Leonardo Di Caprio, el actor sin perfil
El periódico de Catalunya, Barcelona, España
Madrid, NANDO SALVÀ. - ¿Qué le sucede a un director tras recaudar mil millones de dólares en taquilla? Básicamente, Hollywood le deja hacer lo que le dé la gana. Y, después de hacer saltar la banca con El caballero oscuro, el inglés Christopher Nolan le ha dado la gana rodar el proyecto que más tiempo llevaba rondándole en la cabeza, Origen, que hoy llega a nuestras pantallas tras haber recaudado más de 300 millones de euros en solo tres semanas.
Si aún así ha logrado asaltar la taquilla es, sin duda, gracias al efecto Nolan. Sorprende que toda la expectación despertada por esta laberíntica historia de ladrones de mentes que penetran en el subconsciente ajeno para extraerle o insertarle información se concentre en la capacidad narrativa de un tipo tímido, algo fondón y ligeramente pedante, pero así es. Que el reparto de Origen esté encabezado por una estrella del calibre de Leonardo Di Caprio es poco más que incidental.
De algún modo, eso se explica porque, 13 años después de que Titanic lo elevara al Olimpo de Hollywood, y, a diferencia de lo que sucede con George Clooney o Brad Pitt, uno sigue sin saber qué esperar de Di Caprio en pantalla. Todo el mundo reconoce su nombre. Se sabe que es un tipo guapo, que es fan de los Lakers, que siente inclinación por las supermodelos y que es un ecologista militante. Y que, para Martin Scorsese, se ha convertido en lo que solía ser Robert De Niro –ya han rodado cuatro películas juntos–. Pero, ¿qué lo caracteriza como actor? Difícil decirlo.
POTENCIAL TAQUILLERO / En cualquier caso, Robert Pattinson debería prestar atención. Si el héroe de Crepúsculo teme que lo encasillen como ídolo teen, que se fije en Di Caprio y tome nota. Él se las ha arreglado para dejar de ser un sueño adolescente y convertirse en uno de los actores más respetados de su generación. En lugar de sacar partido de su aspecto, ha usado su potencial taquillero para trabajar con grandes directores, como Martin Scorsese, Steven Spielberg y Christopher Nolan.
No le ha resultado fácil. La industria de la chincheta nunca ha sido tan boyante como cuando, a mediados de los 90, fans de todo el mundo decidieron empapelar las paredes de sus cuartos con pósteres de Di Caprio. Todo había sucedido muy rápido. Tras una serie de apariciones televisivas –Roseanne, Los problemas crecen--, causó una impresión inmediata codeándose con De Niro en Vida de este chico y fue nominado al Oscar por su papel de discapacitado en A quién ama Gilbert Grape (ambas de 1993). A pesar de que trató por primera vez de luchar contra su belleza interpretando al poeta Arthur Rimbaud –en Eclipse total (1995)– y al yonqui Jim Carroll –en Diario de un rebelde (1995)–, en su objetivo se interpusieron Romeo y Julieta (1996) y, cómo no, Titanic (1997). Di Caprio fue el principal motivo por el que Titanic fue durante un tiempo la película más taquillera de todos los tiempos. Tras ese éxito, era el rey del mundo. Sus abogados trataron de convertir su nombre en marca registrada. En Afganistán, una veintena de peluqueros fueron arrestados por los talibanes por ofrecer un corte de pelo inspirado en él. No es broma.
PAPELES OSCUROS / Toda su carrera posterior ha sido diseñada para hacer que el público se olvide del dichoso barco. Hoy, Leonardo Di Caprio parece interesado sólo en personajes que proyectan cierto masoquismo. A excepción de la ligera Atrápame si puedes, en todas sus películas de la última década ha interpretado papeles oscuros, personajes desilusionados con la vida suburbana –Revolutionary Road (2008)–, tipos endurecidos por la defensa de la ley –Infiltrados (2006)–, otros gravemente perturbados –El aviador (2004), Shutter Island (2010)–. Origen es la tercera película consecutiva en la que la esposa de su personaje muere. No es descabellado suponer que la búsqueda del Oscar condiciona la elección de esos papeles –ha sido nominado dos veces más, por El aviador y Diamante de sangre (2006)–.
A pesar de ello, Origen es solo el último de un larga lista de taquillazos logrados por el actor, convertido en una de las estrellas que más lucrativas resultan a Hollywood. Y, a pesar de ello, después de Titanic tampoco ha llegado a deslumbrar, al menos del modo que lo hicieron George Clooney en la pasada década, Tom Hanks en los 90 o Jack Nicholson en los 70. Puede que haber añadido el blockbuster veraniego a su repertorio con Origen corrija esa situación pero, ¿será que aún le falta demostrar que sabe reírse en pantalla?