Los Indigenas mapuche luchan por sus tierras
La Tercera, Chile
Desde 1999 que la comunidad de Temucuicui, en las cercanías de Ercilla, mantiene violentas acciones para reivindicar tierras. Son 120 familias, con las que un fotógrafo convivió durante una semana a comienzos de agosto.
Desde entonces, sus arremetidas se han intensificado. La más reciente ocurrió el 27 de julio, cuando volvieron a ocupar 60 hectáreas del agricultor René Urban. Por esos días, varias comunidades en rebelión -cuya proporción o cantidad exacta dentro de la población mapuche del país no ha podido ser registrada con precisión por ningún organismo público ni policial- iniciaban una nueva ofensiva. Esta incluyó el atentado contra un bus de pasajeros en la Ruta 5 Sur, a la altura de Temuco, y alcanzó su máximo apogeo esta semana, cuando en un enfrentamiento con carabineros resultó muerto el comunero de Requén Pillán, Jaime Mendoza Collío, de 24 años, en el fundo San Sebastián, de Collipulli, a 14 kilómetros de Ercilla, en la misma región.
Hace dos semanas, el 20 de julio, el werkén (vocero) de Temucuicui, Mijael Carbone Queipul, dio las primeras señales de que la comunidad accedería a que se retratara la cotidianeidad de sus habitantes y manifestantes. La visita se materializó la primera semana de agosto. Primero, en Chiquitoy, zona también en rebelión y que comparte decisiones con los líderes de Temucuicui. Luego, la visita llegó al corazón mismo de esa localidad, un reducto a ratos inexpugnable para las policías, que no pudieron entrar, por ejemplo, cuando decían tener localizado a Carlos Gutiérrez, ex lautarista involucrado en el asalto al Security y el asesinato del cabo Luis Moyano.
Fueron, en total, siete días, y en ellos hubo de todo: enfrentamientos con carabineros, tomas de terrenos en plena siembra, rondas de patrullajes y talas de árboles en predios de Forestal Arauco. También pudo apreciarse cómo se organizan, operan y viven el día a día las comunidades inmersas en el conflicto.
DE LAS TOMAS A LA OLLA COMÚN
Temprano comienza la rutina en Temucuicui. A las 7 de la mañana, los cuatro comuneros que han realizado guardia durante la noche inician su descanso, mientras el resto del caserío se reúne a campo abierto o debajo de un árbol, toma café y escucha al lonko (jefe) y los werkenes, quienes la noche anterior han dado las pautas a seguir. Si se trata de una jornada de "lucha", las madres y la mayoría de las mujeres se quedan en casa, preparando la comida, y el resto de la comunidad, incluyendo jóvenes e incluso algunos niños, participan de las acciones. Sólo la lluvia puede suspender los planes, porque en el bosque brumoso y mojado no ven bien y la ausencia de sol les impide identificar los brillosos cascos policiales.
Si es un día tranquilo, en cambio, se realiza pastoreo de animales, trabajo de la tierra o arreglo de maquinarias. En ambos casos, un grupo de cuatro comuneros patrulla y vigila hostilmente la localidad y sus accesos.
Las comunicaciones se realizan con los tradicionales cui-cui (cuernos) mapuches, cuyo sonido retumba en el silencio del campo y alerta a los habitantes del caserío. También con teléfonos celulares, que sospechan están intervenidos. Sin dar datos concretos que pudieran utilizar las policías, se alertan así de la presencia de extraños -quienes son interrogados y advertidos de que deben abandonar la zona- y de la llegada de carabineros.
Al inicio de los enfrentamientos, las capuchas rápidamente cubren sus rostros y aparecen en sus manos el witrawe (honda) y las piedras que seleccionan durante sus caminatas por el campo. Con ellas atacan a la policía. En ese momento, las mujeres corren a las zonas más altas del terreno y desde allí gritan insultos en mapudungún y español. Aunque no hubo armas de fuego en los enfrentamientos que se presenciaron, en otras ocasiones la policía ha allanado la zona en su búsqueda. Ellos aseguran que no las tienen y hasta el momento carabineros no ha dado con grandes decomisos. Sin embargo, en varias ocasiones ha habido ataques con escopeta contra efectivos policiales, al igual que en otras comunidades, como en Tirúa, cuando se atentó en octubre de 2008 contra el vehículo del fiscal Mario Elgueta. También se han incautado en algunas ocasiones otras armas de fuego, como a fines de 2008, luego de que comuneros asesinaran en una riña al "Orangu", un okupa que abrazó la causa mapuche y residía en la localidad.
Armas diferentes, pero fundamentales para sus objetivos, son las hachas y las motosierras. Quienes las han adquirido participan en las incursiones en los predios de compañías forestales, donde destruyen los pinos plantados por las empresas con la idea, argumentan los comuneros, de reforestar con araucarias. A esa acción la llaman el "volteo". También emplean las motosierras cuando, ocultos en sectores boscosos, ven pasar patrullas de Carabineros y bloquean su trayecto con troncos derribados para hacer barricadas. "Marichiweu, marichiweu", gritan cuando los policías abandonan el lugar o mientras se mantienen en los terrenos ocupados.
Las jornadas culminan cerca de las 20 horas. Tras la "batalla", nuevamente el café o la olla común con arroz, huevos fritos, papas con ají o porotos o fideos con atún. Esa es la comida que los reúne junto a la fogata. Allí repasan el día y los líderes dan instrucciones en mapudungún para la arremetida siguiente. Los cuatro guardias vuelven a instalarse en las garitas de vigilancia. Luego, cada comunero se retira a su casa, donde pese la precariedad, la televisión está encendida.