Las plantas antárticas, al rescate de la salud y el cambio climático
AFP (Agencia France-Presse)
Santiago, Chile. - Su resistencia a la radiación ultravioleta y a condiciones climáticas extremas convierten a las plantas antárticas en excelentes herramientas de la biotecnología para desarrollar protectores solares, antioxidantes, azúcares naturales o mejorar cultivos más frágiles.
El pasto antártico (Deschampsia antárctica) y el clavel antártico (Colobanthus quitensis), así como musgos, helechos y líquenes emergen en los meses del verano austral en la Antártida, considerado un laboratorio natural.
Si algo han demostrado las plantas antárticas es su adaptación al medio para sobrevivir a condiciones extremas y al cambio climático. Y eso lo hacen gracias a la acumulación de azúcares que las protegen y las alimentan durante los duros meses de invierno bajo la nieve.
Durante la fotosíntesis en los tres o cuatro meses del verano austral hacen acopio de esos vitales azúcares en unas condiciones todavía más extremas a las que les someten el sol y los bruscos cambios de temperatura, antes de volver a hibernar.
En la Universidad de Santiago de Chile, un grupo de investigadores dirigidos por Gustavo Zúñiga analizan las propiedades de estas dos plantas autóctonas para su aplicación en biotecnología con fines comerciales en la industria farmacéutica, cosmética, alimenticia y agricultura.
"En el campo aplicado, la graminia produce antioxidantes, azúcares, fructano (un derivado de la fructosa), que podrían ser utilizados en productos dietéticos; los antioxidantes en filtros solares o en medicamentos que eviten el envejecimiento", explica Zúñiga a la AFP.
Asimismo, la tolerancia que tiene Deschampsia para resistir el ambiente extremo "podría transferirse a cultivos como el trigo, el arroz, el maíz o la avena lo que podría ser de utilidad en el actual escenario que enfrentamos en todo el planeta debido al cambio climático", agrega el decano de la Facultad de Química y Biología.
La producción biotecnológica basada en la reproducción del tejido "nos permitiría tener producción todo el año, mientras que en condiciones normales crecen una sola vez al año", dice el investigador, quien recuerda que en partes altas de la cordillera de los Andes se pueden encontrar estas mismas plantas.
Este laboratorio natural que es el continente blanco tiene todavía margen de resistencia al cambio climático. "Este año hicimos estudios para determinar la temperatura óptima de fotosíntesis en la Antártica y en todas las especies, la mejor temperatura estuvo entre 20 y 25 grados".
En el laboratario de la U. de Chile, Zúñiga y su equipo están haciendo crecer estas plantas en un medio sintético a base de agar (un polvo de alga), minerales, azúcar y hormonas vegetales en una temperatura que ronda los 14 grados Celsius.
De cada una de estas plantas se pueden sacar 10 que van a crecer después, dice Zúñiga en el pequeño laboratorio lleno de tarros con especímenes antárticos en pleno proceso de crecimiento y multiplicación.
"Tratamos de caracterizar qué mecanismos presentan y que son responsables de su supervivencia en las condiciones antárticas que son extremas tanto a lo largo de la historia como ahora con el cambio climático, por temperaturas y rayos ultravioleta", dice el investigador.
La información obtenida puede servir para incorporarla en cereales u otros cultivos, muy sensibles al cambio climático.
"Por cada grado que aumenta la temperatura ambiente, la productividad cae de manera importante" en este tipo de cultivos, agregó.
La ingeniería genética probablemente será la gran aliada en el futuro para producir alimentos ante la sensibilidad de los cultivos al cambio climático.
El sistema de producción desarrollado por el equipo universitario, que ya ha patentado esta investigación, está listo para "escalar a nivel industrial y producir de manera masiva moléculas que son muy fuertes antioxidantes".
Ahora solo falta que empresas especializadas en los diferentes sectores de potencial desarrollo se interesen por este trabajo.
Si algo han demostrado las plantas antárticas es su adaptación al medio para sobrevivir a condiciones extremas y al cambio climático. Y eso lo hacen gracias a la acumulación de azúcares que las protegen y las alimentan durante los duros meses de invierno bajo la nieve.
Durante la fotosíntesis en los tres o cuatro meses del verano austral hacen acopio de esos vitales azúcares en unas condiciones todavía más extremas a las que les someten el sol y los bruscos cambios de temperatura, antes de volver a hibernar.
En la Universidad de Santiago de Chile, un grupo de investigadores dirigidos por Gustavo Zúñiga analizan las propiedades de estas dos plantas autóctonas para su aplicación en biotecnología con fines comerciales en la industria farmacéutica, cosmética, alimenticia y agricultura.
"En el campo aplicado, la graminia produce antioxidantes, azúcares, fructano (un derivado de la fructosa), que podrían ser utilizados en productos dietéticos; los antioxidantes en filtros solares o en medicamentos que eviten el envejecimiento", explica Zúñiga a la AFP.
Asimismo, la tolerancia que tiene Deschampsia para resistir el ambiente extremo "podría transferirse a cultivos como el trigo, el arroz, el maíz o la avena lo que podría ser de utilidad en el actual escenario que enfrentamos en todo el planeta debido al cambio climático", agrega el decano de la Facultad de Química y Biología.
La producción biotecnológica basada en la reproducción del tejido "nos permitiría tener producción todo el año, mientras que en condiciones normales crecen una sola vez al año", dice el investigador, quien recuerda que en partes altas de la cordillera de los Andes se pueden encontrar estas mismas plantas.
Este laboratorio natural que es el continente blanco tiene todavía margen de resistencia al cambio climático. "Este año hicimos estudios para determinar la temperatura óptima de fotosíntesis en la Antártica y en todas las especies, la mejor temperatura estuvo entre 20 y 25 grados".
- Multiplicarse en laboratorio -
En el laboratario de la U. de Chile, Zúñiga y su equipo están haciendo crecer estas plantas en un medio sintético a base de agar (un polvo de alga), minerales, azúcar y hormonas vegetales en una temperatura que ronda los 14 grados Celsius.
De cada una de estas plantas se pueden sacar 10 que van a crecer después, dice Zúñiga en el pequeño laboratorio lleno de tarros con especímenes antárticos en pleno proceso de crecimiento y multiplicación.
"Tratamos de caracterizar qué mecanismos presentan y que son responsables de su supervivencia en las condiciones antárticas que son extremas tanto a lo largo de la historia como ahora con el cambio climático, por temperaturas y rayos ultravioleta", dice el investigador.
La información obtenida puede servir para incorporarla en cereales u otros cultivos, muy sensibles al cambio climático.
"Por cada grado que aumenta la temperatura ambiente, la productividad cae de manera importante" en este tipo de cultivos, agregó.
La ingeniería genética probablemente será la gran aliada en el futuro para producir alimentos ante la sensibilidad de los cultivos al cambio climático.
El sistema de producción desarrollado por el equipo universitario, que ya ha patentado esta investigación, está listo para "escalar a nivel industrial y producir de manera masiva moléculas que son muy fuertes antioxidantes".
Ahora solo falta que empresas especializadas en los diferentes sectores de potencial desarrollo se interesen por este trabajo.