lo que le decimos a los europeos es que están violando sus propias leyes", exclama.
"No conozco a nadie. Me han hablado de Caritas pero ahora está cerrado. Tengo una mano rota y no puedo hacer nada, ni trabajar, ni volver" al norte del país, explica Abderrahman, un joven guineano, en el barrio de Takaddoum, uno de los más frecuentados por los inmigrantes en Rabat.
Interrogadas para comentar estas alegaciones, las autoridades marroquíes no respondieron.
La campaña de regularización anunciada por el reino debe permitir precisamente que los inmigrantes busquen legalmente trabajo y vivienda.
Pero aunque a día de hoy se han presentado más de 13.000 candidaturas para la regularización, de momento "sólo se han validado 300", explica el presidente del Consejo de Migrantes Subsaharianos, Constantin Ebanda.
Según él, las ONG no están suficientemente asociadas a los proyectos del gobierno.
Ebanda cree que ha habido avances, como "la circular sobre la integración de los niños en las escuelas (...), pero queda mucho por hacer, en la sanidad, la justicia".