Diagonal, Madrid, España
MADRID, Iñaqui Gutiérrez de Terán / Arabista. - ’Fitna’ es una palabra árabe que, entre otras cosas, quiere decir “ruptura dentro de una comunidad” y “guerra civil”. Eso es lo que puede ocurrir en Líbano dentro de unas semanas si la sentencia preliminar del tribunal internacional encargado de investigar el asesinato del ex primer ministro Rafiq al- Hariri en 2005 imputa a Hezbolá, tal y como apuntan las filtraciones publicadas, sobre todo, por la prensa israelí.
Desde su constitución en 2005, la actuación de este tribunal auspiciado por la ONU ha vivido en la polémica. En primer lugar, se centró en la “pista de Damasco”, autora intelectual o material según numerosos sectores locales e internacionales de la muerte de al-Hariri, sin tomar en consideración la posibilidad israelí o la de grupos libaneses autónomos.
Luego, ordenó el arresto de cuatro altos cargos de la seguridad libanesa vinculados al Ejército sirio, que desde 1976 hasta 2005 había permanecido en el país. A partir de ahí, la presión sobre Siria fue en aumento, con petición de interrogatorios e investigaciones a destacados representantes de sus fuerzas de seguridad, y las amenazas de sanciones de Occidente. Pero en 2009 el tribunal reconoció la inconsistencia de las pruebas incriminatorias contra Siria y los antiguos dirigentes de la seguridad libanesa y abrió una nueva vía, dirigida hacia Hezbolá.
Ni entonces ni ahora sabemos en qué se basaron estas primeras imputaciones ni por qué se tomaron en cuenta las declaraciones de testigos de escasa fiabilidad, pero, desde luego, las grandes potencias de la ONU no han dicho nada.
Una acusación extraña
La línea actual apunta a que determinados elementos “indisciplinados” de Hezbolá activaron el coche bomba que acabó con la vida de al- Hariri. Una hipótesis extrañísima porque es improbable que miembro alguno del grupo haga algo así sin permiso de sus dirigentes o, en su momento, los militares sirios.
Preguntémonos también por qué han tardado cinco años en encontrar “evidencias” trascendentales y, sobre todo, qué hace la prensa israelí “confirmando” que el tribunal va a imputar a Hezbolá o que se ha “demostrado” que el primo de Imad Magniye, dirigente de la formación, asesinado, supuestamente, por el régimen de Tel Aviv en Damasco, fue el organizador del ataque.
Para empeorar las cosas, en octubre, una comitiva del tribunal fue zarandeada por un grupo de mujeres en un ambulatorio de Beirut cuando iban a entrevistar –y pedir historiales médicos– a la ginecóloga que trata a las esposas de destacados dirigentes de Hezbolá.
El principal damnificado de la cabriola del tribunal ha sido Saad al- Hariri [hijo del asesinado y actual primer ministro]. Tras retractarse de sus invectivas iniciales contra Damasco, ha visitado esta ciudad varias veces en 2010 para redescubrir el “papel positivo de Siria”. El presidente sirio, Bachar al-Asad, ha pasado página, pero otros, como los oficiales arrestados en 2005, no. Uno de ellos, Yamil Sayyid, exigió, al ser liberado, que se juzgase a quienes provocaron su encarcelamiento e hizo responsable a Saad al-Hariri (“Ha vendido la sangre de su padre”, dijo).
Ante el sombrío cariz que están tomando las cosas, sirios y saudíes decidieron intervenir para hallar una solución de consenso que neutralizara la actuación del tribunal y alejara un enfrentamiento entre Hezbolá (prosirio) y las fuerzas del 14 de Marzo, encabezados por Saad al-Hariri (prosaudíes). Washington, sin embargo, hace por dinamitar cualquier arreglo interno y apremia al tribunal, comprometiéndose a financiar sus trabajos y blindándolo en la ONU con el apoyo de Francia para que en diciembre como muy tarde emita un avance.
Mientras Hezbolá ha anunciado su rechazo a colaborar con el tribunal, “politizado y sesgado” bajo su punto de vista, sus aliados, como el ex general Michel Aoun, lo apoyan, pero exigen que se investigue el caso de los testigos falsos que sirvieron para apuntalar la pista siria.
Por su parte, las formaciones llamadas prooccidentales no desean que “se desvíe la atención” con cuestiones como la de los testigos falsos. La cosa, pues, tiene difícil solución, porque el Gobierno alberga a ministros de la oposición, entre ellos, varios de Hezbolá. Y porque Israel y Estados Unidos, con el concurso de los países árabes aliados y determinados sectores libaneses, llevan años tratando de reducir a Hezbolá por cualquier medio; si el Estado libanés desconoce la sentencia del tribunal tras un acuerdo entre las élites políticas, volverán a la opción militar. De hecho, el régimen de Tel Aviv y Hezbolá están preparados ya para tal supuesto. Por último, ‘fitna’ significa también algo así como “prueba de fuego”.