Las relaciones tumultuosas entre deporte y política
AFP (Agencia France-Presse)
París, Francia. - Los poderes políticos mantienen relaciones polémicas con el deporte, que fue manipulado con fines propagandísticos en la Alemania nazi, la URSS y Estados Unidos durante la Guerra Fría, al igual que lo hacen actualmente Estados Unidos, Rusia o China e incluso Catar, en su objetivo de expansionismo económico.
El informe explosivo de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), que llevó a la suspensión provisional de Rusia por parte de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF), reveló un sistema de dopaje institucionalizado, con directrices dadas desde las altas esferas del Estado y con medidas contra aquellos deportistas que se negaban a someterse a estas órdenes, demostrando que esta práctica no había desaparecido con el Muro de Berlín.
Experta en la materia, la ex Alemania del Este inspiró, antes de fusionarse con la del Oeste, a numerosos países hermanos o amigos.
¿Cómo explicar que estas prácticas hayan sobrevivido a los cambios políticos? Tanto en Alemania como en otros países no se llevó a cabo ninguna caza de brujas tras 1989 y los deportistas dopados se convirtieron en entrenadores, algunas veces incitando al dopaje, con la complicidad más o menos tácita de las autoridades políticas.
El principal interés del poder político por el deporte no es otro que ver su bandera, su himno, sus colores, en lo más alto del podio, a la vista de todo el mundo.
Una demostración de fuerza que los especialistas llaman el "soft power" ('poder blando'). Los desfiles nazis en el Estadio Olímpico de Berlín en 1936 no hubiesen servido de nada a ojos de Hitler sin el triunfo de los deportistas germanos.
Para Hitler, "se trataba de legitimar más su poder y demostrar a Europa la eficacia de su régimen con respecto a las democracias", dice el historiador francés Alfred Wahl en su obra "Deporte y política, toda una historia".
"Los Juegos de Berlín son como la coronación de Hitler por todo el mundo tras una vasta campaña de propaganda diplomática", añade.
Entre 1960 y 1990, en plena Guerra Fría, la victoria en el medallero formaba parte del arsenal diplomático de Estados Unidos y del bloque soviético, lo mismo que el recurso al boicot que afectó a los Juegos de Moscú-1980 y cuatro años después a Los Ángeles.
El investigador en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París (IRIS), Pim Verschuuren, estima que en Rusia "no hay sin duda una continuidad del modelo soviético puesto que todo se hundió en los años 1990, pero el control del deporte ha vuelto en los últimos años con el regreso del poder autoritario".
"En los países autoritarios, dirigidos por una pequeña élite, la apuesta por el deporte no se pone en duda" y pone como ejemplo China "cuyos Juegos en 2008 fueron un instrumento de propaganda externa, pero también interna".
Ese año, China utilizó los Juegos de Pekín para asombrar al mundo con su capacidad en materia de organización, su riqueza y su talento deportivo, después de haber contruido durante siete años un programa de preparación intensiva de sus atletas del que por el momento no se conocen sus secretos.
Demostración de fuerza política, los Juegos también están ligados estrechamente al poder económico. En 1989, el Comité Olímpico Internacional (COI) otorgó la organización de los Juegos de 1996 a Atlanta, sede de la CNN y de Coca-Cola, en agradecimiento a la contribución financiera de estas dos empresas norteamericanas al movimiento olímpico.
Desde hace una quincena de años, los países del Golfo han comprendido la potencia del deporte en materia de comunicación. ¿Cuál sería la imagen del minúsculo Catar, pese a su riqueza en materias primas, sin sus éxitos deportivos en la organización de grandes eventos, su influencia en las instituciones internacionales, la compra de clubes extranjeros o la nacionalización de deportistas?
"El objetivo de Catar es existir a ojos del mundo", asegura Pascal Boniface, director del IRIS. "Pequeño país frágil en una zona sensible, ha preferido invertir en el deporte, 'soft-power', que en un sistema de defensa fuera de alcance".
En materia de organización política del deporte, estos últimos años se va hacia una autonomía casi total: "El COI, las grandes federaciones internacionales como la FIFA, han conseguido librarse de la política, no están cuestionadas por los Estados", critica Pim Verschuuren.
"Nos nos imaginamos hoy un boicot como los de los años 1980 porque el deporte se ha vuelto autónomo. El COI se presenta casi como una agencia de la ONU", añade el experto, que recuerda no obstante que muchas de estas federaciones nacionales o comités olímpicos nacionales están dirigidos por políticos, como el príncipe heredero de Catar.
