Algunos, en el Medio Oriente, tienen conciencia de que los acuerdos secretos que Washington y Teherán podrían firmar el 30 de junio próximo –al margen del acuerdo multilateral sobre la cuestión nuclear– determinarán probablemente las reglas del juego para los próximos 10 años.
La firma de esos acuerdos tendría lugar en momentos en que Estados Unidos se ha convertido en el primer productor mundial de petróleo, por delante de Arabia Saudita y de Rusia. En esta nueva situación, Estados Unidos ya no necesita para sí mismo el petróleo del Medio Oriente y lo único que le interesa es que ese mercado siga funcionando en dólares.
Además, Washington ha iniciado un reposicionamiento de sus tropas, moviéndolas de Europa occidental y el Medio Oriente hacia el Extremo Oriente. Pero eso no quiere decir que tenga intenciones de abandonar esas regiones sino que quiere garantizar su control por otros medios.
Israel
Según nuestras informaciones, hace 17 meses (o sea, desde que se anunció que Washington y Teherán estaban negociando, negociaciones que en realidad comenzaron hace 27 meses), que Tel Aviv viene negociando en secreto con Arabia Saudita. Delegaciones de muy alto nivel se han reunido 5 veces en la India, en Italia y en la República Checa.
La cooperación entre Tel Aviv y Riad es parte del plan estadounidense de creación de una «Fuerza Árabe Común», bajo los auspicios de la Liga Árabe pero… bajo las órdenes de Israel. Esa fuerza ya está operando contra Yemen, realizando una campaña en la que miembros de la fuerza aérea israelí pilotean bombarderos sauditas en el marco de una coalición “árabe” cuyo cuartel general, también instalado por Israel, se halla en Somalilandia, un Estado no reconocido situado del otro lado del estrecho de Bab el-Mandeb [1 ].
Pero Riad no tiene intenciones de oficializar esa cooperación mientras Tel Aviv siga negándose a aceptar la iniciativa árabe de paz que el príncipe Abdallah había presentado a la Liga Árabe en 2002, antes de convertirse en rey de Arabia Saudita [2 ].
No obstante, Israel y Arabia Saudita han llegado a ponerse de acuerdo sobre varios objetivos.
En el plano político:
«Democratizar» los Estados del Golfo, o sea asociar los pueblos a la administración de sus países, aunque reafirmando la intangibilidad de la monarquía y del modo de vida wahabita;
Cambiar el sistema político en Irán (aunque ya no se trataría de hacerle la guerra);
Crear un Kurdistán independiente para debilitar a Irán, a Turquía (a pesar de que esta última fue durante mucho tiempo aliada de Israel) e Irak (pero no a Siria, ya debilitada por largo tiempo).
En el plano económico:
Explotar el campo petrolífero de Rub’al-Khali y organizar una federación entre Arabia Saudita, Yemen y quizás Omán y los Emiratos Árabes Unidos;
Explotar los campos petrolíferos del desierto de Ogadén (bajo control etíope), garantizar el control del puerto de Adén (en Yemen) y construir un puente entre Yibuti y Yemen.
En otras palabras, si Tel Aviv y Riad han decidido adoptar la clásica postura de «a mal tiempo, buena cara» y admiten que Irak, Siria y la mitad del Líbano queden bajo control de Irán, también tienen intenciones de:
Asegurarse de que Irán renuncie a exportar su revolución;
Controlar el resto de la región, con excepción de Turquía, que ha tomado el lugar de Arabia Saudita en materia de terrorismo internacional y acaba de perder Siria.
Palestina
Después de la firma de los acuerdos entre Estados Unidos e Irán, el reconocimiento internacional de un Estado palestino, conforme a los acuerdos de Oslo y la iniciativa árabe de paz, sería sólo cuestión de meses.
El gobierno palestino de unión nacional, que nunca llegó a funcionar, ha dimitido repentinamente. Parece seguro que el Fatah de Mahmud Abbas contará con amplio respaldo de su pueblo si el Estado palestino obtiene la admisión en las Naciones Unidas.
