La revolución cubana reivindica a Hemingway
La Vanguardia, Barcelona, España
"Los cubanos vamos a ganar. 'I'm not a gringo'", dijo el escritor en 1959, según las crónicas. El autor de 'El viejo y el mar' mostró un apego a la revolución cubana “muy por encima de lo entendible o lógico en un escritor como él”. Es lo que sostiene la directora de la casa museo de Ernest Hemingway a las afueras de La Habana, Ada Rosa Alfonso.
Del apoyo que Hemingway prestó a la República española, incluso materialmente, no hay duda porque está bien documentado. De su supuesta defensa de la revolución de Fidel Castro, con quien habló dos veces, existen menos trazas aunque algunas parecen contundentes; sobre todo ciertas frases que se le atribuyen: “La gente de honor apoyamos la revolución”, diría al dejar la isla y trasladarse a Estados Unidos el 25 de julio de 1960. ¿Por qué y en qué circunstancias se fue Hemingway de Cuba en aquella fecha? El escritor estaba ya muy enfermo.
Sufría un trastorno psíquico –bipolaridad según algunos, paranoia o derivaciones de su alcoholismo según otros–, se había comprado un rancho en su tierra natal de Idaho y, según Alfonso, ya en Finca Vigía había estado “ensayando” su suicidio, que ejecutaría en su residencia norteamericana un año después. Pero hay, dice la museóloga, dos datos que no cuadran con la idea de que el novelista se fuera de la isla con la intención de no volver más: “¿Qué escritor, aunque esté enfermo, abandona manuscritos de obras suyas inconclusas, como hizo él? ¿Por qué, si iba a retirarse definitivamente, se fue a Nueva York en lugar de a su rancho?” El premiado escritor cubano Enrique Cirules acaba de presentar un libro ('Hemingway, ese desconocido') que destaca las fuertes y directas presiones ejercidas por el último embajador de EE.UU. en la isla, Philip Wilson Bonsal, para que el escritor dejara la isla y abjurara de la revolución.
Cirules se basa en un pormenorizado testimonio de la que fue secretaria y más tarde nuera de Hemingway, Valerie Danby-Smith, sobre las visitas que Bonsal hizo al literato tras el triunfo de los barbudos. El embajador habría amenazado a Hemingway con convertirle oficialmente en traidor si no regresaba a EE.UU. “Hemingway protestó e intentó resistirse, pero el abismo que se abría entre Cuba y Norteamérica era insuperable”, dice Cirules.
No hay pruebas de que el hombre que escribió Por quién doblan las campanas fuera desleal a su país. Pero su patriotismo tenía límites: “Nosotros los cubanos vamos a ganar. 'I´m not a gringo', you know?”, afirmó en 1959 al llegar al aeropuerto de La Habana, según las crónicas. Hemingway acababa de besar la bandera cubana.