El uso político del deporte ha tenido en ocasiones efectos virtuosos, como en el caso de la llamada "diplomacia del ping-pong", que permitió, en los años 1970, la reanudación de las relaciones entre China y Estados Unidos gracias a los intercambios deportivos entre ambos países.
Experta en la materia, la ex Alemania del Este inspiró, antes de fusionarse con la del Oeste, a numerosos países hermanos o amigos.
¿Cómo explicar que estas prácticas hayan sobrevivido a los cambios políticos? Tanto en Alemania como en otros países no se llevó a cabo ninguna caza de brujas tras 1989 y los deportistas dopados se convirtieron en entrenadores, algunas veces incitando al dopaje, con la complicidad más o menos tácita de las autoridades políticas.
El principal interés del poder político por el deporte no es otro que ver su bandera, su himno, sus colores, en lo más alto del podio, a la vista de todo el mundo.
Una demostración de fuerza que los especialistas llaman el "soft power" ('poder blando'). Los desfiles nazis en el Estadio Olímpico de Berlín en 1936 no hubiesen servido de nada a ojos de Hitler sin el triunfo de los deportistas germanos.
Para Hitler, "se trataba de legitimar más su poder y demostrar a Europa la eficacia de su régimen con respecto a las democracias", dice el historiador francés Alfred Wahl en su obra "Deporte y política, toda una historia".
"Los Juegos de Berlín son como la coronación de Hitler por todo el mundo tras una vasta campaña de propaganda diplomática", añade.
- Propaganda interna y externa -
Entre 1960 y 1990, en plena Guerra Fría, la victoria en el medallero formaba parte del arsenal diplomático de Estados Unidos y del bloque soviético, lo mismo que el recurso al boicot que afectó a los Juegos de Moscú-1980 y cuatro años después a Los Ángeles.
El investigador en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París (IRIS), Pim Verschuuren, estima que en Rusia "no hay sin duda una continuidad del modelo soviético puesto que todo se hundió en los años 1990, pero el control del deporte ha vuelto en los últimos años con el regreso del poder autoritario".
"En los países autoritarios, dirigidos por una pequeña élite, la apuesta por el deporte no se pone en duda" y pone como ejemplo China "cuyos Juegos en 2008 fueron un instrumento de propaganda externa, pero también interna".
Ese año, China utilizó los Juegos de Pekín para asombrar al mundo con su capacidad en materia de organización, su riqueza y su talento deportivo, después de haber contruido durante siete años un programa de preparación intensiva de sus atletas del que por el momento no se conocen sus secretos.
Demostración de fuerza política, los Juegos también están ligados estrechamente al poder económico. En 1989, el Comité Olímpico Internacional (COI) otorgó la organización de los Juegos de 1996 a Atlanta, sede de la CNN y de Coca-Cola, en agradecimiento a la contribución financiera de estas dos empresas norteamericanas al movimiento olímpico.
- Diplomacia del ping-pong -
Desde hace una quincena de años, los países del Golfo han comprendido la potencia del deporte en materia de comunicación. ¿Cuál sería la imagen del minúsculo Catar, pese a su riqueza en materias primas, sin sus éxitos deportivos en la organización de grandes eventos, su influencia en las instituciones internacionales, la compra de clubes extranjeros o la nacionalización de deportistas?
"El objetivo de Catar es existir a ojos del mundo", asegura Pascal Boniface, director del IRIS. "Pequeño país frágil en una zona sensible, ha preferido invertir en el deporte, 'soft-power', que en un sistema de defensa fuera de alcance".
En materia de organización política del deporte, estos últimos años se va hacia una autonomía casi total: "El COI, las grandes federaciones internacionales como la FIFA, han conseguido librarse de la política, no están cuestionadas por los Estados", critica Pim Verschuuren.
"Nos nos imaginamos hoy un boicot como los de los años 1980 porque el deporte se ha vuelto autónomo. El COI se presenta casi como una agencia de la ONU", añade el experto, que recuerda no obstante que muchas de estas federaciones nacionales o comités olímpicos nacionales están dirigidos por políticos, como el príncipe heredero de Catar.
El uso político del deporte ha tenido en ocasiones efectos virtuosos, como en el caso de la llamada "diplomacia del ping-pong", que permitió, en los años 1970, la reanudación de las relaciones entre China y Estados Unidos gracias a los intercambios deportivos entre ambos países.