El Hamas, que desde 2008 se había convertido en símbolo de la Resistencia, se desacreditó abruptamente al oficializar su condición de miembro de la Hermandad Musulmana (cofradía que realizó varios intentos de golpe de Estado en Arabia Saudita) y al tomar las armas contra el único Estado de la región que había demostrado ser verdaderamente favorable a la causa palestina: la República Árabe Siria. Después de eso, el Hamas, deseoso de redorar su imagen, ha optado por mantener un perfil bajo y priorizar más bien acciones no violentas.
El reconocimiento del Estado palestino pondrá fin al derecho de los palestinos a volver a las tierras de las que fueron expulsados. Pero les abrirá el acceso a un nuevo estatus. Por su parte, Estados Unidos y Arabia Saudita realizarán grandes inversiones para desarrollar la economía del nuevo Estado.
Varios candidatos ya se agolpan para tomar el lugar que actualmente ocupa Mahmud Abbas (quien ya tiene 80 años y cuyo mandato a la cabeza de la Autoridad Palestina expiró en 2009). Y entre los aspirantes a reemplazarlo está Mohamed Dahlan, el ex jefe de la seguridad que, por ser sospechoso de haber organizado el envenenamiento de Yaser Arafat, se vio obligado a dejar el país en 2007.
Después de haber trabajado para los Emiratos Árabes Unidos y de haber obtenido las nacionalidades de Montenegro –como el ex primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra– y de Serbia, Mohamed Dahlan regresó a Palestina en febrero, con ayuda de sus ex adversarios del Hamas. Ahora convertido en millonario, Dahlan está gastando dinero a manos llenas en la compra simultánea de combatientes y votos.
Un candidato más serio podría ser Maruan Barghuti, quien purga actualmente 5 penas de cadena perpetua en Israel pero que podría ser liberado en el marco del acuerdo de paz. Se trata, efectivamente, de la única personalidad palestina no corrupta que ha escapado a los asesinos del Mossad.
Arabia Saudita
En ese contexto, el viaje a Rusia del príncipe Mohamad ben Salman, hijo del rey Salman de Arabia Saudita, ha desatado gran inquietud ya que una campaña de prensa dejó entrever que su intención era negociar un cese de la ayuda rusa a Siria. Esa visita se producía una semana después del viaje del director de la Organización de Cooperación Islámica, Iyad ben Amin Madani. El príncipe viajó en compañía de varios ministros y de unos 30 hombres de negocios. La delegación saudita participó en el Foro Económico de San Petersburgo y el príncipe fue recibido por el presidente Vladimir Putin.
Desde su creación, el reino wahabita ha mantenido relaciones privilegiadas con Estados Unidos y había considerado a la Unión Soviética y a Rusia como adversarios. Pero ahora parece que eso está cambiando.
La considerable importancia de los acuerdos económicos y de cooperación firmados parece iniciar una nueva política. Arabia Saudita compró 16 centrales nucleares, aceptó participar en el programa espacial ruso e incluso negoció varios acuerdos petroleros cuyos detalles no se han hecho públicos.
Para evitar toda ambigüedad sobre ese acercamiento, el presidente Putin ha declarado públicamente que Rusia no modifica su respaldo a Siria y que contribuirá a toda solución política conforme a la voluntad del pueblo sirio. En intervenciones anteriores ya había precisado que ello implica que el presidente Assad se mantenga en el poder hasta terminar los 7 años del mandato para el cual fue democráticamente electo.
Los perdedores en la redistribución de cartas
Todo hace pensar que después de la firma de los acuerdos entre Estados Unidos e Irán [3 ], los perdedores serán:
El pueblo palestino, que se verá privado de su derecho inalienable al regreso, derecho por el cual lucharon 3 generaciones de palestinos;
Turquía, que corre el peligro de tener que pagar muy caro su sueño de hegemonía, su apoyo a la Hermandad Musulmana y su derrota en Siria [4 ];
Francia, que se obstinó durante 4 años en tratar de restaurar sus intereses coloniales en la región para verse ahora –a fin de cuentas– en posición de simple proveedor de Israel y de Arabia Saudita [5 ].