La vida en zonas de guerra bajo doble administración, un tormento para los sirios

AFP (Agencia France-Presse)

Hasake, Siria. - La vida en la ciudad siria de Hasake, dividida entre los kurdos y las fuerzas del régimen, tiene un precio: dos servicios militares, dos permisos de conducir y doble imposición, pues ambas fuerzas coexisten.

Raed, un sirio árabe de Hasake (nordeste) intenta evitar los controles de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo (YPG) en esta ciudad del nordeste del país.
"Terminé mi servicio militar con el ejército hace cuatro años, pero si las YPG me pillan, me obligarán a hacer otro de seis meses", explica a la AFP este joven de 28 años.
La guerra dividió Hasake, como otras ciudades de la región donde coexisten los árabes y los kurdos, entre las fuerzas del régimen y las YPG. Como consecuencia, las instituciones se superponen y el ciudadano paga el precio en sentido propio o figurado.
En Amuda, una ciudad a 85 km de Hasake habitada sobre todo por kurdos, Aziz lleva dos años sin ver a su madre.
"Vive en zona gubernamental. Tengo miedo de ir, de que me detengan en un retén del régimen y me obliguen a hacer el servicio militar", explica este joven kurdo."¿Por qué los habitantes de la provincia de Hasake deberían pasarse la vida en el frente?".
 

- Sin exenciones -

 
Desde 2012, en virtud de un acuerdo tácito, el régimen retiró sus tropas de las zonas de mayoría kurda, pero conservó edificios administrativos y soldados.
Damasco continúa pagando los salarios de sus empleados y suministrando agua y electricidad a los barrios bajo su control en la zona kurda.
Pero en 2013, el Partido Democrático Kurdo (PYD), principal movimiento kurdo en Siria que controla las YPG, creó una administración autónoma no reconocida por Damasco, en tres cantones: Jaziré (Hasake), Afrin y Kobane (en la provincia de Alepo).
"Los habitantes que viven bajo control kurdo, de edades comprendidas entre los 18 y los 30 años, ya sean árabes, kurdos o asirios, deben cumplir el servicio militar en las YPG", afirma Radwan Mohamad Sharif, responsable del servicio militar kurdo.
"Ni siquiera están exentos los que sirvieron en el ejército sirio", añade en su oficina, llena de cartillas militares verdes.
A apenas un km de allí, en el centro de Hasake, se levanta el edificio de la conscripción gubernamental, adornado con retratos del presidente Bashar al Asad.
Un empleado recuerda que todos los sirios deben hacer el servicio militar en el ejército. "Esto se aplica a los combatientes de las YPG", subraya.
Algunos como Jalil Jalil decidieron hacer dos servicios militares para facilitar los desplazamientos: "Había hecho mi servicio gubernamental en 2004. No me imaginaba que iba a vestir de nuevo el uniforme y llevar las armas, pero no tenía elección".
Otros se vieron obligados a conseguir dos permisos de conducir, como Mansur Usi, un exfuncionario que trabaja de taxista entre Hasake y Qamishli, 85 km más al norte.
"Tengo un permiso para la policía, otro para los Asayech (fuerzas de seguridad kurdas). Muchos hicieron como yo", asegura este kurdo de 56 años.
"La policía podría interpretar el carné kurdo como una rebelión, y los kurdos no aceptan necesariamente los documentos oficiales. Es una complicación", cuenta.
Incluso tiene dos placas de matrícula: la blanca para el Estado y la verde para los retenes kurdos.
En Qamishli, algunos comerciantes cuentan a la AFP bajo anonimato que muchos de los que viven bajo control kurdo no pagan impuestos a Damasco y viceversa.
Pero en las regiones mixtas la cosa cambia.
"Sufrimos dos tipos de control", afirma Bahfared Asmar, delante de su farmacia. "El del sindicato dependiente del gobierno al que pagamos las cotizaciones y los impuestos, y el de los kurdos que nos imponen multas con el pretexto de que nuestros precios son caros".
"Pago cada mes al gobierno un impuesto por el alquiler de mi tienda y, a los kurdos, una tasa semanal porque limpian las calles", se lamenta un vendedor de teléfonos móviles. "Vivir en este cantón es salir perdiendo en cualquier caso".


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